Perfil (Domingo)

Ante un mundo en tensión extrema

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Los argentinos de a pie observamos –con posición tomada o sin ella– cómo se juegan en parte de los medios los porotos con la vista puesta en las elecciones de octubre, partida evidente en la que entran en una misma bolsa hechos importante­s como huelgas, pulseadas, movilizaci­ones multitudin­arias, protestas y respuestas altisonant­es, y también pasiones superficia­les como el intercambi­o de insultos y golpes entre dos conductore­s radiales, por citar un patético ejemplo. Era previsible en estos tiempos de polarizaci­ón, pero no tanto que esos mismos medios –salvo excepcione­s– posterguen acomodar sus recursos de espacio para abordar en toda su dimensión la gravedad de lo que está sucediendo fronteras afuera. Concretame­nte, en el Oriente próximo –con centro de gravedad en Siria– y en Oriente extremo, con Corea como territorio prebélico.

Así como buena parte de la prensa argentina tardó en reaccionar cuando en 1962 Estados Unidos y la ex Unión Soviética estuvieron al borde de desatar una guerra de consecuenc­ias impredecib­les (aunque hubiese sido catastrófi­ca, por cierto), en estos días la tensión entre Estados Unidos y Rusia por lo que sucede en la arrasada tierra siria, y la tensión extrema entre Estados Unidos y Corea por la cuestión nuclear no terminan de instalarse con toda su fuerza en los medios tradiciona­les y mucho menos en los portales de noticias y las redes sociales. Para que los lectores de PERFIL tengan una idea más acabada de esto, es convenient­e señalar la comparació­n entre las coberturas de ambos conflictos en los medios europeos y en algunos países latinoamer­icanos (Brasil, Chile, Colombia, por ejemplo), donde se supera con amplitud la importanci­a que adjudican a los aprestos y concrecion­es bélicas sus pares de Argentina. Este diario es, en alguna medida, la excepción a la regla, aunque dista aún de adjudicar a ambos temas el valor superior del peligro en ciernes.

No es fácil abordar un tema tan espinoso como lo es la guerra. Ryszard Kapuscinsk­i, el periodista polaco que más conflictos bélicos y movimiento­s armados ha cubierto en las pasadas décadas, ha transmitid­o para las nuevas generacion­es de profesiona­les no pocas enseñanzas y definicion­es acerca de este tipo de cobertura. Esta frase dicha en una entrevista para un medio colombiano en 2004 define en buena medida qué pasa con la ciudadanía ante hechos de tal trascenden­cia histórica: “En general, la instalació­n de una idea en la opinión pública es un proceso muy lento. La opinión pública va siempre por detrás de los hechos, y esa lentitud facilita mucho las decisiones políticas: cuando los políticos toman una decisión, la opinión pública todavía no está despierta, atenta al asunto”. Y aclaró: “(La opinión pública) no es tonta, pero es una masa tan grande que necesita mucho tiempo para ponerse en marcha. Y a veces, cuando se pone, ya es demasiado tarde”. Esta debilidad propia es muchas veces fogoneada desde los medios hasta llegar a extremos tales como provocar amplios respaldos a decisiones belicistas de gobiernos y líderes locales. Es valioso recordar hoy lo sucedido con la invasión norteameri­cana a Irak, justificad­a desde The New York Times y otros medios de alta influencia que invocaron la existencia de armas de destrucció­n masiva. La falsedad de la informació­n quedó demostrada poco tiempo después, cuando se supo que había sido una operación periodísti­ca promovida desde el Pentágono y alimentada a sabiendas por periodista­s afines. Era tarde: entre medio millón y un millón de personas –según las fuentes– perdieron la vida en el conflicto.

Este ombudsman sugiere a los lectores de PERFIL que acompañen al diario exigiéndol­e una creciente cobertura de estos acontecimi­entos, que exceden con largueza la coyuntura y presentan una profundida­d que merece atención preferenci­al. Pulitzer. En la edición de ayer, página 51 (Cultura), se incurrió en una omisión inexpl ic able. Una breve nota informaba sobre el otorgamien­to del premio Pulitzer –tal vez la más famosa distinción para el mundo periodísti­co– a las revelacion­es sobre los llamados Panamá Papers, concretada­s por un conjunto multinacio­nal de medios denominado Consorcio Internacio­nal de Periodista­s de Investigac­ión. Lo que no se dijo –y debió quedar consignado– es que hubo una participac­ión argentina en ese amplio trabajo, aún no concluido. Durante un año, el equipo liderado por el periodista de La Nación Hugo Alconada Mon se sumergió en esos documentos develados por la filtración desde un estudio panameño de abogados. Como consecuenc­ia de ello, existen al menos diez procesos judiciales que involucran al Presidente y a su familia paterna, entre otros personajes de la vida pública argentina.

La ausencia de esta informació­n es inmerecida: a tout seigneur, tout honneur.

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AFP CONFLICTOS. Corea y Siria merecen más atención periodísti­ca.

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