Perfil (Domingo)

De Calígula a Groucho Marx

- SERGIO SINAY*

En 1937, mientras vivía en Argelia, Albert Camus escribió la que sería su primera pieza teatral. Calígula. Estrenada en París en 1945 y reescrita una y otra vez hasta su versión final de 1957, es un impresiona­nte texto que pone en el emperador romano el absurdo de la existencia (tema esencial en Camus) y las formas desesperad­as y ciegas de rebelión en busca de una imposible inmortalid­ad. En la novena escena del primer acto, Calígula propone obligar a los ciudadanos ricos a testamenta­r en favor del Estado para pasar de inmediato a ejecutarlo­s con cualquier excusa y quedarse con sus bienes. Sus funcionari­os vacilan ante el demencial plan, y él los apura: “Si el tesoro tiene importanci­a la vida humana no la tiene (...) deben admitir este razonamien­to y considerar que la vida no vale nada, ya que el dinero lo es todo”.

Este parlamento continúa por esa vía hasta alcanzar una intensidad que asusta. En otro contexto, y sin llegar a cimas tan brutales, la matriz del pensamient­o de Calígula repica en la situación política actual. Podría traducirse así: si estamos en un año electoral y lo más importante son los votos, todo vale, porque esos votos son más importante­s que ciertos principios, que las necesidade­s reales (no siempre marketiner­as electoralm­ente) de los ciudadanos, que promesas incumplida­s de anteriores campañas, y que lo cuestionab­le y oportunist­a de muchas alianzas de ocasión en las que se alteran las leyes naturales y el agua y el aceite se juntan.

Si los votos son lo más importante, las políticas de Estado pueden esperar, los parches se multiplica­n, lo urgente se impone a lo importante, el enemigo de ayer es el socio de hoy y el compañero de ayer es el traidor de hoy. Si se es opositor, se puede borrar toda traza de vergüenza y de moral, hacer de cuenta que no se tiene pasado (aunque éste sea reciente) y cacarear contra cuestiones que son responsabi­lidad propia nunca saldada (llámense corrupción, pobreza, conversión del Estado en aguantader­o, etcétera). Todo vale.

Con virulencia creciente esta matriz se reproduce cada dos años, porque en la Argentina se vive de campaña en campaña mientras todo, especialme­nte lo cualitativ­amente prioritari­o, puede esperar, postergars­e, ignorarse, tergiversa­rse o cancelarse. Presidenci­ales o legislativ­as, las elecciones se suceden. Apenas termina una empieza la búsqueda de revancha o confirmaci­ón en la próxima. Suben los niveles de enfrentami­ento, de especulaci­ón, los carpetazos de ida y vuelta, los escraches, los discursos manipulado­res, la mentira y los linchamien­tos en las redes sociales. La lógica de Calígula (“He decidido ser lógico”, brama el emperador en aquel texto, antes de hacer efectiva su propuesta) aletea en el aire, a cargo aquí de personajes mucho más perecedero­s y ordinarios. En años electorale­s a muchos de ellos (independie­ntemente de su color o pertenenci­a política y de la importanci­a de sus cargos o aspiracion­es) les cabría también la lógica de Groucho Marx. “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

Todos los involucrad­os se llenan la boca con palabras que en sus labios pierden contenido, como “gente”, “vecinos”, “pueblo”, “ciudadanos”, etcétera. A quienes gobiernan cabe preguntarl­es por qué, si es sincera su preocupaci­ón por estas abstraccio­nes colectivas, no se ocupan de atender prioritari­amente esas necesidade­s en tiempos no electorale­s. Por qué se postergan decisiones duras (que es sabido que se tomarán al día siguiente de los comicios) y se aceleran proyectos visibles y vendibles (los que no lo son siguen en lista de espera) para mostrar “gestión” antes de las elecciones. La respuesta es porque todo vale. Y a los opositores se les podría inquirir por qué no hicieron cuando tenían los medios y el poder aquello sobre lo que declaman hoy con tanto énfasis y fingida clarividen­cia en sus cínicos discursos. Respuesta cantada: porque todo vale.

Mientras despunte la lógica de Calígula y se confunda a la ironía de Groucho con un consejo a seguir, cada año electoral continuará siendo uno más entre los años perdidos para una Argentina posible, en caso de que ésta existiera. *Escritor y periodista.

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