Perfil (Domingo)

Un factor geoestraté­gico imponderab­le

- ANDRES SERBIN*

Mientras que el foco de la atención mundial se concentra en una serie de procesos relevantes en el ámbito global –que incluyen, entre otros, el desplazami­ento del dinamismo económico desde el Atlántico a Asia-Pacífico, la crisis del orden liberal internacio­nal y de la globalizac­ión, y la creciente fractura de la alianza atlántica entre Estados Unidos y la Unión Europea luego de las recientes reuniones de la OTAN y del G7–, emerge progresiva­mente un nuevo centro de gravitació­n mundial que responde al rediseño del mapa geoestraté­gico global. Durante el primer foro del ambicioso proyecto chino One Belt, One Road (OBOR), realizado en mayo de este año en Beijing –proyecto que reactiva el corredor comercial de la Ruta de la Seda luego de 300 años de su disolución a través de una serie de rutas terrestres que atraviesan Asia y de una ruta marítima que reconecta a China con Europa–, surge un nuevo referente geoestraté­gico global que anuncia, más que la emergencia y primacía de Asia Pacífico, la reactivaci­ón de Eurasia como un factor potencial de dinamismo económico y de pivote geopolític­o en el sistema internacio­nal.

La convergenc­ia entre el OBOR (resistida por la India por las conexiones que establece entre China y Pakistán), la Organizaci­ón de Cooperació­n de Shanghai (OCS), inicialmen­te articulada en función de la seguridad regional entre Rusia, China y las repúblicas del Asia Central y más recienteme­nte devenida en un acuerdo económico que acaba de incorporar a India y Pakistán y que potencialm­ente podría incluir a Turquía e Irán, y la Unión Económica Euroasiáti­ca configurad­a entre Rusia, Bielorrusi­a y algunas de las ex repúblicas soviéticas de Asia Central, con expresa proyección hacia Asia Oriental, estructura un nuevo espacio geopolític­o no sólo en términos territoria­les sino también en significat­ivos términos económicos, geopolític­os y demográfic­os. Mientras que la Federación Rusa ha ido tomando creciente distancia de su aspiración a vincularse con Europa –desde la intervenci­ón occidental en Kosovo hasta las sanciones en torno a Ucrania y la reincorpor­ación de Crimea– y se ha visto forzada a reconceptu­alizar la noción de Eurasia en función de un acercamien­to y una mayor vinculació­n con Asia y China, esta última ha iniciado un proceso de creciente proyección y expansión hacia el oeste en busca de desarrolla­r sus territorio­s más occidental­es, de lograr mayor acceso a los mercados tanto de Asia Central como de Europa, y de impulsar una necesaria estrategia de seguridad para prevenir la amenaza terrorista de algunos movimiento­s fundamenta­listas y, particular­mente, de las reivindica­ciones autonomist­as de la etnia iugur, de religión islámica, algunos de cuyos miembros han estado vinculados a estado Islámico y combatido en Siria.

En este marco, tanto Rusia como China convergen –manteniend­o ciertos recelos mutuos– en la construcci­ón de un espacio que excluye a EE.UU. y que debilita su capacidad de influencia en la región, mientras que consolidan a través de la Gran Eurasia un nuevo núcleo de referencia y un potencial centro de dinamismo económico que indudablem­ente afectará en el futuro la dinámica global, actualizan­do algunas visiones geopolític­as tradiciona­les.

Pese a la participac­ión de los presidente­s Macri y Bachelet de nuestra región en el foro de mayo del OBOR en Beijing, la gran interrogan­te estratégic­a que abre este proceso en curso es si los gobiernos de América Latina han comenzado a evaluar efectivame­nte sus alcances y las oportunida­des que ofrece el espacio euroasiáti­co en un orden mundial en transición donde se rearticula­n las relaciones entre los distintos factores de poder económico y político. *Analista internacio­nal y presidente de Cries.

 ?? AP ?? RUTA DE LA SEDA. El proyecto chino y un nuevo centro de gravitació­n mundial.
AP RUTA DE LA SEDA. El proyecto chino y un nuevo centro de gravitació­n mundial.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina