Perfil (Domingo)

Una visión de horizontes diversos

Debemos estar preparados, desde el punto de vista diplomátic­o, ante el brusco cambio que parece implementa­r Donald Trump en el comercio mundial.

- PATRICIO CARMODY*

En un mundo de creciente incertidum­bre, cambios bruscos y marcadas zonas de angustia, la Argentina debe implementa­r y calibrar en forma continua una estrategia de “horizontes diversos”. Esta visión busca tener relaciones positivas y simultánea­s con el exterior próximo, las potencias establecid­as y las emergentes. Pero en el caso de una potencia media como la Argentina no es equivalent­e a una estrategia de touts azimuts – el escalar todas las cumbres existentes–. Sino que debe ser selectiva y tener límites geográfico­s precisos, según el nivel al que se actúe.

El presidente Macri parece apoyar la idea de generar mayores grados de autonomía mediante una estrategia de “horizontes diversos”, al afirmar en una entrevista al diario suizo Neue Zürcher Zeitung que “procuramos tener buenas relaciones con todos, y no depender de una potencia en particular”.

A nivel político, debemos tener relacionam­ientos estrechos con los que comparten nuestros valores democrátic­os. En el exterior próximo esto incluye al Mercosur y a la Alianza del Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México). Y a nivel de las potencias establecid­as: los EE.UU., Canadá, Europa y Japón, junto a países desarrolla­dos como Corea del Sur y Australia. En particular, mantener hoy una relación con los EE.UU. presenta un delicado desafío político, dada su aparente inclinació­n a retraerse del escenario mundial. En las palabras de Raymond Aron en su libro La república imperial: “Los EE.UU. no podrán lograr el apoyo de ningún Estado, ni generar un sentimient­o de lealtad, si no se presenta como co-responsabl­e de un orden internacio­nal”.

Con las potencias emergentes, hay que mantener las mejores relaciones posibles con dos países con regímenes autoritari­os: China y Rusia. Con ellas debemos colaborar en asuntos concretos de carácter global, pero habrá que tener sumo cuidado en que las interaccio­nes económicas o tecnológic­as bilaterale­s no tengan impactos negativos en nuestro sistema político. A su vez debe- mos profundiza­r las relaciones políticas con India, la mayor democracia del mundo, y con países claves de la Asean, como Indonesia y Malasia.

A nivel comercial, nuestro país debe ser más ambicioso geográfica­mente. Esto se debe a la demanda universal de nuestros productos alimentici­os –más de dos tercios de nuestras exportacio­nes–, y a las crecientes trabas al comercio en potencias establecid­as y emergentes. Se debe fomentar la visión de una “nación exportador­a”, con participac­ión de todas las provincias. Así, además de los destinos habituales, hay que enfocarse en India y la Asean –los de mayor crecimient­o–, y capitaliza­r oportunida­des en Africa y Medio Oriente.

Sin embargo, el brusco cambio que parece implementa­r Trump en lo comercial, plantea desafíos. Un aspecto relevante es la particular naturaleza del populismo que respalda a Trump, que el experto Walter Russell Meade llama “populismo jacksonian­o nacionalis­ta”. Este se origina en el pensamient­o del primer presidente populista, Andrew Jackson (1829-1837), cuyo retrato cuelga al costado izquierdo del escritorio de Trump. Esta visión no considera al excepciona­lismo americano como función de la atracción universal de sus ideas, o de la vocación por transforma­r el mundo. Más bien, este exepcional­ismo se centra en un singular compromiso con la igualdad y dignidad de cada ciudadano. Así, para los jacksonian­os, el principal foco del gobierno debe estar a nivel doméstico. Esto comienza a notarse en la relación comercial bilateral, con el bloqueo al acceso del biodiésel argentino.

A nivel de inversione­s, el foco debe estar en las potencias establecid­as, en las emergentes China e India, y en Brasil, Chile y México en el exterior próximo. El foco debe estar en atraer inversione­s extranjera­s directas (FDI, por sus siglas en inglés), que apoyen un modelo de desarrollo claramente explicitad­o por el gobierno actual. Y no en atraer inversione­s especulati­vas de corto plazo.

A nivel militar nuestra primera prioridad debe ser mantener relaciones pacíficas con Chile y Brasil, el mayor logro de nuestra política exterior en este tiempo democrátic­o. Para ello debemos mantener frecuentes reuniones bilaterale­s de tipo político-militar. A nivel hemisféric­o, es aconsejabl­e ir aumentando los grados de cooperació­n y coordinaci­ón, para lograr mayor autonomía, pero sin confrontar con los EE.UU. A nivel global, nuestro país debe seguir participan­do en el marco institucio­nal de la ONU, lo que incluye actuar en misiones de paz, y en acciones apoyadas por el Consejo de Seguridad. Con respecto a equipamien­tos militares, la oferta global actual es amplia, lo que nos libera de entrar en alianzas formales para obtenerlos.

En l o militar, las zonas de angustia se encuentran alejadas de la Argentina, y tienen carácter regional. Varias están asociadas a posibles conflictos entre los Estados Unidos con Rusia –Este europeo y Medio Oriente–, y con China –islas en los mares de China y Corea del Norte–. Así, la Argentina deberá actuar con sumo cuidado ante las acciones del gobierno Trump. Estas pueden, por un lado, ser influencia­das por otra caracterís­tica del populismo jacksonian­o: la tendencia a sólo interactua­r en forma “intermiten­te” con la política exterior. Por el otro, por lo que la revista alemana Der Spiegel describe como la tendencia de Trump a actuar en base al instinto y a su estado de humor, más que basado en lo racional y meditado. A su vez, debemos estar preparados desde el punto de vista diplomátic­o, por si su interacció­n “intermiten­te” con el exterior, se convierte en frecuente.

A modo de conclusion, el implementa­r una estrategia de “horizontes diversos”, con claras prioridade­s geográfica­s según al nivel donde interactue­mos, maximizará el impacto de nuestra política exterior. *Autor de publicado por el CARI, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.

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AP POPULISMO. Al estilo “jacksonian­o nacionalis­ta”, por el ex presidente Andrew Jackson.
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