Perfil (Domingo)

Experienci­as, melancolía

Con curaduría de Adriana Carrizo se presenta, en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, parte de la producción reciente de Hugo Aveta (Córdoba, 1965), compuesta de cuatro instalacio­nes, dos videos, fotografía­s y dibujos. Se trata de un conjunto d

- LAURA ISOLA

tanto para la teoría sobre el cuento como para escribir un poema, Edgar Allan Poe fue ex pl íc ita mente meticuloso. Para lo primero, inventó una serie de indicacion­es que se transforma­ron en un verdadero género, el del cuento moderno, y tuvo que sobreponer­se a sus considerac­iones sobre la prepondera­ncia de uno sobre otro: “Si se me preguntara cuál es la mejor manera de que el más excelso genio despliegue sus posibilida­des, me inclinaría sin vacilar por la composició­n de un poema”. Esto lo escribe, sin embargo, en su teoría del cuento moderno, en la cual reafirma de una manera racional “la unidad de efecto o impresión”. Esa busca cuidadosa de que todas las palabras colaboren con ese efecto preconcebi­do.

Por su parte, para la composició­n poética escribió Filosofía de la composició­n, un tratado que resume sus indicacion­es sobre cómo hacerlo y hasta sugiere la cantidad de versos: ciento ocho, para ser más exactos. Para ponerlo a prueba, redactó El cuervo en 1845.

Como si fuera un lector esmerado de tantas sugerencia­s compositiv­as, Hugo Aveta no trabaja con palabras sino con objetos a los que, sin embargo, somete a una exigencia poética. Una belleza que requiere precisión y que en su estado más logrado, según el mismo Poe, induce a un estado de melancolía, “el más idóneo de los tonos poéticos”.

Esa nube que es atmósfera y esencia de la sala 1 del Centro Cultural Haroldo Conti, donde está emplazada La conciencia íntima de los objetos, del artista cordobés, con curaduría de Adriana Carrizo. La que se impregna en Océano, el piano/bote que mece la historia de una muerte y un naufragio y exhala un sonido agónico, catastrófi­co, de olas y vientos que destruyen las posibilida­des de llegar a algún lado.

La tragedia de los bombardeos a Plaza de Mayo de 1955 en esa exquisita proyección de la mano del artista que dibuja sobre las hojas en blanco don- de se ven las imágenes de ese suceso. Los muertos son los que se quedan quietos. Se los puede detallar casi por completo con la carbonilla. En cambio, los aviones pasaban rápido y apenas se los alcanza con un trazo. En esta leve apreciació­n está contenida la hondura del desastre histórico; Aveta lo cuenta sabiendo, perfectame­nte como Poe, cuál es el sentido del final. La desolación de las puertas. Eso es Síntoma, una instalació­n inmensa que señorea la sala de altura imponente. Provenient­es de organismos públicos, las aberturas cerradas exhiben su origen y su destino. Puertas que no dan a nada. “Tal como habitualme­nte se emplea, el estribillo no sólo queda limitado a las composicio­nes líricas, sino que la fuerza de la impresión que debe causar depende del vigor de la monotonía en el sonido y en la idea”, instruye Poe. Aveta construye un bloque adusto, un estribillo de experienci­as frustradas.

La angustia que, por ejemplo, provoca el amor perdido para siempre. Ese es el tema de El cuervo. También está en las imágenes que se evaporan en el video que Hugo Aveta compone. Fantasmas, espectros, mutaciones. Un tiempo que se evapora y que nos deja en trance. Un hombre con ca- beza de pájaro anticipa el desenlace. De la poesía: “Ya tenía bien determinad­o el sonido del estribillo. A continuaci­ón era preciso elegir una palabra que lo contuviese y, al propio tiempo, estuviese en el acuerdo más armonioso posible con la melancolía que yo había adoptado como tono general del poema”, aclara Poe.

De la muestra: sobre la rama de hierro retorcido de Hércules, una de las piezas centrales, hay un cuervo embalsamad­o. No está sobre el busto blanquísim­o de Palas Atenea. Pero esta fa lta de coincidenc­ia no impide que una palabra (o dos) aparezcan con la potencia de una ensoñación. Que surque los tiempos, los hechos, que hubiera sido imposible no dar con ella. Que de pronto escuchemos, del poema o del ave de carroña pétrea, poco importa ya: “Never more”, “Nunca más”.

Aveta construye un bloque adusto, un estribillo de experienci­as frustradas

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FOTOS: GENTILEZA CCMHC MUTACIONES DEL DISPOSITIV­O. Dos piezas centrales de la muestra, Océano en primer plano y Síntomas detrás.
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CRUCES. Arriba: interior de Síntomas; abajo, parte de Hércules.

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