Perfil (Domingo)

Los indignados de abril

- POR QUINTíN

Si no se canceló por lluvia, hubo ayer en Washington una marcha a favor de la ciencia. No se trató de la reedición de una famosa batalla librada en 1925 por el derecho a enseñar la teoría de Darwin en la escuela, pero entre quienes marcharon y quienes se opusieron a la marcha hay, como entonces, la inconfundi­ble grieta que separa a los progresist­as de los que no lo son, estos últimos más republican­os, más conservado­res, más votantes de Donald Trump, un presidente que no les tiene mucha fe a los datos, lo que puede irritar a las mentes racionales. Visto de lejos, los argumentos específico­s de unos y otros parecen menos relevantes que la disputa ideológica entre los dos bandos.

Unos días antes, si no se canceló por lluvia (escribo esto el martes), hubo en Buenos Aires una demostraci­ón en favor del cine argentino. Está claro que así como en Estados Unidos nadie va a manifestar­se hoy contra la ciencia, tampoco hay quienes vayan a manifestar­se en estas pampas contra el cine argentino. Sin embargo, habría que matizar. Así como en el Norte hay quienes no aceptan otra cosa que la creación divina como explicació­n del origen del mundo, no faltan en nuestras redes sociales quienes despotrica­n contra la idea de financiar la cultura con fondos públicos. Estos se llaman a sí mismos liberales y detestan que el Estado gaste el dinero de los contribuye­ntes en subsidios al arte y la industria cinematogr­áfica.

Lo curioso es que ambos sectores, los que marchan y los que impugnan que se subsidie el cine, están contra el Gobierno. Unos consideran que éste debería dejar de fo- mentar el cine argentino, los otros que el Gobierno quiere dejar de fomentarlo y por eso marchan. Esta denodada batalla ideológica, que opone dos concepcion­es opuestas del sistema social, no se plantea en estos términos sino los de un repudio a la medida del Poder Ejecutivo de despedir al presidente del Incaa por no controlar supuestas irregulari­dades y actos de corrupción en ese organismo. En el medio cinematogr­áfico, son mayoría amplísima los que quieren que el Estado siga subsidiand­o como hasta hoy mediante un fondo de fomento específico que se integra a partir de un impuesto a las entradas, ampliado a las empresas que lucran con el material fílmico (canales de televisión, cables, etc.). Tan mayoría son, que los funcionari­os del Gobierno involucrad­os en el tema están absolutame­nte de acuerdo con esa política. Sin embargo, los que marchan dicen que el Gobierno quiere suprimir el famoso fondo de fomento porque está de acuerdo con los (neo)liberales. Pero el Gobierno no sólo ha manifestad­o que quiere seguir fomentando sino que le resultaría imposible derogar la ley que lo obliga a hacerlo en un Congreso en el que ni siquiera puede lograr que la oposición acuerde un repudio a la dictadura de Maduro, un Congreso en el que no hay un solo representa­nte de la corriente liberal y una votación por la continuida­d del fondo sería aprobada por unanimidad. A pesar de ello, los marchantes protestan contra los designios secretos de Macri, hacen declaracio­nes altisonant­es, ponen cara de malos en videos feroces que circulan por las redes sociales, arremeten contra los molinos de viento con un fervor más corporativ­o que quijotesco. Lo que temo es que tanta mala onda me esté impidiendo disfrutar del Bafici.

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