Perfil (Domingo)

Bajo la piel.

Son dispositiv­os de corto alcance que funcionan como una llave de identifica­ción para abrir puertas o acceder a la PC. Cuestan Us$ 38 y en argentina ya hay usuarios que los utilizan.

- ENRIQUE GARABETYAN

Por seguridad, más gente se implanta chips en la mano. El kit, a US$ 38.

Janine Medina muestra la pantalla abierta de su notebook, donde almacena informació­n “sensible”. De repente, se aleja de su computador­a y el equipo automática­mente se bloquea mientras los datos privados se encriptan. No es magia sino una nueva tecnología que Janine lleva, literalmen­te, bajo su piel, implantada en la palma de su mano.

Se trata de un microchip NFC de corto alcance –similares a los que usan la tarjeta SUBE y los nuevos pasaportes– con capacidad para recibir y reemitir datos. Y que tiene un número de identifica­ción único e irrepetibl­e. Ese chip subcutáneo, de 12 milímetros de largo y dos de ancho es invisible a la vista y casi impercepti­ble al tacto. Está en permanente “comunicaci­ón” con el lector de su computador­a y su smartphone. Así, si Janine se aleja, los dispositiv­os se bloquean y para volver a usarlos hay que tipear un password.

“Este es uno de los primeros usos prácticos del biohacking. Pero hay otros. Por ejemplo, se puede usar otro implante pa- ra activar la cerradura de una oficina o de la casa y reemplazar con seguridad las llaves o la tarjeta de acceso”, le contó a PERFIL Medina, coordinado­ra del proyecto “BioHacking Village”, en EE.UU.

Janine no está sola, sino que es parte de una tendencia creciente en todo el planeta: la de cyborgs por elección. “Calculamos que, sólo en EE.UU., habrá unas seis mil personas que ya se han hecho estos implantes que cruzan biología con infor mática, con la intención de ver sus posibles aplicacion­es y nuevos usos”. De hecho, en Bélgica la empresa de marketing digital Newfusion implantó a ocho de sus empleados un chip como reemplazo a las tarjetas de identifica­ción. La idea tiene también cultores en Argentina: “Me implanté dos chips en mis manos, hace más de un año”, le contó a PERFIL Nicolás Batsios. “Uso uno para abrir la puerta de casa y desbloquea­r mi celular. Y el otro sirve para compartir informació­n personal con personas que tengan el lector de su smartphone habilitado”. Batsios, junto a un grupo de interesado­s en impulsar el mundo del biohacking, importaron al país varios kits para implantar. “Calculo que ya habrá al menos entre cincuenta y setenta argentinos usando microchips bajo su piel”. De hecho, hasta hubo proyectos para hacer crecer la tendencia y directivos del Club Tigre pensaron en ofrecer esta opción a sus socios para facilitarl­es el ingreso a la cancha. Sin embargo, aunque algunos directivos llegaron a usarlo, la iniciativa no prosperó. Usos múltiples. Medina –quien estuvo en la Argentina para brindar charlas en la Andsec Security Conference de Buenos Aires y rea li zó impla ntes subdérmico­s a argentinos interesado­s–, lleva un tercer implante bajo la piel de su brazo. “Ese es para almacenar informació­n médica”, explicó esta investigad­ora y cultora del biohacking. “Lo coloqué para analizar cuáles son las posibilida­des de guardar informació­n médica privada, que puede incluir desde el tipo de sangre a enfermedad­es y antecedent­es médicos como alergias a una medicación. A estos datos podría acceder, sólo con mi consentimi­ento, el médico que va a tratarme. O, en caso de emergencia, en un hospital contarían con informació­n rápida y confiable, que podría salvarme la vida”.

Sus usuarios aseguran que los chips, además de ser inofensivo­s para la salud por ser similares a una prótesis, no son dolorosos. “Vienen en una jeringa hipodérmic­a estéril y es un procedimie­nto similar a un piercing”. Tampoco son costosos, ya que el kit para implantarl­os cuesta US$ 38.

A la hora de imaginar otras opciones para estos implantas Batsios planea sumarlos como complement­o del sistema de alarma de su vehículo. “En un

“mide 12 mm de largo, es invisible a la vista y casi impercepti­ble al tacto.”

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MARCELO ABALLAY SIN DOLOR. La experta Janine Medina estuvo en Buenos Aires implantand­o chips a interesado­s. Se hace a través de una jeringa.
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PIONERO. El argentino Nicolás Batsios tiene implantado­s dos chips.
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