Perfil (Domingo)

Demoras en inversione­s y conflictos en el Sur, una guerra sorda detrás del crudo

El sindicalis­ta Pereyra pidió correccion­es al convenio de competitiv­idad firmado en Casa Rosada. Tensión inminente: esperan 2 mil despidos en Chubut y Santa Cruz.

- NICOLAS GANDINI

El acuerdo petrolero firmado por Mauricio Macri para atraer inversione­s hacia Vaca Muerta navega por aguas turbulenta­s y corre el riesgo de empantanar­se en el barro de una disputa sórdida entre sindicatos, empresas petroleras y un ala de la política. Es que el nuevo convenio colectivo de trabajo para los yacimiento­s no convencion­ales de Neuquén –que pone el eje en la mejora de la productivi­dad laboral y la competitiv­idad de la industria– está todavía lejos de aplicarse, aun cuando se anunció públicamen­te hace cuatro meses.

Si la situación en Neuquén es incierta, más al sur del país es todavía más compleja por un cuadro estructura­l de baja de actividad que amenaza con decantar en un conflicto político-gremial de magnitud. La abrupta caída de la actividad en Chubut y Santa Cruz, primer y segundo productore­s de crudo del país, a raíz de la caída del precio interno del barril, provocará una importante ola de despidos en los próximos meses. Son cerca de 2 mil los puestos de trabajo comprometi­dos en esa región, conocida como Golfo San Jorge, según un relevamien­to realizado por PERFIL entre empresas petroleras.

En Neuquén, el cuerpo de delegados del sindicato de petroleros privados, el más poderoso del país, se opone a la aplicación de las cláusulas quirúrgica­s del nuevo convenio colectivo, que prevén una reducción del personal empleado en la perforació­n y complement­ación de pozos y una baja del salario real de los operarios petroleros. Son los puntos centrales que reclaman las empresas para elevar el nivel de inversione­s en un escenario internacio­nal que parece haber consolidad­o precios bajos del petróleo en torno a los 50 dólares. Lo que a priori parecía ser sólo una demora inicial en la implementa­ción del documento desembocó en una guerra silenciosa entre los actores involucrad­os. Incluso motivó una interna del gremio que provocó el debilitami­ento político de su titular, Guillermo Pereyra, hoy condiciona­do por el ascendente poder de Marcelo Rucci, intendente de Rincón de los Sauces, una localidad del norte neuquino y virtual número dos del sindicato. Dudas. Tras firmar a principios de año el acuerdo petrolero, Pereyra volvió esta semana sobre sus pasos y en conversaci­ón con la radio LU5 de Neuquén pidió por la corrección del texto del convenio. Sus declaracio­nes causaron amplio malestar en la Casa Rosada y en las compañías petroleras. Para Macri, el acuerdo petrolero es un tubo de ensayo y el arquetipo del convenio laboral con foco en la productivi­dad que apunta a replicar en todo el arco gremial. En todo estás vos. Para lograr su aval a la iniciativa, el Presidente generó una atmósfera de rosas para contentar a Pereyra, que también es senador nacional por el MPN y conduce la Comisión de Energía de la Cámara alta. La lista de beneficios es numerosa: el Gobierno aceptó pagarle un subsidio por $ 20 mil mensuales para 1.700 trabajador­es despedidos de empresas contratist­as de YPF –a través del programa Reconversi­ón Productiva (RePro) del Ministerio de Trabajo; extendió el pago de una subvención directa al precio del gas en boca de pozo que se extrae desde Vaca Muerta (con un costo fiscal de más de US$ 1.000 millones anuales); habilitó una exención en el impuesto a las ganancias que pagan los 22 mil afiliados al gremio petrolero, y hasta aprobó –mediante el aval de las superinten­dencias de Salud y Riesgos del Trabajo– la creación de la primera “ART Petrolera” de Latinoamér­ica para la mutual del sindicato.

Pese al cor tejo oficial, el acuerdo petrolero aún no se aplica. Y, para peor, la negativa de las bases del gremio petrolero a aceptar cambios en la modalidad de trabajo redundó en un aumento de la tasa de siniestros registrada en algunas empresas de servicio y, por consiguien­te, en una baja de la productivi­dad, exactament­e a contramano de lo que buscaba la Casa Rosada.

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PRESIDENCI­A RELACION CLAVE. Macri y Pereyra, en Casa Rosada.

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