Perfil (Domingo)

Cazabobo

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Un fantasma, entidad que indefectib­lemente nos remite a su doble, es un eco de aquello que no está. Como tal, como esa reverberac­ión de una voz, el tiempo que tarda en cubrir esa distancia, los obstáculos que debe atravesar para ser eso, un sonido desplazado o una imagen distorsion­ada, nunca es igual a sí mismo. Tiene la estructura dual: la de un presente que arrastra pasado. En esa no-identidad, en la distinción de su original, se inserta esta figura que siempre está ligada con el trauma, con algún dolor, la enfermedad y, sobre todo, la muerte. Además de la literatura que los cuenta y las creencias populares, los fantasmas tienen fotos. Fueron muy comunes a fines del siglo XIX: eran imágenes tomadas en estudio, en las que el retratado aparecía junto con el fantasma de un familiar muerto. La Spirit Photograph­y se aprovechó, entre otros, de los muertos de la guerra civil de Estados Unidos. William Mumler fue uno de los fotógrafos más famosos y de él es el retrato de Mary Todd Lincoln, la viuda del presidente asesinado. Mumler, que de profesión era joyero y fotografia­ba como hobby, se convirtió en un profesiona­l de este tipo de fotos. Trabajó junto a su esposa, que era médium, primero en Boston y luego en Nueva York. En 1869, Mumler fue acusado de fraude, llevado a juicio y su carrera quedó trunca. Murió en la pobreza. Justamente, su demandante fue P.T. Barnum, político, hombre de negocios y showman, célebre por el circo que recorrió Estados Unidos. De él se dice que es la maravillos­a frase “there’s a sucker born every minute”, que, entre nosotros, sería algo como “cada minuto nace un boludo”.

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