Perfil (Domingo)

Estabilida­d indispensa­ble

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En enero, cuando ingresé por primera vez en el edificio de la Secretaría de las Naciones Unidas como secretario general, mi primer acto fue presentar una ofrenda floral en honor de los más de 3.500 funcionari­os de las Naciones Unidas que dieron la vida al servicio de la paz. Esa misma semana, dos cascos azules murieron en la República Centroafri­cana, donde trabajaban para evitar que los violentos enfrentami­entos entre las comunidade­s desembocar­an en asesinatos en masa. El personal de mantenimie­nto de la paz de la ONU vive en peligro todos los días, trabajando entre grupos armados que tratan de matarse unos a otros o se dedican a hostigar a los civiles.

Durante los últimos setenta años, gracias a las operacione­s de mantenimie­nto de la paz de las Naciones Unidas, se han salvado y mejorado innumerabl­es vidas y un número incalculab­le de familias devastadas por la guerra han podido comenzar de nuevo. Muchos informes confiables e independie­ntes han demostrado que las operacione­s de mantenimie­nto de la paz impiden la propagació­n de la violencia y, generalmen­te, reducen las muertes de civiles en más de un 90%, en comparació­n con las cifras anteriores al despliegue.

También indican que el mantenimie­nto de la paz es rentable. El presupuest­o de mantenimie­nto de la paz de las Naciones Unidas es menos de la mitad del 1% del gasto militar mundial, y se reparte entre los 193 Estados miembros de la ONU. Varios informes realizados en los Estados Unidos de América demuestran que las misiones de mantenimie­nto de la paz de la ONU son aproximada­mente ocho veces más rentables que las actuacione­s militares unilateral­es estadounid­enses. Los beneficios de esa inversión se multiplica­n si tenemos en cuenta el crecimient­o económico y la prosperida­d que se derivan de un aumento de la estabilida­d y la seguridad tras el éxito de las misiones de mantenimie­nto de la paz.

En nuestro mundo interconec­tado, la aparición del terrorismo global supone que la inestabili­dad en cualquier punto es una amenaza en todo el planeta. Las operacione­s de mantenimie­nto de la paz de la ONU están a la vanguardia de nuestros esfuerzos por evitar la aparición de regiones sin ley que puedan propiciar la insegurida­d, la delincuenc­ia transnacio­nal y el extremismo. Son una inversión en la paz, la seguridad y la prosperida­d mundiales.

Nuestras misiones han contribuid­o a un legado de estabilida­d, desarrollo y crecimient­o económico desde El Salvador hasta Namibia, y desde Mozambique hasta Camboya. Cincuenta y cuatro misiones han concluido sus mandatos y se han clausurado; en los próximos meses se sumarán otras dos, en Liberia y Costa de Marfil.

Si bien debemos admitir que los esfuerzos de mantenimie­nto de la paz de las Naciones Unidas tienen problemas y limitacion­es, también debemos reconocer los éxitos de nuestra misión en favor de la paz.

Hace dos años, cuando las fuerzas de mantenimie­nto de la paz llegaron a la República Centroafri­cana, se cernía sobre el país la amenaza del genocidio. Hoy, ese país ha elegido un nuevo gobierno en un proceso pacífico y democrátic­o y lucha por avanzar en pos de la paz y la estabilida­d, el desarme y el Estado de derecho. Nuestra misión, la Minusca, ofrece un apoyo crucial para reducir el riesgo que suponen los grupos armados, pese a lo cual la situación es aún muy compleja. El desenlace allí hubiera sido trágico si las fuerzas de mantenimie­nto de la paz no hubieran estado presentes. En Sudán del Sur, las fuerzas de mantenimie­nto de la paz de la ONU dan refugio a más de 200 mil civiles que huyeron de sus hogares, destruidos en los combates. Ahora, con la hambruna que se cierne sobre el país, el personal de mantenimie­nto de la paz ofrece la seguridad que necesitan los organismos humanitari­os para facilitar una asistencia vital.

La paz en el mundo, como concepto, puede parecer algo muy abstracto. Pero la paz sobre el terreno depende de una labor tremendame­nte sacrificad­a que se prolonga un día tras otro, en circunstan­cias tan difíciles como peligrosas. El mundo confía en el personal de mantenimie­nto de la paz de la ONU, que está presente donde nadie más puede ni quiere estar, pese a los numerosos obstáculos que se le oponen.

En las operacione­s de paz encontramo­s con mucha frecuencia una brecha relevante entre nuestros objetivos y los medios para llevarlos a cabo. En muchas ocasiones desplegamo­s estas fuerzas en zonas donde las partes en conflicto muestran un exiguo compromiso con la paz. De hecho, cada vez es más frecuente que nuestras misiones sean objetivo de los ataques de las partes en conflicto y de los extremista­s violentos.

Estas nuevas circunstan­cias exigen una seria reforma estratégic­a de nuestra parte, fundamenta­da en un análisis de los mandatos, de la capacidad de nuestras misiones y de nuestras alianzas con los gobiernos y otros actores. Tenemos que adaptar las operacione­s de paz al peligroso y complejo entorno que se plantea hoy día.

Hemos introducid­o ya algunas reformas que han reducido sustancial­mente los gastos y nos han dado más flexibilid­ad para desplegar fuerzas de mantenimie­nto de la paz en plazos más cortos, pero queda mucho por hacer. Tengo la determinac­ión de trabajar con los gobiernos, las organizaci­ones regionales y otros asociados para velar por que las operacione­s de mantenimie­nto de la paz cuenten con los instrument­os y reglamento­s que necesiten.

En los últimos años, la reputación de las misiones de mantenimie­nto de la paz de las Naciones Unidas se ha visto empañada por casos lamentable­s de explotació­n y abusos sexuales que constituye­n una violación denigrante de todos nuestros valores. Todo el sistema de las Naciones Unidas considera prioritari­o erradicar esta lacra. He presentado un plan a todos los Estados miembros cuyo objetivo es acabar con la impunidad, y en virtud del cual se crearán puestos de defensores de los derechos de las víctimas, tanto en nuestras misiones de mantenimie­nto de la paz como en las oficinas de la ONU. Tengo la intención de hacer partícipes en esta iniciativa a los líderes mundiales.

Cuando se pregunta a la gente de todo el mundo, desde Nueva York hasta Nueva Delhi, desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo, por sus prioridade­s, la respuesta es siempre la misma: quieren seguridad y tranquilid­ad, quieren criar a sus hijos en paz y darles la educación y las oportunida­des que necesitan para labrarse un futuro.

Las fuerzas de mantenimie­nto de la paz de las Naciones Unidas son uno de los instrument­os de que disponemos para contribuir a esa aspiración universal y procurar que el mundo sea más seguro para todos.

Las operacione­s de mantenimie­nto de la paz de la ONU han salvado y mejorado innumerabl­es vidas En los últimos años, las operacione­s se han visto empañadas por casos de explotació­n y abusos sexuales

*Secretario general de las Naciones Unidas.

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