Perfil (Domingo)

La campaña incómoda

Preocupan más las debilidade­s propias que las virtudes del oponentes. Temor al voto fin de ciclo.

- SERGIO BERENSZTEI­N

Ninguna de las fuerzas que compiten en esta elección de mitad de mandato convertida en plebiscito llega a esta etapa crítica de la campaña en condicione­s ideales. Ni mucho menos: nadie está “como quiere” ni muestra capacidad para desplegar sus estrategia­s con dosis moderadas de optimismo. Cunde la preocupaci­ón, incluso el desasosieg­o. Para algunos esto puede significar un golpe terminal a sus aspiracion­es de corto y de mediano plazo (nadie establece horizontes temporales demasiado extendidos en este país tan inmediatis­ta).

Cambiemos soñaba hasta hace relativame­nte poco con que una clara percepción de bienestar económico sería su mayor fortaleza para encarar este proceso, pero se encuentra con que más bien se trata de una de sus principale­s debilidade­s. Predomina cierta intoleranc­ia frente al gatafloris­mo cambiario: si el dólar baja o se mantiene estático, es una mala noticia, porque se atrasa el tipo de cambio y eso perjudica a la economía productiva del país, sobre todo en el interior.

Si sube, también es una mala noticia, pues puede disparar una nueva ronda de aumento de precios justo cuando se calienta la campaña y desdibujan­do cualquier intento de mostrar, al menos, que la inflación tendía a la baja. El gobierno continúa convencido de que la dirección emprendida es la correcta y que el método gradual es el indicado para salir de esta delicada situación de estanflaci­ón. En el ínterin, trata de enviar a la ciudadanía una serie de señales y mensajes para que predomine la sensación de que, si Cambiemos sale fortalecid­o, las cosas van a mejorar. Gestión y campaña. Se trata de esa compleja tarea de vender intangible­s luego de una largo año y medio de promesas incumplida­s. Con la mayor parte de la sociedad percibiend­o que está en una suerte de valle (peor que hace un año pero avizorando una recuperaci­ón en el futuro inmediato) los estrategas de la Casa Rosada buscan apalancars­e en otros argumentos: la lucha contra las mafias, la obra pública, la popularida­d de María Eugenia Vidal. Mientras tanto, se ordenó discontinu­ar la polarizaci­ón contra Cristina, el último y tal vez más costoso de los errores políticos cometidos por esta gestión. Luego de “inflarla” como opositora y de haber ninguneado al peronismo racional por más de un año, el presidente reunió a más de un millar de funcionari­os en el mismísimo CCK –vaya simbología- para oficializa­r el cambio de rumbo. Resulta que quien hasta hace poco parecía desahuciad­a representa, ahora convertida en candidata, una amenaza para los inversores y hasta en términos de gobernabil­idad. La otra ‘Inflación’. El gran Rosendo Fraga sostiene que en la Argentina cada vez que desde el poder se intentó efectuar ingeniería electoral para favorecer a un rival supuestame­nte débil luego debió pagar las consecuenc­ias.

Le ocurrió a Alfonsín cuando hizo ingeniería para que no gane Menem. A Menem cuando trabajó para evitar que Duhalde fuera presidente y, impensada victoria de De la Rúa mediante, Duhalde culminó ocupando el sillón. A Duhalde cuando nominó a Néstor pensando que podía seguir moviendo los hilos con los Kirchner en el poder y terminó derrotado en “su” territorio, la indómita provincia de Buenos Aires. A los Kirchner cuando apostaron a que Macri podía ser el rival más fácil, en una historia que terminó con el berrinche de Cristina negándose a entregar el bastón presidenci­al.

La factura de la polarizaci­ón le está llegando ahora a Macri. Como ocurre con los vidrios en los automóvile­s: cuando uno se pasa, todo se pone oscuro.

La tambaleant­e llegada del oficialism­o a la disputa electoral no significa que la oposición esté firme. Cristina no puede ignorar que su liderazgo se ha debilitado de manera notoria. Unidad Ciudadana no compite en todos los distritos y aún allí donde tiene más fortaleza, la provincia de Buenos Aires, tampoco logra establecer una lista fuerte y homogénea. Está mejor en la tercera sección electoral que en la pri- mera, pero su influencia se diluye a medida que uno se aleja de GBA. Tuvo que soportar una vez más las indiscipli­na y los desplantes de Florencio Randazzo. Mucho más grave, ningún gobernador expresó apoyo a su candidatur­a ni le reconocía la jefatura del peronismo aún antes de que decidiera abandonarl­o. Oposicione­s. Tampoco la acompañan dirigentes sindicales relevantes que directamen­te ignoran su candidatur­a. Apenas continúa recibiendo el apoyo de un grupo de intendente­s que necesitan traccionar en sus propios distritos y que la siguen por necesidad, con contadas excepcione­s donde la lealtad parece legítima (Avellaneda, Ensenada). Acosada por la justicia, desde donde recibe constantem­ente sinsabores interminab­les (Julio de Vido fue el protagonis­ta excluyente de la última semana) sufre además un mal novedoso para ella: el de tener que participar de una elección sin que manejar los recursos del Estado, ni contar con la incondicio­nalidad de los medios estatales y paraestata­les, ni con la “cancha inclinada” por un sistema electoral que supo estar bajo su absoluto dominio.

Al mismo tiempo, Massa apunta a medidas efectistas que, de todas formas, no resultan efectivas: el último paso en falso fue la renuncia a los fueros, que no depende de la decisiones individual­es de los legislador­es. Así, la ancha avenida del medio continúa desgastánd­ose. Peor es el caso de Florencio Randazzo, cuyo lanzamient­o oficial como candidato compitió cabeza a cabeza por un espacio en los medios de comunicaci­ón con un mono carayá que anduvo paseándose libre por las calles quilmeñas. La Izquierda, finalmente, que parecía echar por tierra con su histórica vocación divisionis­tas para llegar unida a las elecciones, comenzó a mostrar sus típicas fisuras.

En síntesis, nadie llega a esta final entero, ningún equipo tiene a todos sus titulares a disposició­n. Preocupan mucho más las debilidade­s propias que las virtudes de los competidor­es como fuente principal de potenciale­s pérdidas de votos. Por eso cada una de las fuerzas intentarán primero consolidar su base de votantes, elevar los muros de los propios zoológicos antes de aventurars­e a cazar en territorio ajeno.

La campaña será larga, extenuante. Llena de sorpresas que determinar­án su desarrollo e influirán en el resultado de las elecciones y en el futuro próximo de un país que continúa sin consensos básicos. Sometido a la incertidum­bre de cada tormenta pasajera.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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