Agenda esencial, que nace en la escuela
La generación actual tiene un rol protagónico en la transformación de los viejos esquemas en uno nuevo, acorde con los acuerdos globales para el planeta.
Hay cifras, hay conocimiento sistematizado, pero no a la altura de los desafíos de la situación planteada.
Todavía nos queda algún tiempo de gracia para descarbonizar, incluir, erradicar, igualar, generar, energizar, financiar, considerar, alimentar, sanar, trabajar, cuidar, reciclar, reparar, igualar, pacificar, renovar, educar, enseñar, aprender, desaprender, comunicar, producir, preservar, reciclar, transportar… Todo un camino de acciones propuesto por cada uno de los ODS con la mirada puesta en el 2030 para evitar lo antes posible que la temperatura del planeta aumente más de 1,5 grados en un escenario de cada vez mayor desigualdad entre las personas. Un trayecto complejo, plagado de tensiones económicas, sociales y ambientales para evitar el desacople con el desarrollo humano. Sin dudas que el plano de la educación es un aspecto esencial para la toma de conciencia. Aquí se evidencia la imperiosa necesidad de aprender y desaprender todo el tiempo, entendiendo la educación mucho más allá de cualquier sistema educativo formal. De allí la necesidad imperiosa de que un adolescente pueda ser formado con mirada crítica, un estudiante de una maestría de negocios incorpore criterios éticos para tomar decisiones de negocios, un consumidor sepa lo que come y exija transparencia a las empresas, un ciudadano deje de sacar la bolsa de basura con indiferencia y un gobernante tenga el coraje suficiente para tomar decisiones favorables para la mayoría de las personas considerando el entorno desigual en el que vivimos. Las finanzas también han quedado involucradas. La agenda de los ODS movilizará en los próximos años muchísimos millones de recursos para soluciones que mejoren nuestra estadía en el planeta. De a poco, esos recursos van a estar condicionados por su retorno económico, pero también por sus contribuciones a las comunidades y al planeta. La relación privada entre el solicitante del crédito y la entidad prestataria será cada vez más pública. Ahora bien, ¿cómo se miden estas historias de éxito? ¿Cómo sabemos si estamos revirtiendo estas situaciones de pobreza, desigualdad, aumento de la temperatura y deterioro del planeta? Hay cifras, hay conocimiento sistematizado, pero no a la altura de los desafíos de la agenda planteada por los ODS. Hay que comenzar a internalizar las externalidades, no queda otra. Comprender que el cambio climático ya está impactando en los pronósticos de negocios. Asumir que la sociedad quiere dejar de subsidiar los procesos productivos que enriquecen a pocos y deterioran el planeta de todos. El extraigaproduzca-consuma-tire a la basura no sirve más como esquema. Cada vez más son los impulsores que empiezan a manifestarse contra alguna parte de este sistema lineal obsoleto pero poseedor de la soberbia como para creerse infinito. Las comunidades están cada vez más exigentes para conceder la licencia social para operar, cada vez más temporaria, por cierto; los consumidores todavía tienen demasiado para madurar, sin embargo, comienzan a manifestarse, los gobiernos tensan su legitimidad entre las demandas de regulación y control frente al dejar hacer para luego remediar impactos.