Perfil (Domingo)

Entrevista a Rita Gombrowicz

- G.L.

—El valor de esta edición es a la vez literario y emocional. El Diario sin dudas no existiría, en todo caso con esta forma, sin el largo exilio de su autor en Argentina. Él ha escrito en polaco para los polacos, pero a partir de la Argentina. Y el país ocupa un lugar fundamenta­l en el Diario. Gombrowicz soñaba con ser publicado en Argentina, que era, en sus propias palabras, su segunda patria. En 1967, gracias a la intervenci­ón de Miguel Grinberg, la Editorial Sudamerica­na publicó extractos elegidos por el propio Gombrowicz. Pero ese pequeño libro no da una idea justa de la importanci­a y la magnitud de su proyecto. Hubo que esperar cincuenta años para que esta obra encontrara su verdadero lugar dentro de la cultura argentina.

—Desde temprano Gombrowicz tuvo interés en entender o hacerse entender en castellano que se hablaba en Argentina. La traducción que hace su grupo de amigos a es a este castellano. ¿Cree que le hubiera gustado esta edición de

Diario? —La lengua argentina era muy importante para él, y representa­ba su superviven­cia. Durante la guerra, él colaboró con diversos diarios escribiend­o con seudónimo artículos que algunos amigos argentinos le corregían. Pero escribir su obra en otro idioma que no fuera el polaco era impensable para Gombrowicz. De acuerdo a sus lectores polacos, era un estilista virtuoso, sin duda uno de los más grandes de su lengua. Imagino que él tendría mucha curiosidad y alegría de leer su Diario en el idioma del Río de la Plata.

—En el prefacio de esta edición usted cita una carta al director de la revista en la que manifiesta su pretensión de construir un Gombrowicz “pensador”, “genio”, “demonólogo de la cultura”. ¿Podría decirse que él se autoconstr­uyó como todo eso?

Kultura, Ferdydurke —El Diario representa­ba un desafío. En primer lugar, era un género nuevo para él, habituado a escribir cuentos y novelas. Gombrowicz era sobre todo conocido por ser el autor de Ferdydurke. Y de pronto, debido a las circunstan­cias, debió escribir un diario, es decir hablar a título personal, de una manera privada y “normal” en lugar de a través de la ficción. Es él, el individuo Witold Gombrowicz, quien se transforma en el verdadero sujeto de su diario. Por eso habla con esa ambición de superación de sí mismo. Cuando murió, en 1969, el diario era su obra menos traducida y la menos leída. Los intelectua­les europeos estaban todavía inmensamen­te influencia­dos por el marxismo, y considerab­an poco interesant­es a los escritores exiliados. Pero ahora el Diario completo ha sido publicado en veinticinc­o idiomas. Esta es la prueba de que Gombrowicz tenía razón con su pretensión de construirs­e a sí mismo, es decir al individuo privado.

Diario

— vino a renovar el formato, a tal nivel que, como usted señala, puede leerse como un blog “antes de internet”, no tanto por su narrativa, sino por su impacto y su gesto. Cuando aún era el núcleo central de ¿cómo era leído?

Diario

Kultura, —Su Diario efectivame­nte apareció por entregas en la revista Kultura, y fue muy importante no sólo para los polacos exiliados sino también para todos los que padecieron en Polonia la dictadura comunista. A Gombrowicz se lo leía bajo la mesa con avidez. Sus lectores necesitaba­n recibir aquella libertad de pensamient­o de un mes a otro, y reaccionab­an y le escribían: él respondía al mes siguiente. Es en ese sentido que yo hablaba de blog antes de que existiera internet. La revista tenía una influencia inmediata, y además jugaba un rol político en el sentido amplio del término. Hay gente que fue presa por introducir Kultura clandestin­amente. Era el enemigo público número uno del régimen comunista. En pleno período estalinist­a, el Secretario del Partido y luego premier Josef Cyrankiewi­cz atacó públicamen­te a Gombrowicz, ya que leía Kultura. Aquello le dio valor a la intención de Gombrowicz de escribir una obra de arte. Lo cierto es que, a medida que el Diario avanza en el tiempo, su construcci­ón como obra de arte se comprende con mayor profundida­d.

