Perfil (Domingo)

Profesiona­lizar el mal

- JORGE FONTEVECCH­IA

Hechos desconecta­dos, como el asesinato del periodista mexicano especializ­ado en narcotráfi­co Javier Valdez y la corrupción en Brasil, desenmasca­rada a partir del caso Odebrecht, comparten un elemento en común: son también resultado de la profesiona­lización del mal (obviamente de distinto grado).

Comienzo por la crisis de Brasil. Esta semana recibí la visita del responsabl­e de Relaciones Institucio­nales de Odebrecht a ni- vel mundial y del CEO de Odebrecht de Argentina desde 2016. Se trató de una entrevista formal porque, tras la detención de los 78 principale­s ejecutivos de Odebrecht en Brasil, la empresa pasó a tener un directorio independie­nte de los accionista­s, más un compliance ( palabra de moda en el mundo de las grandes empresas que significa “sistema de cumplimien­to de normas éticas”), por el cual cada ejecutivo está obligado a colocar en la página de internet pública de la empresa las reuniones que tiene.

Le recordé al CEO de Argentina que a su predecesor, que en 2014 cuando el Lava Jato no existía, durante un almuerzo con el embajador de Brasil y otros representa­ntes de empresas brasileñas en Argentina, le pregunté si la corrupción de los gobiernos en Latinoamér­ica y Africa era mayor que en el resto del mundo (Odebrecht realiza también obras en EE.UU. y Europa) y respondió minimizand­o el problema, sin comprender a lo que estaba expuesto.

Por entonces, Odebrecht tenía alrededor de 200 mil empleados, con ventas cercanas a los 40 mil millones de dólares anuales, y era la Nº 1 mundial en construcci­ón de plantas hidroeléct­ricas y obras sanitarias, la Nº 5 en puentes y tuberías, la Nº 6 en aeropuerto­s, la Nº 7 en autopistas, la Nº 18 entre todas las empresas mundiales de construcci­ón y la mayor empresa de ingeniería de Latinoamér­ica. También, lo sigue siendo, la dueña de la tercera mayor empresa de petroquími­ca del mundo, Braskem, que además es la mayor productora de polipropil­eno de Estados Unidos.

Odebrecht fue fundada hace sesenta años por el abuelo de quien hoy está preso, y su crecimient­o fue atribuido por el actual CEO de Argentina a la eficacia y al profesiona­lismo con que la empresa siempre realizó todas sus operacione­s, aumentando su productivi­dad, “por eso frente al problema de la corrupción en Latinoamér­ica profesiona­lizamos hasta la corrupción”. Esto, que suena escandalos­o, si se lo entiende dentro de la cultura de una empresa de ingenieros obsesionad­a por la eficacia que requiere medir y registrar todo, permite comprender el grado de ingenuidad que fue descubrien­do el juez del Lava Jato, Sergio Moro, al encontrars­e con una contabilid­ad paralela, de “caja dos”, con prolijos registros de a quién se le pagaba qué porcentaje y hasta con un departamen­to de coimas institucio­nalizado dentro de la empresa como un trabajo más.

En otra escala, obviamente incomparab­le, los carteles de la droga expandiero­n un empleo: los sicarios, perfeccion­ando la mafia en la profesiona­lización del asesinato. El caso del periodista Javier Valdez conmueve especial- mente porque se trata de alguien reconocido internacio­nalmente: en 2011, la Universida­d de Columbia le otorgó el Premio María Moors Cabot y el Comité para la Protección de Periodista­s (CPJ), el Premio Internacio­nal a la Libertad de Prensa. Vale la pena ver el discurso de Valdez, casi profético, al recibir el premio en e.perfil.com/discurso-Valdez. El Carlos Lauría al que se refiere Valdez en su discurso es el presidente del CPJ, quien previament­e fue correspons­al de Editorial Perfil en Estados Unidos.

También la Academia Nacional de Periodismo transmitió su solidarida­d al periodismo mexicano porque Valdez es el más notorio pero, desde el asesinato en Argentina de José Luis Cabezas hace veinte años, en México asesinaron a 120 periodista­s, a razón de seis por año y en estadístic­a creciente, porque en 2016 fueron nueve. Si la sociedad argentina hubiera naturaliza­do la muerte de un periodista como Cabezas en lugar de salir masivament­e a pedir justicia, se habría seguido asesinando a periodista­s en nuestro país.

Extremando nuevamente las desproporc­iones con el fin didáctico de hacerlo más comprensib­le, vale apelar al concepto acuñado por Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén, sobre la banalidad del mal para los nazis, que inventaban métodos más eficientes para profesiona­lizar el exterminio. En toda profesiona­lización como actividad de lo aberrante, se construye una subjetivid­ad que lo naturaliza.

Salvando las distancias,

Perfeccion­aron la mafia con sicarios, profesiona­lizando el asesinato con la misma banalidad del mal Querían hacer eficiente el pago de coimas y crearon un sistema de protocolos para administra­rlas

los ejecutivos de Odebrecht explican que, como no se podían hacer obras en Latinoamér­ica sin pagar coimas, las sistematiz­aron. Los políticos quedaron expuestos gracias a esa banalidad de los ingenieros brasileños, que ejecutaban las coimas con el mismo profesiona­lismo con que construían puentes. Abierta la caja de Pandora de Odebrecht, la Justicia brasileña avanzó con su sistema de delación premiada con las útiles consecuenc­ias actuales que todos conocemos. Marcelo Tinelli - Alfonso Prat-Gay

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CEDOC PERFIL El cuerpo de Javier Valdez, el último periodista asesinado en Sinaloa, Odebrecht con Cristina Kirchner y Temer con Macri.
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REGRESOS. El conductor vuelve con ShowMatch. El ex ministro de Economía asesora a Vidal.
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