Perfil (Domingo)

¿Escritor en peligro?

- POR QUINTíN

Es muy frustrante descubrir a un gran escritor secreto y perderlo al poco tiempo. Hace unos días, Gonzalo Castro me hizo llegar Caja de fractales, flamante novela del puertorriq­ueño Luis Othoniel Rosa (Bayamón, 1985). No logré averiguar si Othoniel es segundo nombre o primer apellido, de modo que lo llamaré LOR. Recibido el libro, Castro me preguntó si había leído su primera novela, publicada también por Entropía en 2012. La busqué entre caóticas pilas y estantes, la encontré y la leí. Se llama Otra vez me alejo, y así descubrí a un gran escritor.

Otra vez me alejo es una novela de campus, que transcurre entre estudiante­s de doctorado en Princeton, “el Pueblo de la Princesa”, como lo lla ma LOR, que est udió ahí para después enseñar en Duke, Colorado y Nebraska. Su currículum es típico del latinoamer­icano cooptado por el sistema universita­rio gringo, variante radical de izquierda: entre sus intereses académicos, LOR i nclu ye tem a s c omo “A n a r ch i s t studies”, “Feminist studies”, “Queer studies”, “Race and ethnic studies”, “Contempora­ry radical political thought and praxis”, “Marxism”, “Deconstruc­tion and psychoanal­ysis”... no falta nada. Y, sin embargo, Otra vez me alejo es ligera, encantador­a y crítica de su ambiente: “La búsqueda de conocimien­to era sólo una honrosa mascarada, una movida retórica para producir prestigio, un gancho mediático para rentabiliz­arse. Los estudiante­s doctorales del Pueblo de la Princesa, y me incluyo, éramos la reencarnac­ión vengativa de los sofistas griegos”. Escrita en un español prístino, propio de quien viene de un país donde la lengua está amenazada, el libro mezcla historias personales, interpreta­ciones de la Historia (algunas decididame­nte geniales) y la escritura valsea como si se dejara llevar amablement­e por la marihuana que consumen sus personajes, un grupo de amigos bastante cortazaria­no. Es un libro hermoso.

No es que Caja de fractales no lo sea. Al contrario, es excelente. Pero basta comparar las fotos de la solapa para advertir que algo no anda bien con LOR. En la primera es un muchacho flaco con aire distendido; en la segunda, un señor más bien gordo, maduro, de aspecto ansioso. La novela se agrega a este género de moda entre latinos que es el futurismo apocalípti­co. El tipo que decía quedarse en la marihuana porque la cocaína y el café lo excitaban ahora es parte de un ambiente de drogas durísimas en un contexto tremebundo: el planeta se ha quedado sin energía y Puerto Rico es un infierno del que está prohibido salir. La novela salta en el tiempo y narra la muerte de cada uno de los amigos de Otra vez me alejo. El profesor O sigue denostando al sistema: “Su performanc­e de intelectua­l subversivo tiene muy contentas a las altas esferas corporativ­as de la universida­d americana”. Pero muere antes que el resto y la novela transmite una desesperac­ión palpable, como si estuviera escrita frente a la certeza de que tanto Puerto Rico como la Academia son invivibles e inviables. El remedio sería un movimiento mesiánico que parte de la conexión entre el anarquismo y las catedrales medievales para desembocar, mezclando a Teresa de Calcuta y el Che Guevara, en una muerte feliz para los viejos mientras nace una civilizaci­ón juvenil poscapital­ista. Caja de fractales está viva, pero la salud del joven LOR me preocupa.

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LUIS OTHONIEL ROSA

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