Perfil (Domingo)

Un imán para el descontent­o

El fenómeno del retorno de la ultraderec­ha alemana no es algo temporal. será entonces un desafío para los partidos políticos tradiciona­les recuperar el pulso.

- FRANCO DELLE DONNE*

La ultraderec­ha en Europa es un fenómeno que crece progresiva e ininterrum­pidamente desde hace más de una década. Francia con Front National de Marine Le Pen, Holanda con el PV V de Geert Wilders, Italia con la Lega Nord e Inglaterra con el UKIP son sólo algunos de los países del Viejo Continente en los cuales los partidos de ultraderec­ha ganan terreno y mejoran sus rendimient­os electorale­s. Hasta hace cuatro años la ultraderec­ha en Alemania no era más que un grupo minúsculo de partidos y organizaci­ones con muy poca injerencia en la vida política. Parecía que luego de la experienci­a nacionalso­cialista en el país germano ya nunca más iba a haber lugar para una nueva ultraderec­ha con poder real en el espectro político alemán. Una fuerza política con expresione­s xenófobas, antisemita­s y ultranacio­nalistas ya no podría ganarse el voto de los alemanes. Sin embargo, algo ha cambiado en Alemania.

La creación del partido Alternativ­a para Alemania (AfD) ha marcado el retorno de la ultraderec­ha al escenario político alemán. Con él, no sólo se ha quebrado un tabú en la sociedad, sino que se han puesto de manifiesto los problemas de un sistema de partidos políticos que para muchos alemanes está en deuda con su población. El descontent­o y el descreimie­nto hacia los otrora partidos mayoritari­os han sido aprovechad­os por los ultraderec­histas de AfD. Y lo han hecho con gran éxito. Luego de quedar al borde de ingresar al Parlamento Federal en 2013 (obtuvo el 4,7% de los sufragios), AfD participó en 11 elecciones regionales y en las europeas. En todas logró la representa­ción parlamenta­ria cosechando resultados que llegaron hasta el 24% de los votos. Actualment­e los ultraderec­histas poseen 154 diputados en dos tercios de los parlamento­s regionales alemanes.

Frente a este panorama, las preguntas claves son: ¿por qué la ultraderec­ha experiment­a este crecimient­o y cuál es la perspectiv­a a futuro? En el libro El retorno de la ultraderec­ha a Alemania se marcan dos elementos fundamenta­les para entender el crecimient­o y la consolidac­ión de AfD. El primero tiene que ver con la conformaci­ón del arriba mencionado clima de malestar en un sector de la población germana. Si bien el desempleo apenas supera el 7% y la economía es bien valorada por los ale- manes, incluyendo su propia situación económica, existen muchos que se ven a sí mismos como los perdedores del sistema. Son los que piensan que ya no son escuchados, los descontent­os, los descreídos, los que ya no confían en la política ni en los políticos, los que sufren el miedo de perder lo que tienen. Son los indignados. Históricam­ente, este grupo se ha refugiado en el abstencion­ismo o en opciones políticas marginales. Y es justamente por ello que para los partidos políticos tradiciona­les nunca se habían presentado como un problema. Hasta ahora.

El segundo elemento que marca el ascenso de AfD consiste en su capacidad para percibir la existencia de este grupo y en elaborar una comunicaci­ón política muy eficiente que le permitió capitaliza­r ese descontent­o social. Los ultraderec­histas son muy hábiles para identifica­r temas que preocupan a muchos alemanes. Y además poseen la astucia para definir los términos en los cuales se discute sobre ese problema. Esa capacidad de ejercer el framing, es decir, de imponer marcos interpreta­tivos sobre los temas de agenda, ha sido clave para erigirse como “el único partido que dice lo que los demás no se atreven a decir”. Esto los ha llevado en reiteradas ocasiones a sobrepasar los límites de lo políticame­nte correcto y quedar expuestos frente a la opinión pública. Así fue como el líder de AfD en el estado de Thüringen llegó a decir que el monumento a las víctimas del Holocausto en Berlín era una “vergüenza”. La líder del partido Frauke Petry también cruzó esa línea cuando se manifestó públicamen­te a favor de abrir fuego contra los refugiados que crucen la frontera porque “así lo marca la ley”.

Tales expresione­s ya no reciben la condena social unánime que hace al menos cinco años hubiesen recibido. Hoy en Alemania existen otros problemas más urgentes, al menos para el 10% de la población que, según las encues- tas, votarán a AfD en septiembre próximo. Inmigració­n, refugiados, islam, terrorismo, crisis europea, criminalid­ad son algunos de esos temas. Todos ellos fueron hegemoniza­dos comunicaci­onalmente por AfD.

Para los partidos políticos tradiciona­les, especialme­nte para los mayoritari­os, el crecimient­o de la ultraderec­ha ha sido un verdadero dolor de cabeza. La Unión Demócrata-Cristiana (CDU), el partido de la canciller Angela Merkel, ha sido el primero en sufrir por el nacimiento de AfD. En principio, por competir detrás del mismo objetivo: el electorado conservado­r. Pero en especial, por las consecuenc­ias del debate en torno a la llegada masiva de refugiados en 2015. El trasvase electoral desde la CDU hacia los ultraderec­histas fue tremendo. Incluso en algunas regiones de la ex RDA. AfD llegó incluso a superar al partido de la canciller. Actualment­e la imagen de Merkel se está recuperand­o y con ello los votos de los que huyeron hacia la ultraderec­ha hace dos años. El otro partido mayoritari­o, el socialdemó­crata (SPD), tampoco salió ileso de la llegada de AfD. Si bien fue un efecto algo posterior en el tiempo, el impacto no fue menor ya que golpeó el orgullo socialdemó­crata: algunos votantes decían inclinarse por A fD porque creían que defendían mejor la bandera de la justicia social. “AfD no soluciona los problemas, pero al menos los menciona”, reza una frase con la que concuerdan más del 50% de los alemanes. Con ella dejan de manifiesto que el SPD, otrora partido de los trabajador­es, olvidó sus raíces y sólo defiende sus intereses corporativ­os.

El panorama es complejo. Existen grandes chances de que se reedite la gran coalición, es decir, la alianza entre conservado­res y socialdemó­cratas, y por consiguien­te gobiernen por cuatro años más. Esto beneficiar­á a la ultraderec­ha ya que legitimará su discurso de campaña: “Son todos lo mismo, la verdadera alternativ­a somos nosotros”. Con ello reforzaría su condición de imán para el descontent­o. Este escenario abona la teoría de que el fenómeno del retorno de la ultraderec­ha a Alemania no es algo temporal. Será entonces un desafío para los partidos políticos tradiciona­les recuperar el pulso social y replantear­se su forma de hacer política y su comunicaci­ón con los ciudadanos. *Consultor en comunicaci­ón y residente en Berlín desde hace siete años. Coautor del libro

 ?? AP ?? BANDERAS. “La verdadera alternativ­a somos nosotros”, dicen.
AP BANDERAS. “La verdadera alternativ­a somos nosotros”, dicen.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina