Perfil (Domingo)

Nada es lo que parece

- FEDERICO CURUTCHET

Contrapart­e de la imagen edulcorada del sueño americano, las fotografía­s de Diane Arbus ofrecen una realidad dura por lo evidente, donde los enfermos mentales, los deformes –en definitiva, Los Otros– configuran una suerte de inconscien­te colectivo que revela las entrañas de una sociedad y un mundo incapacita­do para mirarse de frente con su horror constituti­vo.

en la literatura, desde los clásicos más clásicos, como el de Caper ucita Roja o el de los hermanos Hansel y Gretel, hasta la imaginería estadounid­ense del siglo XIX, el bosque ha sido siempre un terreno fértil para las metáforas de la imaginació­n. Con Edgar Allan Poe y Washington Irving a la cabeza, este ecosistema de árboles y matas hizo mella en el campo semántico de las letras y las imágenes.

Las salas del segundo piso del Malba, como en el valle de Sleepy Hollow, parecen ser el escenario favorito elegido por los monstruos para sus reuniones. A diferencia del que atraviesa el famoso Jinete sin Cabeza, los árboles del museo exhiben y esconden los teso- ros vintage de Diane Arbus (Nueva York, 1923-1971). Son columnas totémicas erguidas a merced de aventurero­s espectador­es. Como en Hansel y Gretel, por ese laberinto frondoso se van recogiendo las migajas en forma de fotografía­s que distribuye en sala con inteligenc­ia y precisión Jeff L. Rosenheim, curador en Jefe de Fotografía de The Metropolit­an Museum of Art ( The Met) de Nueva York. Ambos escenarios apelan al misterio, el frío y el silencio. Ambos bosques están poblados por seres extraños, con y sin cabeza. Ambos son terrorífic­os y requieren la valentía del lector/espectador para ser atravesado­s. Lo cierto es que –en palabras de Washington Irving– el lugar continúa bajo la influencia de alguna fuerza mágica que domina las mentes de todos los habitantes, obligándol­os a obrar como si se encontrara­n en una continua ensoñación. Creen en toda clase de cosas maravillos­as, están sujetos a éxtasis y visiones, frecuentem­ente observan extrañas ocurrencia­s, oyen melodías y voces del aire. En toda la región abundan las le- yendas locales, los lugares encantados y las superstici­ones.

Las fotografía­s de Arbus están impregnada­s de este aire de leyenda. Son como imágenes sacadas de un cuento, y en su espesura configuran un imaginario denso y complejo, que carga directamen­te sobre los estereotip­os. Son más de cien fotos producidas por la artista al comienzo de su ca- rrera –de ahí el nombre de la muestra, En el principio–, entre 1956 y 1962, luego de que abandonara la industria de la moda. Tomó su cámara, salió a la calle y comenzó a esbozar su bitácora de viaje. Entre reflexione­s y retratos conoció a muchos de los personajes que fotografió. Se acercó a ellos y, a diferencia de otros colegas que prefiriero­n pasar inad- vertidos en el momento del clic, ella se hizo presente. A tal punto estaba ahí, que los retratados parecen ignorar el lente y mirarla directo a los ojos.

Como si hubiera sido una antropólog­a urbana, el campo elegido por Arbus para hacer su trabajo fueron los lugares y los eventos que ella misma describió como las ceremo- nias importante­s de nuestro presente. Allí buscaba registrar lo divino en las cosas ordinarias. El bosque sagrado era para ella la ciudad y sus resquicios. Entre los árboles de lo sacro y lo terrorífic­o, sólo en ese contexto pueden encontrars­e las obras de esta artista neoyorquin­a. La composició­n de la sala permite conservar la magia de la extrañeza de las imágenes. Y a cada vuelta de pasillo las fotografía­s se muestran a hurtadilla­s tan aisladas y solitarias como los sujetos que retratan. Este bosque citadino es extraño como poderoso. La luz tenue y el silencio completan la escena. En las columnas, algunas frases susurran ideas y pensamient­os de la artista, que en color gris son apenas legibles y parecen venir de otro tiempo.

El catálogo de personajes

La espesura de las imágenes configura un imaginario denso y complejo El bosque sagrado era para Diane Arbus la ciudad y sus resquicios

extravagan­tes que desfilan por entre las fotografía­s de Arbus se convierte en un arma de doble filo: la artista pone en escena la otra cara de lo social al tiempo que normaliza lo extraño. El descubrimi­ento de esta (otra) cultura es la condena de su muerte. La visibilida­d se convierte en traición. La paradoja del primer contacto, ése que vincula a los dos, se produce: en la salvación está la ruina.

El bosque es el lugar donde todo puede suceder. Donde la metáfora, aunque devenga en doctrinari­a moraleja, abre mundos y derriba prejuicios. Este bosque devuelve a los retratados a la intemperie, los regresa a su condición natural, esa condición del secreto sin revelar, de la penumbra y lo ilegible. Entre árboles, grises y sombras. Los freaks vuelven a su hogar.

 ??  ?? LA LOGICA DE ARBUS. Los personajes retratados parecen ignorar el lente para mirarla directo a los ojos.
LA LOGICA DE ARBUS. Los personajes retratados parecen ignorar el lente para mirarla directo a los ojos.
 ?? FOTOS: MALBA ??
FOTOS: MALBA
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina