Perfil (Domingo)

La incertidum­bre y sus caras

- LUIS SECCO

Incertidum­bre es la falta de certeza. Hilando un poco más fino, se la puede definir como un estado de conocimien­to limitado en el que es imposible describir con exactitud la situación actual, un resultado futuro, o más de un resultado posible.

La incertidum­bre tiene más de una cara y se van turnando en el día a día de la opinión pública argentina. A veces la macroecono­mía es la que se impone, otras veces son los problemas estructura­les e institucio­nales, otras las cuestiones político-electorale­s, y otras, como en los días recientes, es el devenir del contexto global. Incertidum­bre macro.

No creo que sea producto del sesgo profesiona­l, pero cabe empezar por la macroecono­mía. La estabilida­d macroeconó­mica es una condición necesaria para el crecimient­o económico sustentabl­e. Y no hay acuerdos sectoriale­s o políticas sociales que puedan compensar las consecuenc­ias de una macro insana.

El intento de estabiliza­ción macro emprendido por la administra­ción Macri tiene como rasgo principal la utilizació­n de la política monetaria como instrument­o central de política económica. Mientras el gasto público sigue creciendo a tasas superiores a la de la inflación y a la de los recursos tributario­s (sin blanqueo), en lo que va del año la base monetaria se redujo en términos nominales, mientras la tasa de interés que paga el BCRA por sus pasivos es más alta hoy que la que había a comienzos de año. Con un déficit fiscal primario que es de los más altos de la historia reciente de la Argentina, una reducción drástica y duradera de la inflación luce demasiado pedirle a la política monetaria en soledad. La incertidum­bre respecto del éxito de la política antiinflac­ionaria se traduce en expectativ­as de transitori­edad de todo el mix de política económica y, por lo tanto, se posterga un sinnúmero de decisiones de consumo e inversión del sector privado. Incertidum­bre estructura­l.

Los problemas y desequilib­rios estructura­les interactúa­n con los de naturaleza macroeconó­mica, confundién­dose con ellos. Y en muchos casos se proponen instrument­os de política macroeconó­mica para solucionar problemas que tienen que ver con lo estructura­l y lo institucio­nal y con lo que podemos denominar el ADN de los argentinos. Empezar discutiend­o el modelo de país por el nivel del tipo de cambio o el nivel de la tasa de interés es empezar por el final. Hay cuestiones estructura­les que hay que resolver inexorable­mente si se pretende que el crecimient­o deje de ser elusivo en la Argentina. Hay que decidir qué tamaño del Estado se quiere y se puede financiar y con cuáles impuestos se lo hará. Qué tan regulados (o desregulad­os) deben estar los mercados (sobre todo el de trabajo). Qué tan abierta o cerrada debe ser la economía. Y tal vez recién ahí podamos discutir seriamente cuál es el régimen cambiario que más le conviene al país.

Hoy la Argentina tiene un gasto público que en términos consolidad­os (Nación, provincias y municipios) se encuentra en niveles récord de la historia. El Estado argentino es hoy incluso más grande que el de la mayoría de los países desarrolla­dos del mundo. Pero a diferencia de aquellos, la oferta de bienes públicos de calidad (educación, salud, seguridad, Justicia, infraestru­ctura) es prácticame­nte inexistent­e.

La presencia del Estado es notoria (por no decir abrumadora) a través de los impuestos que recauda en todas sus jurisdicci­ones y a las regulacion­es que establece (también a todos los niveles de gobierno) en casi la totalidad de los sectores productivo­s y mercados. Incluso en aquellos donde la intervenci­ón estatal resulta injustific­ada. Argentina es también una de las economías más cerradas del mundo. Con la paradoja de que no hay nadie que no apoye fervientem­ente la idea de generar un boom de exportacio­nes, mientras prácticame­nte todos se oponen, también fervientem­ente, a permitir más importacio­nes. Sin entender que para exportar más hay que importar más.

Hace falta entonces una hoja de ruta, una agenda de gobierno. Y la agenda debe ser conocida por todos, ya que sin ella se hace difícil generar consensos, construir confianza e invertir a largo plazo. Incertidum­bre político-electoral. Desde mediados de 2016 (y con renovado énfasis en los últimos días), la elección de medio término de octubre próximo se ha presentado tanto desde el oficialism­o como desde la oposición, así como desde los medios de comunicaci­ón, como una elección bisagra después de la cual se podrían producir cambios trascenden­tales de la política económica. Asimismo, confrontar con el kirchneris­mo le simplifica al oficialism­o el discurso electoral. Pero genera una buena dosis de intranquil­idad. No son pocos los inversores y consumidor­es que se preguntan qué podría suceder si el populismo kirchneris­ta (o de alguna otra vertiente) mostrase que sigue vivo y con chances de volver en un futuro no tan lejano. En tales circunstan­cias, el curso de acción de corto plazo se cae de maduro: esperar hasta las elecciones y ver qué sucede después. Como con el resto de las incertidum­bres, las decisiones de consumo y de inversión sufren y se postergan hasta que aclare. Incertidum­bre global.

Dado que no está al alcance del Gobierno modificar las condicione­s del contexto interna- cional y regional, sólo diremos respecto de esta última cara de la incertidum­bre que los episodios recientes en Brasil y en Estados Unidos y sus repercusio­nes en los mercados muestran claramente las ventajas de tener una macroecono­mía sana y sustentabl­e que haga al país menos vulnerable a los shocks externos. La tarea de armar el rompecabez­as de una Argentina normal y previsible no es una tarea sencilla. Una gran cantidad de argentinos abrigó la esperanza de que el gobierno de Mauricio Macri la encararía y que los resultados se verían rápidament­e. Pero los resultados tardan en aparecer.

La macro y los problemas estructura­les están dentro del alcance de lo que puede resolver el Gobierno. La política importa, y mucho, en un año electoral, pero si la incertidum­bre macro y la estructura­l no se disipan, los resultados económicos difícilmen­te dejen de ser sólo mediocres. Y si los resultados económicos no mejoran de manera ostensible, la política difícilmen­te pueda sobreponer­se a ellos.

 ?? CEDOC PERFIL ?? PRIORIDADE­S. El ministro Dujovne trabaja en una reforma impositiva para poner en marcha en 2018.
CEDOC PERFIL PRIORIDADE­S. El ministro Dujovne trabaja en una reforma impositiva para poner en marcha en 2018.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina