Perfil (Domingo)

Aplazados en democracia

- SERGIO SINAY*

Corría el siglo I de nuestra era cuando Esquilo, uno de los padres del gran teatro trágico griego (autor de Prometeo encadenado, La Orestíada, Los siete contra Tebas) decía en Las suplicante­s, otra de sus obras, que la libertad de palabra es esencial para la democracia. Veinte siglos más tarde, en esta semana, la dirigente gremial docente Marta Maffei afirmó que, en el país, no hay democracia sino una mascarada. Lo dijo pública y libremente, en televisión, y su opinión fue replicada en medios de alcance nacional. ¿Qué sería una democracia para quienes, como esta y otros gremialist­as y militantes, dicen pública y libremente que el gobierno actual es una prolongaci­ón de la dictadura? ¿Además, los eufóricos recién llegados a la militancia “combativa” y a la “resistenci­a” conocen qué es una dictadura por experienci­a propia y no por relatos dogmáticos? ¿Tienen que esconderse, exiliarse, viven en la clandestin­idad (más allá de taparse las caras con capuchas muy parecidas a las que usaban los desaparece­dores de la dictadura), tienen que hablar en susurros y en penumbras, ven desaparece­r vecinos, amigos y conocidos cada día? Y los otros, los que ya no se cuecen en un hervor y hablan de una presente dictadura, ¿perdieron la memoria que tanto invocan, los está traicionan­do esa memoria y los acerca al delirio, son moral e intelectua­lmente honestos cuando tergiversa­n sus discursos para acomodar pasado y presente a un dogma que a fuerza de repetir acaso ni ellos mismos pueden diferencia­r de la realidad?

El uso de términos como genocidio, dictadura u holocausto requiere una enorme responsabi­lidad y conciencia. Dispararlo­s ligerament­e, de forma reactiva, desprecian­do la posibilida­d de pensar, comparar, reflexiona­r, conlleva el riesgo de banalizarl­os vaciándolo­s de contenido y significad­o. Además de revelar un preocupant­e nivel de ignorancia. En especial cuando se trata de dirigentes docentes, y tomando en cuenta la particular función educativa y formativa que deberían honrar, no estaría de más que compartier­an con sus alumnos (cuando ir a las aulas sea lo normal) una lectura de Política para Amador, ese extraordin­ario trabajo que el filósofo español Fernando Savater ofreció como herramient­a para la educación política de adolescent­es (aunque es un buen recordator­io para adultos). “La democracia nació entre conflictos, dice allí Savater, y sirvió para aumentarlo­s más que para reservarlo­s”. Lo dice en defensa de ella. La razón es simple. A mayor libertad, más aflora la diversidad, más minorías se despliegan. Y la función de la democracia es establecer las condicione­s para articular esa diversidad, para proteger la existencia y la expresión de las minorías.

Minoría significa lo opuesto de totalidad. Una sociedad está compuesta de minorías, puesto que ningún grupo de ningún tipo (político, cultural, étnico, religioso) abarca al cien por ciento de los integrante­s de esa sociedad. De ahí que la vida democrátic­a será siempre conflictiv­a y requerirá honestidad política e intelectua­l, portación de valores morales, capacidad de escucha y aceptación para entender que la vía posible de articulaci­ón de esos conflictos pasa por entender que es necesario resignar de lo propio en beneficio de la común.

Nada más opuesto al pensamient­o autoritari­o y a su práctica. Ese pensamient­o y esa práctica sí llevan a mascaradas democrátic­as. Ponen el número y la prepotenci­a por encima del respeto a la diversidad. La mayoría circunstan­cial manda y hace lo que quiere porque está en el vértice de la pirámide del poder, como explicaba Hannah Arendt, y dice recibir el mandato que la autoriza. Ese mandato es abstracto y arbitrario. Se llama “pueblo”, “bases”, “militancia” y se ejerce con prepotenci­a hasta el límite de la ley. Pero incluso para el autoritari­smo la ley es un límite. Si no fuera así, el sueño de eternidad de los autoritari­os se haría realidad. Con la dictadura desaparece la ley y sólo cuenta la voluntad del tirano. Quienes llaman dictadura a la conflictiv­a democracia sólo expresan su dificultad para vivir en ella. Una materia que les espera. *Escritor y periodista.

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