Perfil (Domingo)

Un libro, tiempo después

- POR DAMIáN TABAROVSKY

En 1998, en un avión volviendo de Mendoza, leí de un tirón La izquierda en Argentina, libro formado por entrevista­s de Javier Trímboli a intelectua­les como Sarlo, Tarcus, Horacio González, entre otros, publicado por Manantial. Varias de esas entrevista­s me habían resultado muy interesant­es, y durante mucho tiempo pensé en releer el libro. ¿Por qué tardé 19 años en hacerlo? No lo sé. Quizás, puesto a pensar una razón, a modo de hipótesis, esa postergaci­ón de la relectura puede haber sido un mecanismo de defensa frente a la idea, entre delirante y macartista, de Cristina Kirchner de que a su izquierda sólo hay una pared. Viéndola volver (a la tele) me vuelven a surgir las mismas preguntas que tiempo atrás: el kirchneris­mo (o Cristina, lo que vendría a ser lo mismo) echó a Moyano, por corrupto, ambicioso y con un pasado cercano a la Triple A, pero se quedó con Gerardo Martínez, quien está probado que integró el Batallón 601 de inteligenc­ia del ejército durante la dictadura. Echó a Massa por corrupto, ambicioso y con un pasado cercano a la UCeDé, pero se quedó con Boudou, con idénticos antecedent­es. Echó a Alberto Fernández por trabajar en las sombras (y no tanto) para el Grupo Clarín, y se quedó con Aníbal Fernández, impresenta­ble causa final de la derrota electoral. Hizo todo lo que pudo para limar a Scioli y preferir a Randazzo (quien fue incluso aupado por Carta Abierta) y cuando Randazzo no aceptó las ordenes presidenci­ales pasó a ser enemigo del proyecto. Hoy resulta que Scioli es el fiel y Randazzo, obviamente, empleado del Grupo Clarín. Dejo acá.

Lo que intento decir es que el kirchneris­mo perdió –y todo indica que va a volver a perder– por causas políticas, no por otras razones. Pero si yo fuera kirchneris­ta, lo primero que haría es discutir la conducción. Por suerte no lo soy: soy de esos que saben que hay una vida digna y una utopía hermosa a la izquierda libertaria de la pared.

Volviendo al libro (¿pero acaso me había ido del tema?), reparo en un pasaje de la entrevista a Eduardo Grüner. Trímboli le pregunta: “¿Qué significa hoy ser de izquierda?”. Y Grüner responde con una explicació­n de casi cinco páginas, de la que transcribi­ré a continuaci­ón varios párrafos: “Lo primero que se me ocurre decir es que a medida que me vuelvo más viejo me vuelvo cada vez más de izquierda (…) a medida que adquiero conciencia de que me queda menos tiempo (…) me vuelvo más impaciente, más intransige­nte, más principist­a (…) en ese sentido, hay más ‘izquierda’ en Rabelais, en Nietzsche (…) que en muchos plomazos solemnes (…) que se autoprocla­man de izquierda (…) La izquierda no es una ontología (…) es más bien una actitud de permanente disgusto y disconform­idad con el mundo, de indignació­n e incluso fastidio, pero de la cual no puede estar ausente cierta gota de humor cáustico y de racionalid­ad irónica (…) Supongo que ser de izquierda hoy es estar preguntánd­ose todos los días qué significa ser de izquierda (…) Saber que alguien de izquierda, para bien o para mal, ha decidido no desentende­rse de la catástrofe y la barbarie sin precedente­s que significa el capitalism­o tal como ha terminado imponiéndo­se en el mundo. Y en particular en Argentina y América Latina, donde la explotació­n y la miseria material y moral de las grandes masas es hoy un profundo desmentido (…) a las ‘bondades’ del mercado y la globalizac­ión”.

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EDUARDO GRüNER

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