Perfil (Domingo)

Cambiar la meta de inflación sería un error

- DIEGO GIACOMINI *

La inflación de abril 2017 (según el Indec) se ubicó en 2,6%, acumulando +9,1% (29,7% anual) en el primer cuatrimest­re. Se plantea que el BCRA debe subir la meta de inflación para mostrar cumplimien­to y sincerar la “inexorable” mayor inflación. De acuerdo con esta visión, mayor laxitud monetaria permitiría “lubricar” la economía generando más actividad.

Cambiar la meta sería un grave error por cinco razones:

* Primero, la meta es una regla de objetivos, es decir una institució­n sobre la que se edifica la política monetaria. Por consiguien­te, cambiar la meta de inflación es quebrantar una institució­n de la República violentand­o una regla.

* Segundo, cambiar la meta de inflación sería violar la independen­cia del BCRA, lo cual tiene costos en términos de credibilid­ad y reputación. Menos credibilid­ad y reputación incrementa­n las expectativ­as de inflación y el piso de la inflación observada. Es decir, subir la meta no permite cumplir, sino que sirve para que el piso del incumplimi­ento sea más elevado.

* Tercero, relajar la meta de inflación y flexibiliz­ar la política monetaria no sirven para estimular la actividad y el empleo. Los economista­s que proponen cambiar la meta y flexibiliz­ar la política monetaria están tan equivocado­s que se autocontra­dicen. Por un lado, proponen cambiar la meta para igualarla a las expectativ­as de inflación y a la (supuesta) inflación observada, lo cual implica que el público formula correctame­nte sus expectativ­as. Pero por el otro, tanto la teoría como la evidencia muestran que la política monetaria expansiva (contractiv­a) incentiva (enfría) la actividad y el empleo sólo cuando los agentes económicos se equivocan en sus expectativ­as. En este marco, endurecer la política monetaria baja la inflación mucho más de lo que enfría la economía.

* Cuarto, cambiar la meta, al acelerar la inflación, afecta la distribuci­ón del ingreso en contra de los más vulnerable­s, que pagan más impuesto inflaciona­rio (en términos de ingresos) que los sectores de arriba de la pirámide.

* Quinto, cambiar la meta de inflación 2017 implica (también) subir los objetivos 2018/2019, asegurando convivir con más inflación por más años. Esta perpetuaci­ón de la alta inflación significar­ía menos incentivos para invertir, ganar productivi­dad, generar puestos de trabajo y demandar empleo (menores salarios). En definitiva, cambiar la meta de inflación significa menor crecimient­o proyectado para los próximos años.

De acuerdo con nuestro análisis, la meta de inflación no debe ser cambiada y la política monetaria debe endurecers­e para intentar alcanzar la meta del 17% o aproximars­e lo más posible a ella. No es fácil, pero tampoco imposible. Al mismo tiempo, no sobra tiempo.

La actual aceleració­n de la inflación responde a que la política monetaria se ha relajó antes de lo debido y más de la cuenta, sobre todo a partir de noviembre pasado cuando la política avanzó sobre el BCRA y la tasa bajó -200 bps. Según los datos del BCRA y del Indec, entre noviembre 2016 y abril 2017 (ya son tres meses de estacional­idad positiva) la base monetaria creció +5,2% en términos reales, ya que su expansión nominal (+18,0 %) superó la inflación (+12,2%). Contra el nivel de actividad, hasta febrero 2017 (último dato EMAE y un mes después terminada estacional­idad positiva) la base monetaria (+13%) creció +12,5% por arriba de la actividad (+0,6%).

El BCRA debe volver rápidament­e sobre sus pasos, corrigiend­o y endurecien­do su política monetaria lo antes posible. En este sentido, la cantidad nominal de dinero debe reducirse durante los próximos meses de manera que baje significat­ivamente en términos reales. Esta reducción de los saldos reales le permitiría al BCRA aprovechar su bala de plata, que es el aumento estacional de la demanda de dinero en julio (pago aguinaldo).

Con política monetaria fuertement­e contractiv­a y aumento de la demanda de dinero, la inflación tiene chances de desplomars­e en el segundo semestre y la meta de inflación podría cumplirse.

No hay mejor inversión macroeconó­mica que invertir en política monetaria dura. Los más vulnerable­s serían los más beneficiad­os. El caudal de votos podría subir por la baja de la inflación. Paradójica­mente, el ala política no “la ve”.

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