Perfil (Domingo)

ovnis

- SELVA ALMADA

armé esta expedición sólo para venir al Museo ovni, si está cerrado, el viaje, los mosquitos, el barrial, todo no será más que una tremenda incomodida­d para nada.

el complejo termal de Victoria está cerrado. Tres perros callejeros duermen sobre las piedritas blancas que cubren el camino de entrada. La casilla del guardia está cerrada y hay un cartel viejo que dice que aquel día las termas permanecer­ían cerradas al público. No nos importa porque estamos allí sólo para estacionar el auto. La posada donde vamos a quedarnos está cruzando la ruta, unos doscientos metros campo adentro. La entrada es una calle de tierra convertida en pantano por las últimas lluvias, que el dueño nos aconsejó andar a pie.

Apenas abandonamo­s el asfalto, una nube de mosquitos cae sobre nosotros. Como tenemos las manos ocupadas con cosas, sólo nos queda mover el cuerpo y la cabeza, como espásticos, para asustarlos con el movimiento.

Vinimos a Victoria a conocer el Museo Ovni. Dejamos nuestras cosas en la posada y volvemos a caminar los doscientos metros hasta el auto. Nos recomendar­on un comedor de pescado en el puerto. Comemos empanadas de dorado y boga a la parrilla. Hacemos tiempo hasta que llega la hora en que abre el museo. Por lo menos es lo que pude averiguar en la web, que los sábados abre a las cuatro de la tarde. Igual andá a saber, me dijo el posadero: a veces abre y a veces no. Cuando estamos llegando me late el corazón: armé esta expedición sólo para venir al Museo Ovni, si está cerrado, el viaje, los mosquitos, el barrial, todo no será más que una tremenda incomodida­d para nada. Uno se adelanta y desde la esquina dice: está abierto.

Silvia, la directora del museo, es una mujer de unos setenta años, teñida de rubio y con anteojos de marco grueso. Nos recibe sentada a una mesita y nos cobra 35 pesos a cada uno. Nos advierte que antes que nada nos va mostrar un video institucio­nal y nos hace sentar en unas sillas frente a un plasma. Pone un DVD y nos deja con un video copiado del noticiero del canal de Crespo, donde ella es la entrevista­da. Desde la pantalla explica por qué el museo, por qué los extraterre­stres eligieron Victoria y por qué ella misma eligió dejar las comodidade­s de una vida de esposa y madre junto a un ingeniero en Villa Devoto para mudarse aquí con una mano atrás y otra adelante. Mientras ella cuenta la música de los Expediente­s X suena de fondo y a veces en primer plano tapando su propia voz. Cuando termina el video, recién podemos recorrer las instalacio­nes: el garaje de una casa y poco más que eso: las paredes llenas de recortes de diarios, fotos de animales eviscerado­s y círculos secos en los sembrados, trozos de metal, y una escenifica­ción con muñecos de tamaño natural del caso Roswell.

Cuando salimos empieza a atardecer y nos vamos al cerro La Matanza. Desde allí, sobre la Laguna del Pescado, dicen que se ven luces; es el lugar de los avistamien­tos. El cielo está anaranjado y se va oscurecien­do hasta hacerse de noche. Vemos una luz levantarse sobre la laguna, moverse de un lado a otro, por momentos parece venir hacia nosotros y vuelve a alejarse.

Maxi, que vino varias veces, nos cuenta que aquí Silvia festeja su cumpleaños en diciembre. Vienen unos cien o doscientos ufólogos de todas partes, amistades que ella fue recolectan­do en sus años de encuentros cercanos y avistajes. Una vez él vino también. La fiesta parecía una rave rural, plagada de personajes extraños, todos chupando cerveza y vino, algunos guitarrean­do. En un momento él fue a buscar un trago y encontró a Silvia acodada en la barra, dándole la espalda a la fiesta, tomando una latita de Brahma, en un avistaje íntimo, ceremonios­o, sólo para ella.

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MARTA TOLEDO
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