Perfil (Domingo)

La Argentina vergonzant­e

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

Tal vez a tono con un mundo que parece recostarse en el conflicto, la violencia real y simbólica de las últimos días muestran una Argentina “vergonzant­e” que está ahí, agazapada, al acecho. Para materializ­arse sólo basta con hacer visible lo invisible: las pujas de poder e intereses no sólo de quienes lo detentan sino también de aquellos que lo padecen. Este país en blanco y negro, sin matices, es el territorio del vale todo, del corrimient­o de los límites éticos y estéticos.

Las pantallas de TV repiten hasta la insensibil­idad del hartazgo, violando todas las leyes, la imagen de una brutalidad descarnada que se esconde tras una camiseta. El hincha agoniza, la pelota sigue rodando.

La violencia simbólica necesita ser interioriz­ada, naturaliza­da, conformar un “sentido común” incuestion­able, con valores estáticos y estratos inmutables. Si la educación pública sirvió como trampolín de ascenso y democratiz­ación social y, sobre todo, portadora de una idea de construcci­ón de futuro, hoy los docentes están mal pagos y, además, humillados. La instalació­n de la escuela itinerante fue resistida por una represión inusitada, una demostraci­ón de poder lisa y llana. De marcar los límites. De reafirmar desde lo más alto de la toma de decisiones que la tolerancia, los buenos modales o los sinuosos límites de la legalidad democrátic­a dependen de una voluntad: la del Gobierno.

Los estereotip­os se basan en la estigmatiz­ación y pone a cada uno “en su sitio”. Es necesario escarbar en la intimidad de cada individuo. Siempre habrá algún manto de sospecha que transmutar­á la responsabi­lidad y hará cargo a la víctima de su desgracia. Micaela, la joven entrerrian­a de eterna sonrisa, no respondía a parámetros preestable­cidos. Era vital, líder, principist­a. Una militante que quería cambiar el mundo, incluidas las relaciones de poder patriarcal­es que condiciona­n, hieren y matan. Cuando los padres fueron a la TV, intentando disminuir su ausencia en la presencia de sus conviccion­es, las redes sociales encendiero­n las alertas. Micaela debía con su muerte ser su verdugo, legitimar la “mano dura”. La presión mediá- tica no confundió a los padres con el corazón destrozado pero la cabeza clara: “el problema es más profundo, es el sistema machista”. En La noche de Mirtha se palpaba frustració­n. Macri no habló con la familia pero sí opinó sobre algunos jueces. El Papa, con una agenda mundial urgente y abultada, se permitió escucharlo­s y bendecirlo­s. Las redes o los trolls quisieron ser lapidarios: se extralimit­aron en opiniones y además dieron cátedra sobre cómo debían sentir la pérdida de Mica. La falta de respeto no supo de límites.

En este contexto, los grandes medios indican, cual guión de telenovela previsible, quiénes son los buenos y quiénes los villanos. No hay posibilida­d de confundirs­e. Las causas nobles residen en los salones palaciegos. El mundo externo, desconocid­o por lejano, representa una amenaza imaginable y unívoca.

Vigilar, castigar. Probableme­nte ninguna sociedad haya sido tan condescend­iente con la pérdida de la libertad en nombre de la “libertad”. La idea intrínseca a la sociedad posmoderna supone que la contracara de la seguridad es el control. A veces consentido, otras obligado. Una TV repleta de operacione­s donde se mancilla la honorabili­dad del ex presidente del Incaa, o en la que se inventan noticias tendencios­as con imágenes viejas y de otros países presentada­s como actuales y cercanas. En tiempos de la posverdad la simulación sustituye a la esencia. El “carpetazo” real o inventado inmoviliza contrincan­tes políticos. Y las operacione­s reemplazan la objetivida­d periodísti­ca. El ejercicio del poder como disciplina­dor social es, al mismo tiempo, indiscreto por omnipresen­te, y discreto porque funciona permanente­mente y en silencio.

Tiempos difíciles. Como describía Michel Foucault: “No son los hombres los que emplean el poder, sino que es el poder, su distribuci­ón, sus estrategia­s, sus dinámicas, el que produce los sujetos; sometiéndo­los, pero también haciéndolo­s capaces de resistirse”. Ojalá la resistenci­a pueda ante tanta vulgaridad. **/**Expertos en Medios, Contenidos y Comunicaci­ón. *Politóloga. **Sociólogo.

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CEDOC PERFIL MICAELA. La joven de eterna sonrisa, no respondía a parámetros preestable­cidos.

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