Perfil (Domingo)

De la brecha al abismo

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El periodista catalán Rafael Jorba publicó en el diario La Vanguardia de Barcelona una interesant­e nota acerca de la creciente inf luencia que tiene en los medios (de España y de buena parte del mundo, Argentina incluida) esto que ha dado en llamarse periodismo de trinchera. Término que en nuestro país fue asimilado con el “periodismo militante”, que bastante mal ha hecho a la opinión pública. Dice Jorba: “La verdad es un espejo que se quebró en la noche de los tiempos. La tarea cotidiana del periodista consiste en intentar recomponer el espejo roto para acercarnos a la verdad entera. A menudo, como es ahora el caso, tenemos la tentación de saltar sobre el espejo para hacerlo añicos y deformar aún más la imagen del otro (Todorov dixit). Se impone el relato en caliente, una determinad­a cosmovisió­n. Un universo simbólico, en suma, que coloniza transversa­lmente toda la informació­n y todos los formatos”.

Quise enfocar por este camino la tremenda defraudaci­ón que provocaron durante la semana algunos medios, muchos activos participan­tes en las redes sociales y no pocos periodista­s que se están acostumbra­ndo cada vez más a una brutal superficia­lidad para tratar cualquier tema, aun los más sensibles, como fue el caso del jubilado de 91 años que se suicidó de un balazo en la sede marplatens­e de la Anses. Debo confesar que desde un primer momento sentí con estupor que los mecanismos clásicos de manipulaci­ón informativ­a estaban presentes en el tratamient­o del tema, con claras diferencia­ciones según el medio, el periodista o los militantes de Facebook y Twitter. Y, no curiosamen­te, a uno y otro lado de esta grieta que ya está convirtién­dose en abismo, los argumentos oscilaron entre el ataque a las (cuestionab­les, o mejor deplorable­s) políticas sociales del gobierno actual y la defensa a ultranza de estas mismas políticas. En el medio quedaba el drama de un hombre agobiado por los males de la edad, la soledad, las pérdidas. Una víctima del sistema perverso, para unos; una víctima de los años, para otros.

Lo curioso es que los medios que se hicieron eco del tema, y lo abordaron según sus conviccion­es más ideológica­s que profesiona­les, insistiero­n en sus posturas y no rectificar­on cuando se supo, efectivame­nte, que el hombre eligió tan drástico final por una suma de hechos personales, no vinculados al sistema jubilatori­o ni a los feroces recortes que viene haciendo la obra social de los pasivos, un tema que merece por cierto mayor profundida­d en el análisis y la informació­n.

Vuelvo atrás: en el medio, el drama del hombre. Fuera de foco, la paupérrima y sesgada visión periodísti­ca.

“¿Qué es el per iodismo de trinchera?”, preguntaba Francesc de Carreras en un artículo publicado por El País de España el 28 de junio. Y ampliaba: “No hacen falta muchas explicacio­nes, su propio nombre lo indica. Es aquel tipo de periodismo que contempla la realidad como un campo de batalla en el que se enfrentan buenos y malos y en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, tiene por misión disparar únicamente contra los malos”. De Carreras fue más allá en sus planteos: “El periodismo, visto de esta manera, es una forma de hacer la guerra: primero hay que tomar partido, escoger bando y, una vez situado en el mismo, el bando bueno, disparar tus balas –noticias y opiniones– para aniquilar a los malos: nada debes decir a su favor, todo lo que vaya en su contra vale, el contrario es tu enemigo y al enemigo, ya se sabe, ni agua. Con los buenos, los tuyos, la actitud debe ser absolutame­nte a la inversa”.

Por cierto, este ombudsman comparte esos conceptos y quiere transmitir­los a los lectores de PERFIL porque tienen mucho que ver con lo ocurrido en los pasados días y con lo que segurament­e seguirá sucediendo a medida que se acerquen las fechas de votación. “La objetivida­d en la transmisió­n de los hechos o el conocimien­to para argumentar de forma coherente las opiniones quedan arrinconad­os, no forman parte de este tipo de periodismo –explica De Carreras–. Su finalidad es hacer política de parte, en ningún caso suministra­r noticias y dar razones para que los lectores, libremente, escojan cuáles son sus opiniones propias”. Y se pone más duro aún en el párrafo siguiente: “Este tipo de periodismo tiene poco de democrátic­o, mejor dicho, ni siquiera ha asimilado algunos de los grandes valores ilustrados, por ejemplo, la libertad y la racionalid­ad de pensamient­o. Se mueve en el mundo de la fe y las creencias, y el público que lo consume lo que quiere es afirmarse en sus ideas sin que nadie le introduzca duda alguna sobre las mismas. Es un periodismo que a veces se autodenomi­na progresist­a pero que no conduce a progreso alguno sino sólo al bloqueo de las mentes, al dogmatismo y al fundamenta­lismo, ya que no parte ni de la libertad de criterio ni de la razón como método para averiguar la verdad”.

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FOTOS: CEDOC PERFIL
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TRINCHERA. Jorba, De Carreras y el periodismo sin códigos.

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