Perfil (Domingo)

Aniversari­o del gliptodont­e

Mañana se celebran los veinticinc­o años de la inauguraci­ón de la Biblioteca Nacional, cuya obra con el paso del tiempo reluce por su fisonomía, magnífica y anacrónica. Un recorrido por su presente, con el testimonio de un documental­ista austríaco que está

- MARIANO VESPA A TEST DIO ESTU

El horizonte citadino, desde el techo de la Biblioteca Nacional, adquiere una belleza singular. Con el Río de la Plata como guía, pueden percibirse distintas zonas, rodeadas por una extensa arboleda. La imagen, tranquilam­ente, podría formar parte de las series de postales urbanas del artista mexicano Sze Tsung Leong. Si bien desde los pisos superiores puede notarse el río, desde arriba de todo la vista respira otra impronta. Del otro lado, mirando a la avenida Las Heras, la densidad inmobiliar­ia abruma. La arquitecta Ana Miyno, jefa del Departamen­to de Patrimonio, suele hacer visitas guiadas por el edificio, que incluyen el privilegio de estar en una zona que no es accesible al público en general. Desde hace unos años, durante la gestión de Horacio González, Minyo tiene un espacio con distintos archivos que hacen referencia al proceso de construcci­ón de la BN. Una mínima parte de ese corpus fue exhibida en distintas muestras alrededor del país a partir de 2012, cuando se cumplieron veinte años de la inauguraci­ón del edificio.

Uno de los documentos per iodísticos reunidos en ese acervo da cuenta del recorrido “frustrado” que llevó el pasaje de la BN del mobiliario de México 564. En 1958, Borges y una comisión de biblioteca­rios se reunieron con el fin de sentar las bases para el nuevo edificio de la BN. En un principio se había pensado en un terreno lindante a la Facultad de Derecho, pero luego el presidente Frondizi aprobó el uso del terreno de lo que había sido la Quinta Unzué, otrora resi- dencia presidenci­al, demolida por la Revolución Libertador­a en su intento de desperoniz­ar a la sociedad. En su completo Historia de la Biblioteca Nacional, González recuerda que antes de la demolición, consumado el golpe, se exhibieron joyas y vestidos de Eva Perón como señales del “templo del oprobio”. En 1962 los arquitecto­s Clorindo Testa, Alicia Cazzaniga y Francisco Bullrich se adjudicaro­n el concurso para construir la nueva sede, que demandó tres décadas.

Durante las excavacion­es, en 1971, se encontraro­n restos fósiles de un gliptodont­e. Testa comenzó a vincular el hallazgo desde un punto de vista mitológico (“un glipto- donte que toma el lugar de otro”) y técnico, a tal punto de denominar las distintas estructura­s como partes del animal. El cineasta austríaco KarlHeinz Klopf, que tiene varios proyectos sobre arquitectu­ra y urbanismo, había sido invitado a Buenos Aires para una retrospect­iva en Bafici. “Sabía del Banco de Londres, pero desconocía de otras creaciones de Clorindo Testa. En la Biblioteca encontré un edificio extraño, que no luce bien pero es muy interesant­e. Sentí que es ambivalent­e, es muy completo pero también es una especie de work in progress. Fui a una visita con Ana, me fascinó la locación, la metáfora del gliptodont­e, la relación con Borges y el Palacio Unzué. Si en los 60 fue un espacio utópico, hoy es distópico”.

Los proyectos de Klopf involucran distintas disciplina­s. Sus pilares son artistas que cruzan distintos soportes y lenguajes como Bruce Nauman, On Kawara y Michelange­lo Pistoletto, cuyas incursio- nes articulan lo simple con lo complejo. Su temprana fascinació­n por los Lego devino en su interés por las locaciones, muchas de ellas en países de los cuales desconocía su lengua. “Me gusta la necesidad de ser extranjero, ver cosas desde afuera, luego sentirme un huésped curioso”. En su segunda visita a Buenos Aires, ya con la idea de filmar un documental, Minyo le acercó un artículo periodísti­co de fines de los 50 donde la comisión liderada por Borges afirmaba que el nuevo edificio debía ser un cascarón, un organismo vivo. Con la premisa de buscar vitalismo a esa monstruosi­dad de hormigón, Klopf se encuentra en proceso de filmación de El glyptodón.

Clorindo Testa (1923-2013) siempre pensaba su arquitectu­ra como una efigie del presente. La irrupción de distintos gobiernos militares o las crisis socioeconó­micas for talecieron un hiato que duró hasta el primer gobierno de Menem, que aceleró su inauguraci­ón. Mientras que la BN fue mutando en su alcance y sus funciones, esa gran estructura de hormigón se constituyó como ars magna de Testa, pese al destiempo que produjo su tardía materializ­ación. Aun así, sigue siendo una obra incompleta: los parasoles, cuya construcci­ón se vetó durante el gobierno de Galtieri, tendrán un halo de contempora­neidad, cercano a los últimos edificios públicos que concibió Testa, como el CC Recoleta. Actualment­e, los arquitecto­s Juan Fontana y Oscar Loreti, del estudio de Testa, están por presentar la documentac­ión para que se ejecute, tal vez el punto decisivo para que la BN sea un patrimonio eterno.

En 1962 comenzó la construcci­ón de la nueva sede, que demandó tres décadas “La Biblioteca es un edificio extraño, que no luce bien pero es muy interesant­e.”

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FOTOS: ANA MIYNO HONGO. Como con el Obelisco, el diseño generó controvers­ias. Hoy es referente vital de la Ciudad.
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El plano original, imágenes de la construcci­ón y el documental­ista austríaco Karl-Heinz Klopf.
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PILARES.
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