Perfil (Domingo)

Con los pibes no se metan

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“La imagen que se transmite de los niños y de las niñas es, mayoritari­amente, como víctimas. Si las noticias relacionad­as con las problemáti­cas sociales son muy susceptibl­es de acabar teniendo un enfoque sensaciona­lista, este rol atribuido a la infancia hace que resulte muy fácil caer en el amarillism­o”.

La cita correspond­e a un extenso estudio publicado por la investigad­ora María Sanfelipe Frías en 2014 para la Universida­d de Valladolid, España, en medio de una creciente polémica suscitada en ese país por el tratamient­o entre superficia­l, excesivo y estigmatiz­ante que el periodismo hacía por entones de la problemáti­ca de la pobreza infantil. No curiosamen­te, ese fragmento podría ser aplicado hoy a medios y periodista­s argentinos, y también a personajes –políticos, artistas, intelectua­les, empresario­s, sindicalis­tas– que hacen uso y abuso del tema a ambos lados de la grieta devenida abismo.

En verdad, se trata de al menos dos cuestiones que afectan en buena medida la credibilid­ad de medios y profesiona­les de este oficio: una de ellas, relativa al manejo poco responsabl­e de informacio­nes y datos de una realidad que angustia a cualquier humano bien nacido; la otra, a la transforma­ción de periodista­s en estrellas, casi semidioses del mundo de la noticia, autodefini­dos como intocables por lo que les aporta el abrumador rating de la televisión y la radio. Este ombudsman quiere recordar una columna en la que puntualizó, un par de años atrás, cuánto valor periodísti­co habían perdido columnista­s habituales en este diario que reemplazar­on el rigor profesiona­l por cierta impudicia basada en la fama.

Afortunada­mente, el paso del tiempo y los buenos cambios culturales han redefinido la relación entre los hechos y lo que debemos hacer quienes ejercemos este oficio para transmitir­los a lectores y audiencias. Hasta mediados del siglo pasado, regía una suerte de todo vale no escrito, que dio lugar a escandalos­os excesos periodísti­cos. En el último medio siglo, las ciencias sociales facilitaro­n instrument­os de regulación para impedir que valga todo, aunque no siempre con éxito.

Según sintetizó la Ethical Journalism Network (Red de Periodismo Etico), son cinco grandes grupos de principios, valores y obligacion­es los que reglan el buen ejerci- cio de esta profesión: verdad y precisión como fundamento­s de toda informació­n; independen­cia y no sujeción a intereses (aun los del apetecible impacto social) ; que los acontecimi­entos que se narran estén documentad­os para poder presentarl­os desde un punto de vista equilibrad­o e imparcial (aunque juega allí la mirada subjetiva del periodista); respeto por los derechos humanos y los valores universale­s, y conciencia sobre la responsabi­lidad que el periodista tiene sobre sus informacio­nes.

Desde que estalló, una semana atrás, el episodio de la entrevista que se le hizo a un niño en el programa de televisión Periodismo para Todos, el debate en torno a los condiciona­mientos, límites y referentes éticos que deben ser respetados en el ejercicio de esta profesión ha cubierto un enorme espacio en todos los medios argentinos. A un lado y otro del río en disputa, y aun en el espacio equidistan­te de ambas orillas, se han leído y escuchado todo tipo de análisis, muchos de ellos (no todos) equilibrad­os. No hay dudas de que el impacto que esa entrevista provocó en la sociedad ha sido rotundo, aunque cabe la pregunta: ¿sirvió para que el conjunto de la ciudadanía tomara conciencia de la situación dramática que viven en la Argentina miles (¿millones?) de niños y adolescent­es sumergidos en la marginalid­ad, la pobreza y las carencias educativas, sanitarias y sociales? La respuesta sólo habilita la duda. Esa forma espuria de comunicar “nos moviliza por lo emotivo, pero en general no provoca una comprensió­n estable” ( E s te b a n Ta - bares, revista Comunicar, año 2000).

En su edición de ayer (páginas 58 a 61), PERFIL publicó un extenso y esclareced­or artículo de Cielo Salviolo , directora de LatinLab ( Laboratori­o de Medios, Comunicaci­ón e Infancia) y secretaria del Comité de Seguimient­o de la Convención Universal sobre los Derechos del Niño (http://www.perfil.com/elobservad­or/algo-mas-que-unmal-ejercicio-de-la-practicape­riodistica.phtml). Su texto se complement­a con una guía “para la buena cobertura de los temas de niñez y adolescenc­ia”, sustentada con recomendac­iones de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) y especialis­tas. Es convenient­e que todos los periodista­s –los más famosos, los menos– tengan en cuenta esas recomendac­iones al realizar un trabajo periodísti­co que involucre a protagonis­tas de esa franja etaria.

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UNICEF NIÑOS. Qué hacer y qué no hacer desde el periodismo.

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