Perfil (Domingo)

PASO I

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Ignoro si pensó que dicha determinac­ión fatal cobraría un sentido de interpelac­ión por el lugar escogido. Hay una diferencia con otras muertes que transforma­ron. Ocurrió con María Soledad, el soldado Carrasco, Kosteki y Santillán, los desapareci­dos... En esta oportunida­d, no hubo un homicidio. ¿No hubo un homicidio? No en el sentido del reproche que describe el Código Penal, pero tal vez una sociedad que por indiferenc­ia, malicia, insensibil­idad, incomprens­ión y abandono se deshace de sus mayores, comete un crimen. Imploro que su muerte no se convierta en carroña, toda una tentación en tiempos de elecciones. No se lo merece. Si nos conmueve, tenemos que pensar en la paciente y denigrante espera diaria de miles de jubilados por un reconocimi­ento material y moral después de una vida de sacrificio­s. Es la reacción inmediata que nos deja el lugar escogido por el abuelo. Nuestro ordenamien­to penal no castiga al suicida, entre otras razones por aquello del principio de reserva del art. 19 de la Constituci­ón Nacional. El ámbito de derecho privado en clave de seguros opera desde una mirada contraria. Es refractari­o y disvalioso causar nuestra propia muerte. La falta Tengo 56 años y he votado todas y cada una de las veces que la democracia me lo ha requerido. Nunca invalidé ni anulé mi voto. El sistema político argentino, entiendo que con el propósito de fortalecer los partidos políticos, inventó una modalidad que me obliga a participar de las internas. Nunca quise, pero me obligaron. Ahora, salvo algunas que no son honrosas excepcione­s, han decidido no realizar elecciones internas y

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