El suicidio
Se pregunta si realmente lo está haciendo. Está perdido. O quién sabe extrañado: lejos de alguna parte.
Está perdido o quién sabe extrañado y se pregunta si realmente lo está haciendo: hay momentos en que lo que le pasa es eso. Hay momentos en que querría saber si de verdad está haciendo eso que hace; saber, también, si hace lo que hace porque decide hacerlo o porque cae, como quien cae, como quien se desliza.
Está perdido, sorprendido: siente en la mano la pistola, la mira, la aprieta en la mano derecha vuelta puño. Se pregunta si realmente, de verdad.
La pistola es así: la empuñadura de madera oscura con una incrustación de bronce muy gastada; el gatillo también de bronce y, justo encima, el martillo como el pico de un pájaro sin pájaro listo para caerle al pedernal y producir la chispa que haga volar la bala única; y, por fin, el cañón, sobre su cuña de madera: el cañón es de bronce y está picado, ennegrecido. Lo mira, piensa que quizá no funcione, no sabe qué pensar.
Siempre se preguntó por qué su padre había dejado esa pistola. Sobre su padre no tiene respuestas. Por suerte, piensa, cada vez tiene menos preguntas. Llegará un día, piensa, en que no quiera saber nada. Un día en que no quiera saber nada.
Echeverría está sentado en el borde de una cama de hierro, malpintada de blanco, una colcha de lana color marrón dejado, la camisa desabrochada hasta mitad del pecho, los pelos negros enredados, la pistola en la mano, y ya lleva dos horas de tormentos: he sufrido en dos horas tormentos infernales, dirá después, y que una especie de vértigo se amparó de sus sentidos y ofuscó su razón, dirá: que ofuscó su razón. Para decir que lo había poseído la idea de la muerte: la idea de la muerte se enseñoreó, dirá, de todas mis potencias. Dirá que la idea de la muerte se enseñoreó de todas sus potencias y que en vano forcejeaba por desasirse de ella: en vano yo forcejeaba por desasirme de ella, dirá, y que con mano poderosa lo apremiaba, lo arrastraba hasta el borde, dirá: con mano poderosa ella me apremiaba, me arrastraba hasta el borde de la tumba y señalándome el abismo me decía: dirá que señalándole el abismo le decía pusilánime, aquí está tu reposo, dirá: aquí está tu reposo, un golpe solo y serás feliz, dirá: feliz.
Echeverría mira la pistola como quien mira un insecto que no tendría que estar ahí, que no va a irse. *Fragmento de de Martín Caparrós.
Del escritor argentino residente en España, editado por Anagrama. inversores extranjeros.
—Uno debería poder pensar en otra forma de la política que no consista en dejarlo todo bien atado para que alguien venga a poner unos dineros con la esperanza de llevarse muchos más. Inversor es alguien que pone plata para llevarse más, no porque quiera beneficiar a nadie.
—Si el Gobierno realmente lo piensa en esos términos, estamos en el horno.
—Desde que asumió, Macri habla de reparar las instituciones vapuleadas por el kirchnerismo, ¿observa alguna mejora institucional?
—No, lo que veo es que se calmó el clima gubernamental. Una relación más razonable del Gobierno con la sociedad. Eso ha cambiado, y es bienvenido. Fuera de eso, no veo en qué medida se está reconstruyendo.
Yo creo que el peor perjuicio que hizo el kirchnerismo a la sociedad argentina fue volver a deslegitimar el Estado. En los años 90, el menemismo aprovechó la profunda deslegitimación del Estado argentino que venía de décadas de malas prácticas para rematar todo lo que había, destruir la famosa educación pública, la salud, y demás etcéteras.
Como eso fracasó, al principio de los 2000 había un reclamo de más Estado, de que volviera a intervenir porque, evidentemente, el privado no aseguraba lo que buena parte de la sociedad necesitaba.
El kirchnerismo retomó ese reclamo y dijo: voy a ampliar el radio de acción del Estado en la Argentina. Pero lo hizo tan mal, tan inepta y deshonestamente, que ahora volvió
a provocar ese mismo discurso de principios de los 90: el Estado no sirve...
—¿En qué ámbito ve peor a la Argentina, en lo cultural, lo socioeconómico o lo político?
—No creo que se pueda hacer esta división por ámbitos...
—Pero los cambios culturales, por ejemplo, necesitan décadas...
—Sí, pero los cambios socioeconómicos también. En l a Argentina, en los últimos treinta o cuarenta años se ha terminado de consolidar un esquema socioeconómico totalmente distinto al anterior, donde hay un cuarto de la población que está perfectamente marginada, que está fuera del sistema productivo, que sabe que no va a entrar en él; que no tiene acceso a bienes culturales ni a circulaciones sociales. Eso se construyó poco a poco, y no va a ser fácil deshacerlo en poco tiempo y poder reintegrar a esa parte de la población en una sola sociedad.
—Ese es el mayor de los fracasos en la historia de los fracasos que ha vivido mi generación en los últimos cincuenta años.
—Por supuesto que en cuestiones culturales hay mucho que decir. Lo que me sigue sorprendiendo es que sigamos sabiendo simular que somos cultos. En el resto de América Latina e incluso en España piensan que somos cultos. Pero cuando mirás el sistema educativo argentino está claro que no podemos serlo.
—Aprovechando que reside en Europa, me gustaría preguntarle por la situación política actual en la Unión Europea. Sus detractores, los desencantados, la aparición de los ultranacionalismos y los populismos...
—Hay varios aspectos para analizar. En Argentina se habla a menudo de ciertas crisis europeas. Por ejemplo, antes se usaba mucho la crisis española como una forma de decir que aquí no estamos tan mal. Hay que aclarar que una cosa es una crisis transitoria de un país que cuando la tuvo era uno de los diez más ricos del mundo; y otra cosa es una crisis permanente, o ya no crisis sino una reconfiguración de un país que está en el puesto número cuarenta o cincuenta de la economía mundial.
Aquí la crisis existe en sec- tores que no tienen trabajo, los jóvenes no tienen trabajo, hay mucho empleo en negro, o gente que depende de sus circuitos o redes familiares. Pero eso sucede en un país que ahora posiblemente esté en el puesto doce o trece y que, por lo tanto, tiene una infraestructura suficientemente organizada para sostener todo eso y no caer en el desastre en el cual sabés que por tres generaciones no vas a salir del barro... no vas a tener educación, trabajo, etc. Es un nivel radicalmente distinto.
A pesar de esta crisis más ligera, hay mucha gente desencantada con el proyecto europeo y algunos de ellos se han volcado a apoyar los nacionalismos
A mí, para empezar, la
Martín Caparrós nació en 1957 en Buenos Aires. estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Se inició en periodismo en el diario Noticias.
Recibió el Premio Rey de España, el Herralde, por Los Living y el Planeta, por Valfierno.
Desde la aparición de Ansay o los infortunios de la gloria se convirtió es un escritor prolífico, con más de diez novelas.
Además, trabajó en radio y en televisión, en clásicos como Sueños de una noche de Belgrano o El monitor argento. Unión Europea, más allá de sus detalles que son muchos y muy discutibles, me parece uno de los mayores logros de las últimas décadas. Un continente que pasó su historia haciendo que poblaciones se mataran unas a otras, donde hasta hace sesenta años todavía estaban masacrándose los unos a otros, ahora puede convivir sin fronteras; que entre Alemania y Francia una persona pueda pasar sin que alguien lo pare, le diga aquí hay una raya, me parece extraordinario.
Creo que mucha gente perdió esa mística posible y que sus vidas cotidianas seguían siendo parecidas, y entonces escuchó a líderes sociales y políticos que recurrieron a lo que se puede decir cuando no hay nada que decir, que es el nacionalismo. El nacionalismo es el remedio que aparece cuando falta un sentido de meta, de objetivo.
Y como hay problemas, y los problemas pueden fácilmente achacarse al extranjero, entonces aparecen esos argumentos para potenciar el nacionalismo.
“En la Argentina, en los últimos 30 o 40 años se ha terminado de consolidar un esquema socioeconómico donde hay un cuarto de la población que está fuera del sistema productivo.” PLUMAY PALABRA
—Esa tesis se puede aplicar a países como el Reino Unido, que se fue de la Unión Europea y donde hay un buen estándar de vida, o igualmente a Holanda. Pero en Italia, España o Grecia, donde está más claro el deterioro económico, ¿no habla eso de un desencanto con las políticas económicas de la Unión Europea?
—Sí hay, por supuesto, un
—Yo no lo sabía. No voy a sumarme a esa legión de profetas ex post facto. Mas allá de lo caricaturesco de Trump, a mí me sorprende que haya servido retrospectivamente para producir un Estados Unidos maravilloso antes que él. Por oposición a él, el Estados Unidos anterior pasó a ser un lugar extraordinario, un paraíso que nunca existió. En una nota que escribí aquí, yo daba toda una serie de datos sobre cómo era el país antes de Trump, y nada de esos datos permite imaginarse el paraíso que ahora suponemos. Durante la administración de Obama deportaron a millones de personas.