Estela de una obra por venir
Con el excelente tino que vienen demostrando sus recientes ediciones, la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos distribuye simultáneamente un libro de notas y una novela de la escritora y poeta Emma Barrandéguy; autora formidable cuya obra es
En un poema se preguntaba: “Campesino: ¿sabés vos lo que es un proletario?”
Bienvenida al fuera de canon, a la línea fronteriza de la gran escritura argentina”, celebraba en 2002 Diana Bellessi el “descubrimiento” de Emma Barrandéguy. Hoy, en este invierno porteño, EDUNER, la Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos, distribuye simultáneamente dos obras relevantes de aquella periodista, narradora y poeta. Un grueso tomo de notas con el neologismo Cronosíntesis como título, y la novela breve El
andamio, a su lado en la mesa de novedad.
El primero de los libros integra la colección El país del sauce y el segundo, Cuadernos
de las orillas. Con ese marco de paisaje, la entrerriana Emma Barrandéguy (1914 – 2006) reaparece en la escena editorial. Para los lectores de poesía ella es una figura estelar (en 2009, la cordobesa Del Copista editó sus Poesías completas). Y cada vez, su obra se vuelve ineludible en ese islote de la historia cultural y lírica que bordea el Paraná, que se afinca en esas orillas de Gualeguay. Un brazo de ese delta que nos trae la luz provinciana de Juan L. Ortíz y Carlos Mastronardi también la ilumina a Barrandéguy.
Un esbozo biográfico nos permite ubicar ambas obras en contextos de producción bien diferentes: la novela, de la época en que vivió en Buenos Aires; las notas y crónicas, frutos del periodismo que ejerció a su regreso a la tierra natal, en los años 70.
Nace en Gualeguay el 8 de marzo de 1914. El año 1937 constituye un hito en su vida: cuando decide radicarse en Buenos Aires, tras un contacto con Salvadora Medina Onrrubia, que le aseguraba un trabajo en el diario Crítica. Secretaria de la abuela de Copi y la autora de la pieza Las descentradas, Emma también pudo frecuentar a escritores y periodistas de la época que le abrieron las puertas de la que sería su profesión hasta su muerte. En medio, una escritora potente que iba de la narración al verso con sostenido aliento. En su pueblo, se había vinculado con la Juventud Comunista –junto a Juanele y Mastronardi- y he ahí el germen que alimentó el surgimiento de versos panfletarios, que prefiguran sin dudas su profundo humanismo. En un poema de 1934 se preguntaba: “Campesino: ¿sabés vos lo que es un proletario?”. (De esos días da cuenta un libro brillante: la investigación de Agustín Alzari, La internacional entrerriana).
Los encuentros con Salvadora serían tumultuosos, a escondidas, y de ello da cuenta una novela que permaneció inédita hasta 2002, Habitaciones (editada en Buenos Aires, a instancias de María Moreno). Con ribetes autobiográficos, esa novela deja ver entre visillos la bisexualidad de Barrandéguy, y esas tensiones aparecerán en sus poemas últimos como una declaración del amor lésbico.
En la tradición de la escritura autobiográfica, El andamio comparte estante con otras piezas fundamentales: Cuadernos de infancia de Norah Lange; el primer tomo de la Autobiografía de Victoria Ocampo y Mundo, mi casa de María Rosa Oliver. Tal vez no presentadas como “novelas”, una casilla más severa ajustaría los géneros, pero ¿qué es, sino ficción, la puesta en escena de quien rememora la infancia? Barrandéguy elige reconstruirla y narrar en una tercera persona que acerca y aleja el universo evocado, y cuando es necesario, se impone la primera: “Porque, ¿es acaso transmisible nuestro mundo, el acopio invisible? Estas que miro son nada más que las tablas ciegas del andamio, amontonadas a un lado ahora que la construcción está bien revocada y las posibles grietas se han tor- nado, para los otros, invisibles.”
En una mirada desde el presente, otras poetas han vuelto a la reconstrucción de la infancia: Una letra familiar de Irene Gruss, Zavalla con Z de Diana Bellessi y El cuaderno de música de María del Carmen Colombo, son hermosos textos autobiográficos.
Cronosíntesis es un volumen espléndido: un trabajo de edición –de amor y voluntad, también– porque las notas periodísticas que Emma escribió en los medios gualeyos El Debate Pregón y La Loca de al lado, vienen acompañadas por imágenes, fotografías, facsímiles, además de una exhaustiva cronología y notas aclaratorias. El arduo trabajo de Evangelina Franzot es admirable.
¿Sobre qué escribía Barran-
“La escritora publica tanto textos descriptivos como audaces artículos”
déguy en estas publicaciones locales? En la introducción, Franzot subraya que la variedad “no se reduce sólo a una cuestión temática, se desplaza también a los géneros. La escritora publica tanto textos descriptivos como audaces artículos de opinión, relatos autobiográficos, réplicas, retratos, análisis literarios, notas de color.” Claro que ese espectro tan variado encuentra eco en el lector / vecino que puede atisbar un tono: el humor, el desenfado. Porque si algo posee la “periodista vecinal” es un ojo crítico cultivado y certero. No es condescendiente, no se ajusta a la pacatería que seguramente la vería como “la loca, la rara”. Brillante. Emma Barrandéguy amplía el mapa de las mejores voces de nuestra literatura. Del lado del secreto, de lo que se escribe a contrapelo de la cultura oficial. Y es por eso que, ya se ha dicho, la posibilidad de que una editorial universitaria de la estatura de EDUNER asuma esta justiciera tarea, es celebrable..