Guerra y vanguardia
MADI, el nombre con el que Carmelo Arden Quin y Gyula Kosice bautizaron al arte que estaban por hacer, encierra el enigma y la disputa. Que es nombre por las dos primeras letras de las palabras materialismo dialéctico, versión Arden Quin; que si por una deformación de Madrid, en su versión de la Guerra Civil Española: Madrí, Madrí, no pasarán; que si fue por dejarlo en la pura sonoridad casi sin sentido, emulando a Dadá, en esa corriente de invención y creación del segundo momento de la vanguardia. A diferencia de la Asociación Arte Concreto Invención que circunscribió su programa a las artes visuales, los madistas fueron totales, tal como se lee en el Manifiesto: “El dibujo MADI es una disposición de puntos y líneas pudiendo formar estructura o relación de planos. La pintura MADI: color y bidi- mensionalidad. La escultura MADI; tridimensionalidad del valor temporal. La arquitectura MADI: ambiente y formas móviles... La música MADI… La poesía MADI… El teatro MADI… La novela y el cuento MADI… La danza MADI: cuerpo y movimiento independiente de toda música.” Como se ve, los dos artistas que estuvieron juntos para definir plan de acción y procedimientos en el comienzo de la corriente artística fundada en Buenos Aires en 1946 con manifiesto y todo, tuvieron muy pocos acuerdos. De hecho, cada uno se quedó con su propia interpretación sobre el nuevo arte, aunque con la coincidencia que debía ser otro, distinto al que estaba acostumbrados. Pero eso también viene con la vanguardia: junto con el manifiesto, el kit se completa con peleas, discusiones, cismas y discrepancias. n