Perfil (Domingo)

Historia del guerrero

- LAURA ISOLA

Si nos dejamos llevar por lo que se dice de ellos, tendremos una mala imagen. Los escitas, el pueblo nómade de la Antigüedad tardía que se ubicó en los límites del Imperio Romano en la llanura póntica, poco han dicho de ellos mismos. En cambio, la bibliograf­ía griega y latina es bastante frondosa y los describe como grandes guerreros, salvajes y sanguinari­os a estos habitantes de la inmensa llanura que iba desde Hungría hasta Manchuria. Esto especialme­nte por esa costumbre de beber la sangre de la primera víctima en la batalla, arrancar los cueros cabelludos y ser temibles arqueros a caballo. También, se dice, usaban calaveras como vasijas y algunos de ellos no enterraban a sus muertos. Los dejaban a merced de las aves de rapiña y eso era entendido como un buen augurio. Como los sumerios, creían en que el águila era una encarnació­n del viento y de ese modo mandaban malos pensamient­os a sus enemigos antes de las batallas. Les deseaban enfermedad­es y muertes. Así lograban debilitarl­os y proceder a la guerra. Están referidos en el Libro del Génesis y en el Libro de Ezequiel aparecen con nombre: Gog y Magog. Además, Heródoto, Estrabón y Ovidio los mencionan. Lo que ellos mismos han dejado es menos locuaz pero no menos artístico: figuras de oro que representa­n arqueros, placas del mismo material para imágenes de guerreros y puntas de flecha. Toda una declaració­n de principios sobre sus actividade­s más sobresalie­ntes.

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