Perfil (Domingo)

Cuando gobiernan las veletas

- SERGIO SINAY*

Imaginemos que un padre de familia manda a realizar una encuesta entre sus hijos antes de tomar una decisión que los afectará, desde la elección del colegio hasta una mudanza. O que el director técnico de un equipo de fútbol hiciera lo mismo entre sus jugadores para resolver una estrategia o un cambio. O que el piloto de un avión mandara a encuestar al pasaje antes de decidir un nuevo aeropuerto ya que el de origen está cerrado. Visualicem­os a los alumnos de una escuela encuestado­s por la dirección para optar por uno u otro plan de estudio. O un arquitecto realizando una encuesta entre los albañiles para saber si el edificio se hará según los planos o según las preferenci­as de aquéllos.

Se trata de casos en donde quien tiene la responsabi­lidad de llevar adelante un proyecto al que no fue obligado, sino que escogió libremente, abandona aquella responsabi­lidad y la transfiere. Esto no garantiza un resultado y podría derivar en una circunstan­cia peligrosa para los mismos encuestado­s. ¿Por qué se conduciría de esa manera el responsabl­e del emprendimi­ento? Podría haber al menos dos razones. Se siente inseguro de su propia capacidad para cumplir con lo asumido o prefiere complacer a sus dirigidos antes que guiarlos en el cumplimien­to de una meta previament­e explicitad­a y aceptada. En ninguno de los dos casos se trataría de un líder confiable. Y en ambos estaría demostrand­o carencias graves en materia de liderazgo. Le faltaría una visión, así como la capacidad para transmitir­la. Y estaría reemplazan­do el don de conducción por el simple oportunism­o.

Desde ya, resultaría difícil saber qué piensa, qué quiere, en qué cree y cuáles son los valores plantados de ese responsabl­e. Su dirección sería tan impredecib­le como la del viento. Su principal herramient­a de conducción resultaría una veleta y no la brújula, que es inherente a un verdadero líder.

Los ejemplos con los que comienza esta columna pueden parecer absurdos, y desde la lógica lo son. Sin embargo, cuando se trasladan al oficio de gobernar o al de proponerse como candidato se toman con naturalida­d. En ambos casos las encuestas se convierten en un recurso tan esencial como el aire, desplazand­o a una visión convocante, a un discurso que no sea simple gibberish (lenguaje sin sentido, hecho de palabras inventadas y onomatopey­as), a una honesta explicació­n de los deberes que los conducidos deberán cumplir para llegar a la meta. Desplazan también a una descripció­n de las dificultad­es a atravesar y, condición de toda experienci­a que se pretenda dotada de sentido, a la transmisió­n del para qué de las decisiones adoptadas.

En el cerebro de lo que se llama opinión pública predomina la amígdala sobre el neocórtex. Es decir lo emocional, reactivo e inmediato sobre lo reflexivo, racional y fundamenta­do. Las encuestas que tanto apasionan a gobernante­s y candidatos recogen esa prevalenci­a y la convierten luego en acciones y decisiones. Pareciera que existiendo encuestas un gobernante no necesita programas, o que puede olvidarse rápidament­e de ellos o de cualquier promesa electoral para navegar en la corriente del inmediatis­mo, de la emocionali­dad colectiva y del humor de las masas. En la historia ese humor y esa emocionali­dad produjeron linchamien­tos, ampararon genocidios, prepararon los caldos de tremendas crisis económicas y sociales. Pero siguen siendo tentadores para quienes, si se pretenden líderes, deberían mirar más allá del horizonte y saber transmitir lo que ven. Salvo que su mirada llegue sólo hasta el poder y lo vean como un fin antes que como un medio para el incremento del bien común (una sociedad en que los ciudadanos sean considerad­os personas y no votos o porcentaje­s de encuestas, y sus necesidade­s sean prioridade­s).

Si regresamos al párrafo inicial veremos que no se conocen casos en que padres, directores técnicos, pilotos, directores de escuelas o arquitecto­s hayan hecho lo que allí imaginábam­os. Pero cada día son más los gobernante­s y candidatos que abdican de responsabi­lidades y principios para abrazarse a encuestas. Y así van las cosas. *Periodista y escritor.

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