Giovanni Sartori, mi amigo
Ha fallecido Giovanni Sartori, uno de los pensadores más destacados que diera el siglo XX. Para quienes tuvimos el honor y el placer de tratarlo, a la pérdida que esto significa para el mundo de las ideas se suma el dolor personal por su partida.
Me unía al gran maestro italiano una amistad forjada en numerosas conversaciones que mantuvimos a lo largo de los últimos veinte años. Como muchos de sus coterráneos florentinos, tenía ese don de la expresión certera, con no pocas salidas inesperadas, y sabía ser punzante en la polémica, a la que nunca rehuyó. De esto último dan cuenta tanto sus libros como sus frecuentes columnas periodísticas, en que con gran profundidad y fuera de los caminos trillados supo anticipar, como es propio de los intelectuales que marcan la historia del pensamiento, temas y problemas que apenas estaban asomando en el horizonte.
Sus trabajos contribuyeron a que los estudios de la realidad política se convirtieran efectivamente en ciencias políticas. Desde su primera obra publicada, Democrazia e definizioni, de 1957, hasta su ya clásico Qué es la democracia, sus aportes a la teoría de los regímenes políticos contemporáneos y de los sistemas de partidos integran la historia del pensamiento mundial. Su Homo videns. La sociedad teledirigida, texto señero en el tratamiento de los cambios y problemas surgidos en lo que suele llamarse la “sociedad mediática”, constituye una obra ineludible y, al mismo tiempo, un ejemplo de la audacia y el rigor intelectuales de Sartori.
En su larga trayectoria fue profesor de prestigiosas universidades, como la de su Florencia natal y las estadounidenses de Stanford y Columbia, y otras igualmente relevantes, como la Universidad Autónoma de México, la de Georgetown, la Complu- tense de Madrid y nuestra Universidad del Salvador, se honraron al otorgarle sendos doctorados honoris causa. Un recuerdo que deja huella Viene a mi memoria una ocasión que creo sirve para retratar cabalmente la figura de Giovanni Sartori. Un viaje que realicé a Italia coincidió con una oportunidad en que hizo una exposición ante el Senado, del que era miembro vitalicio como académico. Sus palabras fueron motivo de un intenso y respetuoso debate, en el que pude advertir que Obviamente, dado el estado físico y las edades de quienes estábamos ahí, le contestamos que no.
—Yo tampoco –fue su comentario. Y prosiguió –: El potro tecnológico está para quienes hoy son niños. Todo ese nuevo conocimiento va a ser tomado y desarrollado por los jóvenes, y aun por los niños, para ponerlo al servicio integral del hombre en su faz material y espiritual.
Ante esta reflexión me vinieron a la mente algunas actitudes de los niños, como mis nietos, para quienes algunos conceptos o valores que vemos como normales son incomprensibles o, incluso, aberrantes. Para ellos, todo este mundo tecnológico no es un conflicto, sino que, habiendo nacido con él, les resulta inherente a su vida cotidiana. Y comprendí la agudeza y profundidad del pensamiento de Sartori, y su capacidad para expresarlo de manera clara y accesible.
Quiero rendir, entonces, tributo a este gigante pensador del siglo XX, que supo avizorar los desafíos que deben afrontar los hombres del siglo XXI, aunque muchas veces no fue comprendido. Sus enseñanzas contribuyen a iluminar el porvenir.
¿Cómo es el vínculo de intercambio entre un político y un filósofo? Eduardo Duhalde describe esos diálogos con el pensador fallecido y cómo fue influenciado por sus ideas.
*Ex presidente de la Nación.