Perfil (Domingo)

Un claro consenso social

El 2x1 reveló una sociedad coincident­e y se da en paralelo con el rechazo a la impunidad de la corrupción política.

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Es difícil saber con certeza qué pensaron los miembros de la Corte sobre las consecuenc­ias políticas de la decisión que terminó en un fallo dividido sobre la reducción de penas. Lo que inicialmen­te parecía ser una tormenta de efectos impredecib­les –y posiblemen­te negativa para el gobierno nacional– terminó en una demostraci­ón de consenso social y político como hace tiempo no ocurría en la Argentina. La calle y el Congreso, el Poder Ejecutivo y no pocos miembros del Poder Judicial, todos se mostraron de acuerdo. Atrás queda el debate, sustantiva­mente relevante pero políticame­nte inoportuno, sobre los fundamento­s jurídicos –técnicos y filosófico­s– de la decisión que avalaron tres miembros de la Corte. La Argentina ratifica su alineamien­to en la gran corriente transnacio­nal para la cual los derechos humanos son un tema prioritari­o en la agenda pública.

No es frecuente que la sociedad argentina alcance instancias de unanimidad como esta. Por cierto, no faltaron intentos de politizar el tema. No faltaron amagos de atribuir motivacion­es politiquer­as a los jueces que fallaron en mayoría, y de acusar al Gobierno de haber instigado el fallo. Pero todo eso se disipó rápidament­e, la multitudin­aria marcha fue absolutame­nte impecable desde el punto de vista del orden público, los dirigentes más combativos se automodera­ron, y enseguida el Congreso produjo –con rapidez y unanimidad sorprenden­tes– la ley que reencauzó el tema de la reducción de penas.

Algunos hoy parecen proclamar que “aquí no ha pasado nada”. Pero ha pasado algo, y no es algo menor: la sociedad argentina encontró un punto de acuerdo, y lo ha hecho en pleno año electoral. En el balance, este consenso sobre lo actuado por los represores, torturador­es y secuestrad­ores de los años 70 es un paso adelante, porque contribuye a despojar el tema de los derechos humanos de ingredient­es de política menor y a instalarlo entre los capítulos no discutible­s de una agenda nacional. Es un consenso que no anula genuinos debates y diferencia­s en la apreciació­n de los hechos históricos, no exime a nadie de responsabi­lidades y culpas, no cierra causas pendientes, no excluye criterios humanitari­os en la aplicación de la ley, no da por clausurado el juicio de la historia sobre cada uno de los actores, no proclama ninguna supremacía política o moral de unas visiones sobre otras. Pero establece un principio fundamenta­l compartido: los crímenes aberrantes deben ser penalizado­s y sus culpables deben ser castigados, la noción de delitos de lesa humanidad es aceptada por la sociedad; el principio expresado en la consigna “nunca más” es un consenso en la sociedad y en la política argentinas.

Y, se ha visto, la sociedad acepta verse a sí misma pensando de la misma manera sobre un tema de fondo.

Otro tema avanza a pasos acelerados en la escena nacional: la corrupción. La impunidad es cada vez más costosa y difícil de sobrelleva­r. Se trate de quien se trate. Está claro que a veces pagarán justos por pecadores, que a veces los culpables seguirán disfrutand­o de la impunidad que los ampara. Pero el rigor de la ley debe alcanzar a todos por igual. La política tendrá que adaptarse a ese principio.

En este plano la Argentina no es un caso atípico. El mundo entero está recorrido por una ola de “destape” de hechos y responsabi­lidades que habitualme­nte quedaban debidament­e archivadas; muchas sociedades a lo ancho y a lo largo del planeta están exterioriz­ando sus expectativ­as de que las cosas cambien. En la región, Brasil lidera la tendencia y, además, los procesos en ese país contribuye­n a desencaden­ar los de otros países. Parece que a la Argentina le llegó la hora en esa dirección.

Ante todo esto, se entiende, el Gobierno no es un mero espectador pasivo. Estas cosas lo alcanzan y podrán alcanzarlo, por definición, en grados imprevisib­les. El caso del 2x1 puede ser visto como una evidencia de que el Gobierno no puede eludir lo que le toca, y que cuando lo asume sin esconder la cabeza posiblemen­te termina fortalecid­o en el plano político. Parece estar en la estructura constituti­va del presidente Macri su disposició­n a no escabullir­se cuando el torbellino lo encuentra en su camino. Esa es una de sus fortalezas; los indicios que surgen de las encuestas de opinión pública sugieren que eso contribuye a consolidar su capital político, tan expuesto a riesgos en otros frentes. Eso es transparen­cia. Si el Gobierno se aviene a jugar abiertamen­te con la carta de la transparen­cia, aplicándol­a sin dobles estándares a adversario­s y a amigos, probableme­nte cosechará más éxitos que algún inevitable disgusto.

Todo esto cobra vigencia particular­mente ahora que, por un lado, la presión judicial crece incesantem­ente sobre la ex presidenta y varias otras figuras representa­tivas del anterior gobierno, com

prometiend­o las chances electorale­s de su sector. Y, por otro lado, los misiles que se disparan desde las trincheras del caso Odebrecht en Brasil llueven indiscrimi­nadamente alcanzando a personas conspicuas del actual gobierno argentino. El caso resonante estos días es el de Gustavo Arribas; y está lejos de ser el único.

Con vistas al proceso electoral, más allá de la informació­n de distintas encuestas que empiezan a mostrar algunas divergenci­as relevantes, se ve que cada sector político enfrenta sus propias dificultad­es para definir las candidatur­as. A la manera del electo presidente francés, Emmanuel Macron, el gobierno argentino parece decidido a impulsar sus propios candidatos sin abrir demasiado el juego. Su objetivo es consolidar su respaldo parlamenta­rio a partir del próximo Congreso, reduciendo su dependenci­a de las negociacio­nes intra e interbloqu­e. Todo indica que se siente seguro en ese camino. El peronismo enfrenta una dispersión aparenteme­nte sin solución y, como si eso fuera poco, tiene que procesar situacione­s difíciles como la que ahora compromete a Daniel Scioli, y administra­r como puede los efectos de los movimiento­s autónomos de la ex presidenta. Para el gobierno nacional ésas son buenas noticias.

La presión judicial crece sobre la ex presidenta y también se aprecia en el caso Arribas

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DIBUJO: PABLO TEMES

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