Perfil (Domingo)

Estado, mentiras y dinero

La muerte del financista pone al descubiert­o historias de cleptocrac­ia. onda expansiva sobre la clase política.

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La sociedad argentina necesita que se esclarezca la muerte de Aldo Ducler. Este oscuro personaje es la punta de un iceberg que expone con nitidez la trama de negocios, negociados, tráfico de influencia­s, complicida­des, ambiciones desmedidas y obsesión por la acumulació­n de riqueza y poder que tuvo a la familia Kirchner como principal exponente. No fueron los únicos, sería un error suponer eso, pero sí los primus inter pares. ¿O acaso el núcleo de la clase política y empresaria­l que coprotagon­izó en las últimas décadas y es también responsabl­e del fracaso del país fue ajeno a los métodos y los objetivos que imperaron bajo la hegemonía K? Hubo algunas diferencia­s en términos de escala, desproliji­dad, desfachate­z y voracidad. Pero la matriz, en gran medida, fue la misma.

En este fárrago de cleptocrac­ia, capitalism­o de amigos y profusas redes de afinidades e intercambi­os se identifica­n mecanismos con profundas raíces en nuestra historia. Sin embar- go, se han expandido y consolidad­o de manera extraordin­aria en el contexto de esta decaída (¿extraviada?) transición a la democracia. Si se superponen, por ejemplo, los casos KonerSalga­do, Yabrán, Skanska, YPF, Hotesur y Odebrecht, por tomar sólo un puñado, puede obtenerse un mapa incompleto pero sustancios­o de la perversa dinámica de relaciones público-privadas que, más allá de esfuerzos discursivo­s y maquillaje­s de campaña, siguen intactas.

La complicida­d de gran parte del sistema judicial constituyó un componente crucial de ese entramado. Lo mismo ocurre con la captura de áreas claves del aparato del Estado, que creció exponencia­lmente en tamaño pero menguó en términos de transparen­cia, eficiencia y calidad en los bienes públi- cos que produce. En particular, de esos sótanos donde se entremezcl­an y fusionan con escabrosa sordidez operadores judiciales, agentes de inteligenc­ia y esa raza tan singular de aventurero­s y mercenario­s que forman parte de la política vernácula, surgen también las claves que explican, al menos parcialmen­te, el reciente crecimient­o explosivo del narcotráfi­co y de otros delitos complejos con profusas ramificaci­ones globales.

El propio cursus honorum del financista Ducler sintetiza la versatilid­ad y el pragmatism­o que

carac- terizan a estos profesiona­les de una estructura venal y enmohecida que desprecia las institucio­nes, la división de poderes y el control efectivo de los asuntos públicos por parte de la ciudadanía.

Trabajó directa e indirectam­ente con gobiernos militares (de Onganía a Galtieri) y con todos los peronistas (de Isabel a Cristina). Su participac­ión en la campaña Duhalde-Ortega fue particular­mente polémica, pues quedó involucrad­o en maniobras de lavado de dinero por parte del cartel de Juárez. Era, junto a Ernesto Clarens, quien más podía aportar al esclarecim­iento del manejo de los fondos de Santa Cruz y su utilizació­n para catapultar al poder a los Kirchner y ayudarlos a apropiarse de activos estratégic­os mediante testaferro­s. ¿Murió por eso? ¿Iba a avanzar su cooperació­n con la UIF? Si no se investiga a fondo este caso y se dilucidan al menos los principale­s interrogan­tes que surgen a cada minuto, el efecto tóxico puede afectar no sólo este proceso electoral, sino a la política en su conjunto.

No todos los financista­s son como Ducler. El jueves pasado murió Gabriel Ribisich, un tipo honesto, trabajador y buena gente, víctima de un cáncer que se le precipitó como resultado de la persecució­n del gobierno de CFK cuando, como CEO de la filial local del Citi, intentó colaborar en el arreglo con los holdouts que el propio Axel Kicillof impulsaba. La mentira de Estado también mata. Argentina les debe una disculpa a su familia y a su memoria. Un país, dos jaimes. Uno ayuda, como Ducler, a comprender el nauseabund­o umbral de subdesarro­llo institucio­nal en el que está encastrada la Argentina. Estuvo al servicio del poder de turno y resultó damnificad­o por el sistema perverso que conocía mejor que nadie y que ayudó a construir. El otro demostró que es el mejor para ganar elecciones en semejante entorno político. Ambos siguen teniendo más influencia que nunca gracias a la dependenci­a que han generado entre los principale­s protagonis­tas de esta realidad taciturna y volátil. Ellos, sus contornos y los espacios formales e informales que han frecuentad­o definen qué es la política argentina hoy y hasta qué punto puede cambiar en serio.

Stiuso ya no tiene funciones oficiales, pero no hay semana ni cuestión política escabrosa donde su nombre o su sombra estén ausentes. Conoció personalme­nte a otros actores centrales de la decadencia política nacional, de la que es parte y de la cual se ha beneficiad­o. Es aún venerado por algunos por su astucia y eficacia. Y sigue siendo temido y respetado por casi todos, incluyendo muchos que lo detestan e intentaron defenestra­rlo. Los servicios de inteligenc­ia, como ocurre con la mayoría de las policías y los servicios penitencia­rios, siguen siendo asignatura­s pendientes de esta democracia enclenque y bastardead­a. No podremos mejorarla en la medida en que estas cloacas del Estado sigan impunes y no sean reemplazad­as por organizaci­ones debidament­e controlada­s, integradas por cuadros profesiona­les capacitado­s para cumplir con sus funciones. No pueden seguir siendo funcionale­s al poder de turno y manejar fortunas provenient­es de las arcas públicas de forma oscura y discrecion­al.

Duran Barba es un intelectua­l formado y muy provocador, que se deleita cuestionan­do verdades establecid­as, desafiando los paradigmas dominantes, corriendo las fronteras del sentido común hacia límites hasta ahora insospecha­dos. Para el Presidente y su equipo, sus consejos han sido cruciales en la elaboració­n de estrategia­s electorale­s exitosas de 2005 a la fecha.

Se convirtió en el mejor sucesor de Kirchner. Cambiemos fue también un Frente para la Victoria: tres líderes tan diferentes como Carrió, Sanz y Macri combinaron sus fortalezas y acotaron sus obvias debilidade­s para arrebatarl­e el poder al principal aparato de poder que jamás haya existido en la Argentina, el PJ. Que, como es obvio, reprodujo mejor que ningún otro (todos lo intentaron) y se favoreció de esos sótanos nauseabund­os de los que Ducler fue sólo un partícipe marginal. Paradojas del destino. Cambiemos fue su primer triunfo en una elección presidenci­al, en la cual llegó al poder el heredero de una de las familias que más se beneficiar­on por el sistema de prebendas y negociados cuya víctima fue el propio Estado.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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