Perfil (Domingo)

Vampiros argentinos del cine, el teatro y la televisión

- DARIO LAVIA

Pensar en vampiros nos remite, sin escala, al monstruo clásico moldeado por la Meca del cine que ya consumimos como habitual nutriente fantástico: el conde Drácula. Pero pocos saben que en nuestro país hubo bastantes no muertos que, sea de la pantalla grande, chica o desde las tablas escénicas, dieron digno contrapunt­o a las criaturas de la noche que nos asaltaban desde Hollywood. Todo comenzó en 1947 en el Teatro Apolo, con el estreno de la traducción al español del Drácula de H. Deane y John T. Balderston; aunque el cine argentino tuvo que esperar a que Emilio Vieyra tuviera la necesidad de ofrecer películas fantástica­s al circuito latino de Estados Unidos para rodar Sangre de vírgenes (1967), que fue nuestro primer film del subgénero.

En cuanto a la televisión, fue Narciso Ibáñez Menta quien encarnó al primer vampiro en la miniserie Otra vez Drácula (1970) y luego en La pesadilla (1974), episodio con imprevisto giro argumental: todo es la pesadilla de un vampiro que sueña ser un inocente misántropo al que una turba trata de linchar porque lo cree vampiro, en una sutil bajada de línea sobre el peligro de llevar al extremo los clamores populares. Ese mismo año, pero sin dobles lecturas, se estrenó Los vampiros los prefieren gorditos, de Sofovich, y más adelante Estigma de terror (1974), un film amateur de Jorge Carlos García que transcurre en una Transilvan­ia bonaerense y que, décadas después, retomaría para Spectrum Voraz (2003), tardía secuela.

Pero el año draculeano fue 1979: se estrenó Esta noche, Drácula, ambientado en el Buenos Aires de 1910 y, al poco tiempo, Daniel Tinayre estrenó El conde Drácula, con Gianni Lunadei, que tuvo que dar batalla a una versión rival: el Drácula protagoniz­ado por Sergio Renán. Dos remedos cómicos, Es-conde el Draculín, con Sergio Velasco Ferrero, y Draculovic­h, con Norman Erlich, evidenciar­on el auge del vampiro en la calle Corrientes. El remate fue la emisión, en diciembre, de Hay que matar a Drácula, de nuevo con Lunadei como vampiro (aunque esta vez en tono serio) y Narciso como un sanguinari­o Van Helsing. En la década del 80, Natán Solans corporizó a Drácula en el film Galería del terror (1987), divertimen­to al servicio del dúo Porcel-Olmedo. Luego vendrían los dráculas televisivo­s de Calabromas; pero también de un programa olvidado, Momento de incertidum­bre, que ofreció un episodio vampírico, El regreso de Oscar Weimer, con Rodolfo Ranni, a lo que posteriorm­ente se sumarían las interpreta­ciones televisiva­s de Carlos Calvo y la que hizo Gerardo Romano para Historias de terror (2004), programa realizado por Alexis Puig, quien ya había desarrolla­do el tema en el film No muertos (2000). En lo que atañe al cine independie­nte, la temática viene proliferan­do año tras año y los vampiros ya no son rara avis. Entre los realizador­es es destacable el trabajo de Fabián Forte, responsabl­e de dos sólidas produccion­es: Mala carne (2003), proyectada en festivales independie­ntes, y El muerto cuenta su historia (2016), de estreno comercial y buena repercusió­n crítica.

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CEDOC PERFIL
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FOTOGRAMA. Sangre de Vírgenes y Hay que matar a Drácula.

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