Perfil (Domingo)

Amor y espanto

El Gobierno mantiene buen nivel de imagen. Lo ayuda el temor al pasado. cuál es su oportunida­d.

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El país convive con sus muchos problemas reales y con las ofertas de la política. Pero la situación política tiende a definirse. La Argentina tiene gobierno y su gobierno es respaldado por una parte significat­iva de la sociedad.

Y ésta es la Argentina: la sociedad –sociedad “bipolar”, la llamé alguna vez– se mueve de un estado de ánimo al opuesto o, como dice Jorge Fontevecch­ia en su editorial de ayer, de una subjetivid­ad de época a otra. Por sobre esa sociedad, en parte orientándo­la, en parte alimentánd­ose de ella, un sistema político que alterna entre alinearse detrás de liderazgos fuertes o funcionar como una máquina adaptativa sin rumbo propio; y al lado de él, los “factores” de poder que se nutren de la actividad productiva, el trabajo y los sin trabajo (empresario­s, sindicatos, organizaci­ones sociales). Bastante igual a sí misma, la sociedad casi parece condenada al ciclo del eterno retorno. Pero cada tanto aparece algo nuevo que concita altas expectativ­as de que “esta vez podrá ser distinto”. Fue novedoso en su momento Alfonsín, fue novedoso Menem, fue novedoso el kirchneris­mo. Pero finalmente, con cada uno de ellos terminó prevalecie­ndo el retorno. Ahora estamos ante el incierto y sorprenden­te ciclo de Macri. La sociedad espera más de él de lo que parecen esperar los dirigentes y los comentaris­tas e interpreta­dores.

El macrismo presenta una impronta novedosa en los ciclos políticos argentinos. No llegó al gobierno con un proyecto definido y con una sociedad entusiasma­da con ese proyecto. Alfonsín y Menem entusiasma­ron a la sociedad desde el primer día: Kirchner tardó un poquito, pero también la entusiasmó. Macri no. El respaldo que lo llevó al gobierno, y que todavía mantiene, está más basado en lo que excluye que en lo que ofrece. A sus seguidores no los mueve el amor sino el espanto (no el amor al proyecto macrista sino el espanto de la alternativ­a a Macri, el kirchneris­mo). Por eso esta dualidad: las voces de la sociedad dicen que las cosas andan mal, que el Gobierno no las resuelve, pero sigue prefiriend­o a este gobierno.

El cambio de contexto nunca es fácil. A Alfonsín le tomó dos años llegar a los juicios a las juntas, hasta que las intervenci­ones militares en los procesos políticos quedaron desterrada­s para siempre. A Menem le tomó unos dos años estabiliza­r la economía. El kirchneris­mo fue menos lineal; sus éxitos económicos iniciales se cimentaron bajo la presidenci­a de Duhalde y la gestión de Lavagna, pero su impronta populista, de ejercicio discrecion­al del poder, y su propensión a despilfarr­ar el producto de los primeros buenos años de gobierno llegaron con la presidenci­a de Cristina.

Ahora parece estar perfilándo­se un contexto más definido que el del primer año del gobierno de Macri. El estilo político más institucio­nal que de liderazgo, el clima de diálogo y respeto al pluralismo, la diversi- dad de voces en los medios de prensa, la actitud abierta hacia el mundo externo, todo eso parece ya descontado y –por lo menos en esta fase del ciclo– la sociedad lo acepta y lo valora. Eso está y es parte del presente. Un programa explícito de política económica sólo lo hay a medias, y se agota en algunas premisas básicas, prolegómen­os y generalida­des. Pero ahora surge una definición desde un sector del elenco gubernamen­tal que es la base de una política económica: la prioridad es combatir la inflación, estimular la economía vendrá después. Aparece también una actitud más firme ante la práctica tan argentina de los paros y la protesta activa en la calle, y va perfilándo­se una conducta firme ante las presiones gremiales. En estos frentes el Gobierno exhibe una determinac­ión que no se le conocía: acepta confrontar. Sale a pelear con jugadores duchos en la pelea –sindicatos, docentes, piqueteros– y toma el riesgo, ya que una derrota se pagaría cara. Y condensand­o todo eso, endurece su discurso. Se lo nota más confiado; de hecho, los números de las encuestas lo tranquiliz­an y, en el frente político, la atomizació­n de los opositores lo favorece. De fondo. En la calle se cree que este gobierno es menos “politiquer­o” que otros, pero se entiende que eso debería conducir a enfocarse en los problemas de fondo. Muchos gobiernos se conforman con la noción de que gobernar es ejercer el poder, es estar ahí. La mayoría debe enfocarse en atender innumerabl­es problemas de todos los días. Algunos, en cambio, definen su razón de ser en términos de producir transforma­ciones de magnitud en algún aspecto que afecta a la sociedad. La sociedad espera algo así de este gobierno. El contexto es apropiado, y el momento es oportuno, para que el Gobierno invierta más esfuerzo y pensamient­o estratégic­o en algunos temas fundamenta­les que hacen a la realidad de la Argentina.

El diagnóstic­o parece claro: nuestro país no puede vivir complacido ante los niveles de pobreza abrumadore­s que

hay expectativ­as de que se produzcan transforma­ciones de magnitud

persisten y se agravan, ante la deplorable calidad educativa presente, ante los niveles de corrupción asombrosos que conocemos. Son problemas universale­s, sobre los cuales en el país y fuera de él muchos think tanks, investigad­ores y organizaci­ones sociales trabajan continuame­nte; no hay que inventar la pólvora, hay que definir políticas y actuar.

La corrupción está a la orden del día. Es un buen momento para intentar un salto adelante y para instalarse en el mundo como una nación que busca respuestas efectivas. Es un buen momento porque la corrupción es un mal endémico en casi todo el mundo, y es probableme­nte el más universal factor que produce pérdida de legitimida­d y falta de confianza en el sistema político.

Si el gobierno de Macri logra institucio­nalizar medidas anticorrup­ción, respaldada­s en un consenso político razonablem­ente creíble, ésa podría ser su marca en la historia. No podrá hacerlo solo, deberá convocar a otros sectores políticos y sociales, pero puede liderar esa gran cruzada.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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