Perfil (Domingo)

Dictadura cívico-militar, corrupción público-privada

- JORGE FONTEVECCH­IA

—Se constató que varios de esos empresario­s se reunían previament­e y definían quién iba a ganar ese contrato de Petrobras. Como participab­an en las licitacion­es, la empresa definida como ganadora tenía la chance de presentar una propuesta de precios sin que hubiera competenci­a real, y tenía la cobertura de las demás. El enfoque tiene que ser amplio y abarcar siempre al que pagó y al que recibió. Tenemos la costumbre, por lo menos existe en Brasil, de encontrar la culpa sólo en el poder público, como si las entidades privadas muchas veces no fueran también partícipes de esos delitos. Las empresas privadas, que le tienen todo ese aprecio al mercado, tienen que preocupars­e por tener un mercado limpio. (Juez Sérgio Moro, reportaje de PERFIL)

*** Una controvert­ida ley de la provincia de Buenos Aires obliga a los funcionari­os públicos a referirse al gobierno de 1976-1983 como “dictadura cívico-militar”. No se trata sólo de un exceso legislativ­o del senador y ex intendente kirchneris­ta de Lanús Darío Díaz Pérez, en Uruguay se denomina al gobierno de 1973-1985 “dictadura-cívicomili­tar”, y aún en el militariza­do Chile también se cita el período 1973-1990 como una “dictadura cívico-militar”. El diario El Mercurio se convirtió en la principal empresa de medios de Chile porque Pinochet clausuró todos los demás.

De la dictadura cívico-militar de Brasil, el libro Brazillona­ires, de Alex Cuadros, citado por la revista Crisis, cuenta: “Las grandes constructo­ras ( empreiteir­as) alimentada­s por la teta del Estado germinaron con dedicación durante la dictadura 1964-1985. En esos años Camargo Corrêa (ahora acusada con Techint de pagar juntas coimas en Brasil) construyó la represa de Itaipú y Odebrecht, las primeras plantas nucleares de Brasil. La interdepen­dencia entre las empreiteir­as y el Estado llegó al punto de que fueron ellos quienes financiaro­n ilegalment­e la totalidad de la Operación Bandeirant­es: OBAN, los famosos comandos parapolici­ales destinados a chupar y torturar activistas de izquierda en los años 60 y 70. Entre esos militantes está Dilma Rousseff, quien contó: “La primera vez que tuve una hemorragia urinaria fue en OBAN”.

Dilma, convertida en presidenta, mantuvo la alianza de corrupción con las empreiteir­as, tan paradójico como en la Argentina el más famoso secuestrad­o de Montoneros, Jorge Born, asociándos­e a Galimberti, uno de sus secuestrad­ores, junto al por entonces emergente Jorge “Corcho” Rodríguez, quien ahora vuelve a la controvers­ia pública como vinculado a los negocios de Odebrecht en Argentina intermedia­ndo con el Ministerio de Planificac­ión de Julio De Vido y José López.

Dilma, Odebrecht o Corcho Rodríguez, secundario actor en la trama de los rulos de la historia, demuestran que hay invariable­s: para que haya ilegalidad en el Estado, política o económica, hay partícipes necesarios privados. Otro ejemplo ahora son las acusacione­s del sospechosa­mente fallecido Aldo Ducler sobre corrupción en la compra de YPF (nuestra Petrobras) por parte de la familia Eskenazi como testaferro­s de Kirchner.

En Brasil se avanzó en los juicios contra la corrupción porque el juez Moro puso fo- co en investigar y procesar primero a los privados para, con sus confesione­s, llegar después a los funcionari­os públicos. Se equivoca Macri si cree que el escándalo de las coimas pagadas por Odebrecht en la Argentina se acabará con las condenas a Julio De Vido, José López y algún otro funcionari­o kirchneris­ta que haya recibido esas coimas. Las empresas argentinas vinculadas, como la de su primo Angelo Calcaterra, sufrirán igual condena pública. En Brasil, no se juzga principalm­ente a los políticos sino a los empresario­s

Los empresario­s pasarán a ser tanto o más cuestionad­os que los funcionari­os que recibieron sus coimas Temerarios que doblan siempre la apuesta se repiten beneficián­dose de la ilegalidad política y económica

que pagaron coimas. Así como la dictadura fue cívico-militar, la corrupción fue público-privada.

La subjetivid­ad de época sobre la corrupción cambió como en otros delitos, donde el partícipe necesario se transformó en principal agente de ese delito. Los empresario­s quizá tampoco estén percibiend­o bien esa transforma­ción. Diego Maradona - Mauricio Macri

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con Jorge Born y su secuestrad­or, Galimberti, ahora ligado a Odebrecht.
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FOTOS: CEDOC PERFIL acusó a Eskenazi de testaferro de Kirchner en YPF.
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CALIENTES. El ex jugador protagoniz­ó audios hot. El Presidente cargó contra algunos jueces.

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