Les Luthiers, sin querer ser político, lo es
Quizá sea como Los Chalchaleros, cuyo alejamiento de los escenarios fue un anuncio durante varias temporadas… Les luthiers dejan sentir cierto aire a despedida en su espectáculo Gran reserva. Hace rato que prescinden de nuevas creaciones, y echan mano de su abundante repertorio. Cada espectáculo resulta una antología; éste no es la excepción. Además, la suma de argumentos va dando qué pensar: año redondo –es el 50º aniversario del inicio del grupo con Gerardo Masana–; declaraciones de Núñez Cortés, sobre el cansancio corporal y la dificultad para soportar la exigencia de las giras; la evidencia de las cifras –Jorge Maronna tiene 68 años; López Puccio, 70; Núñez, 74 y Mundstock acaba de cumplir 75–; y la operativa aunque difícil sustitución de Daniel Rabinovich –¿quién podría tener una gracia, una picardía equivalentes; quién podría verdaderamente reemplazarlo en el bolérolo Perdónala?–, luego de su muerte en 2015, a cargo de Martín O’Connor y Horacio “Tato” Turano.
Mientras tanto, el humor de Les Luthiers, a un tiempo brillantemente sutil y acaso ingenuo frente a los horrores del mundo en que se inserta, logra resignificarse y permanecer vigente. Así sucede con el conductor de televisión de Entreteniciencia familiar : Mundstock advierte al público que se verán “escenas de extrema estupidez” y se pregunta si “Carmen de Bizet” o “Bolero de Ravel” son temas que salieron hace poco. ¿Quién que esté al frente de un programa de TV argentina hoy podrá no sentirse aludido? Lo mismo con el antropólogo austrohúngaro de Música y costumbres de Makanoa: López Puccio admira a la vez que animaliza a los habitantes de una supuesta isla donde hay “vida de remotos seres humanos; remotos, porque están lejos de ser humanos”. ¿Cuántos discursos políticos actuales no están atravesados de miradas equivalentes, sobre comunidades diversas en su cultura, política o economía? Y a más de un presidente no le causará gracia la invitación a Makanoa, un paraíso, sí, “un paraíso fiscal”.
El humor de Les Luthiers, sin pretender ser abiertamente político, lo es; y las zonas políticamente incorrectas circulan sin restricciones, como por ejemplo las humoradas sobre la heterosexualidad de los hombres, que explotan en Ya no te amo, Raúl, donde un cantante se incomoda cuando debe interpretar una canción compuesta originalmente para una mujer.
En medio de todo ello, hay música, claro, y en pasajes particularmente exquisitos, como el que, sin texto, construyen el virtuoso pianista que es Núñez Cortés, con Maronna, no al frente de su habitual guitarra, sino con el bolarmonio, instrumento informal construido con pelotas de goma.
La fiesta culmina con un bis, El explicado (gato con explicaciones), donde el sexteto brinda su increíble resto de energía y siempre elegante humor.