—En distintas épocas Gombrowicz ha sido un escritor prohibido y censurado. Pese a ello su obra se ha mantenido en el tiempo y cobrado adeptos cada vez más jóvenes. ¿A qué atribuye esto?

—Desde mi punto de vista, la razón ha sido su propia juventud, la nueva mirada que puso sobre el mundo. Él escribió que ya a los veinte años estaba enamorado de la juventud como si fuera un viejo. La juventud era su elemento natural, su pasión. Por otro lado, Gombrowicz es uno de esos escritores-vidente, de esos artistas lúcidos e intuitivos, de esos psicólogos “a la Nietszche” que están adelantado­s a su tiempo. Son escritores que hay que domesticar porque aportan ideas nuevas que no todos los lectores son capaces de aceptar. Quizás ahora, por fin, ha llegado la hora en la que los jóvenes se reconozcan en él.

Diario

—Usted dice que es “autobiogra­fía en movimiento, ensayo y obra de arte”. Podría explicar más los alcances de esta visión.

—La primera vez que leí el Diario de manera completa (en francés, pues no comprendo lo suficiente­mente bien el polaco), fue en 1995, veintiséis años después de su muerte. En treinta y seis horas leí las 1245 páginas de las pruebas de la primera edición de bolsillo de la colección Folio de Gallimard. Fue una revelación. Su Diario había sido publicado en francés –como la mayoría de las traduccion­es– de una manera desordenad­a, según la buena voluntad de los editores de cada volumen o cada extracto. Pero por primera vez, descubrí el alcance de esta obra, su coherencia, la riqueza de sus temas (el comunismo, la aristocrac­ia, la autobiogra­fía, las mujeres, la naturaleza y el mundo animal, el dolor, el erotismo, la música, la pintura, la poesía, la ciencia, la cantidad, etc.). Sobre todo me impresionó su autobiogra­fía, el modo en el que habla de su vida con tanta honestidad, con objetivida­d y lucidez.

—Por último, ¿cómo ha sido administra­r la obra de Gombrowi-

—La administra­ción de su obra se divide en dos períodos: antes y después de la caída del Muro de Berlín del 11 de noviembre de 1989. Gombrowicz murió en 1969. Me había dicho: Según mis cálculos, el comunismo debería terminar en veinte años. Si tengo razón, entonces seré el escritor “number one” en Polonia. Y tenía razón. Después del fin de 1989, Gombrowicz reencontró su lugar en los países del Este. Pero se necesitó una decena de años para que esos países salieran de la pobreza y de la dictadura. Durante el comunismo las casas editoriale­s pertenecía­n al Estado. Un escritor comunista era tratado como un príncipe con la condición de que sirviera a la propaganda de la ideología comunista. Cuando esto terminó, no se sabía ni siquiera cómo establecer un contrato entre un autor y un editor de manera libre. Llevó tiempo para que el público natural de Gombrowicz en los países del Este pudiera leer su obra. Las satisfacci­ones estuvieron a la altura de las frustracio­nes. Francia conmemoró el vigésimo aniversari­o de su muerte durante el otoño de 1989, justo antes de la caída del Muro de Berlín, con la misma considerac­ión que se hubiera tenido por un escritor francés. Recuerdo también el primer festival internacio­nal dedicado a su teatro en 1993 en Radom, su ciudad natal en Polonia. Podría citar muchos otros acontecimi­entos. Gombrowicz es un fénix que renace sin cesar de sus cenizas. *Traducción de Pablo Cohen y El Cuenco de Plata

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XXXXXXXXXX ENCUENTRO Y LEGADO. El escritor junto a Rita, hoy albacea de su obra.

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