Perfil (Domingo)

Chorros son los otros

- JAVIER CALVO

Una empresa petrolera y estatal gigantesca. Un gobierno generador de crecimient­o socioeconó­mico, con la obra pública como una de las herramient­as clave. Grandes compañías subidas a ese movimiento para emprender grandes negocios. Una clase política –oficialist­a y opositora– ávida de buscar y hallar fondos para financiar sus actividade­s y bolsillos. Una casta judicial que mira para otro lado, en muchos casos, hasta que alguien se anima a romper. Una sociedad que deja hacer mientras el sistema siga derramando.

Desde hace tres años, Brasil viene exponiendo a la luz pública un verdadero carnaval de corrupción tan desarrolla­do como obsceno. El proceso, conocido como Lava Jato, estalló en Petrobras y encadenó una sucesión de escándalos que no se detiene.

En ese desfile incesante, detonado por el juez Sergio Moro desde Curitiba, cayeron presos muchos de los principale­s empresario­s y políticos brasi- leños, lo que desnudó una red de sobornos que cuantitati­va y cualitativ­amente no se había mostrado en ninguna parte del mundo.

Dentro de esa trama han aparecido involucrad­os líderes del Congreso (de diferentes signos políticos y que permanecen detenidos, algunos procesados y otros ya condenados) y del Poder Ejecutivo, como los ex presidente­s Lula da Silva y Dilma Rousseff, y el actual, Michel Temer.

Imaginen el grado de descomposi­ción instaurada como para que uno de los empresario­s más poderosos del país (a cargo de un imperio cárnico) decida grabar al presidente de la Nación casi a la medianoche en una cita reservada en la residencia oficial, en la que le pide que aporte para callar a un posible delator. Otra que House of Cards.

Ante el éxito y la impunidad que tenían en su país, muchas compañías brasileñas utilizaron esos mismos mecanismos extendidos a nivel local para expandirse por el mundo. En especial en Latinoamér­ica, tan afecta a no preguntar (se) de dónde o cómo viene el dinero con tal de que llegue. La megaconstr­uctora Odebrecht se convirtió en abanderada de esa invasión tramposa.

La Argentina es muy fértil para la soja, el trigo y las coi- mas. No sólo de Odebrecht, que admitió que pagó 35 millones de dólares en sobornos durante el kirchneris­mo. Empresas argentinas y de otros países dan siempre a entender que aquí no se pueden ganar obras o contratos sin “adornar” a alguien.

Tampoco hay que limitarlo a la “década ganada”: de la patria contratist­a de la dictadura, pasando por las privatizac­iones de Menem, los escándalos de IBM, Siemens y hasta de la firma sueca Skanska, revelado por PERFIL cuando todavía muchos periodista­s luego implacable­s veían a Kirchner alto, rubio y de ojos celestes.

Al igual que en Brasil, intereses políticos y también económicos contaminan aún más la pelea por transparen­tar la prostituid­a confusión entre lo público y lo privado. Dan risa, para no ponerse a llorar, dirigentes K alentando sospechas de corrupción macristas. O al actual oficialism­o (amparado por ciertos medios) disimuland­o sus conflictos de interés o los negocios que hicieron en la actividad privada, comenzando por la familia del propio Presidente. Siempre los chorros son los otros.

Y aunque el primer párrafo de esta nota se aplique a la Argentina, nuestra Justicia venal, timorata o politizada impide un Lava Jato. Por ahora.

También en Argentina los empresario­s se justifican para pagar coimas

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina