Aventuras del arte entre los hombres
Autora: Maureen Marozeau Género: historia Otras obras de la autora: Le douanier Rousseau, L’innocence archaïque, Art: 365 histoires pour épater la galerie Editorial: Edhasa, $ 295
Historias increíbles del mundo del arte. Da Vinci, Picasso, Van Gogh y otros
Las obras de arte pueden ser animales disecados en una pared, también espejos guardianes de una luz provocadora, meros objetos de poder desatando fantasías imposibles. También pueden ser lo que nuestras pesadillas quieran, como la necesidad de producir una que nunca nos será propia, como la identidad o la muerte misma. Por tanto, la humanidad parece reincidir en el valor del arte como una transmutación de cierta trascendencia, reconocimiento en el poseso, también en el poseído. Con la dualidad nada remedia, sino que todo es para peor: el objeto se hace fetiche y el valor una necesidad de reconocimiento, casi auto de fe. Estos pájaros conceptuales merodean Historias increíbles del mundo del arte, al punto que las sombras que proyectan ofrecen más incertidumbre que saber. ¿Cuántas obras maestras sucumbieron a los conflictos armados, revoluciones o ultrajes sociales de toda laya? La lista sería infinita, como para afirmar que apenas se exhibe una mínima parte como sobreviviente.
Una docena de ejemplos se exponen aquí. Casos entre policiales, políticos, religiosos, y también fatídicos, en todo sentido. Marozeau aprovecha el ensayo histórico para exponer las heridas del arte en su vil comercio, así como los manejos espurios de fundaciones, museos, entidades estatales, junto a intereses oscuros e ignorancias supinas. La combinación es apabullante: un tesoro de la historia del arte nos es contemporáneo porque la casualidad es tan grandiosa como magnánima. La elección es exquisita, resumiendo metodologías del saqueo, así como años (casi galácticos) para la consumación de una venganza sutil: la obra sobrevive a todo. Lacan guardaba como adolescente El origen
del mundo de Courbet. El primer politburó soviético malvendió más de 2.500 obras para solventarse. Luego Stalin competiría con sus aliados en recuperar para sí todo lo saqueado por los nazis. Mientras que El astrónomo de Vermeer fascinó a Hitler, tan ocupado en segregar el arte degenerado. Del robo de La Gioconda al ocultamiento del Guernica ante un general norteamericano en la sede de la ONU se traza la parábola de nuestra irrelevancia. ■