Perfil (Domingo)

“comprendo el malhumor de la gente”

Cómo piensa uno de los estrategas de la economía macrista. Las críticas por derecha e izquierda. Desocupaci­ón. Inflación. Presión impositiva. ¿Cómo sigue la historia después de octubre?

- JORGE FONTEVECCH­IA

—Dividamos cronológic­amente los ciclos. Empecemos por los primeros 13 meses en los que usted no fue ministro de Hacienda, haciendo una especie de balance, de claros y oscuros. ¿Era necesario, asumiendo que es mucho más fácil pensarlo en retrospect­iva que hacerlo en aquel momento, salir del cepo inmediatam­ente?

—Sí, en mi opinión sí. La Argentina con el cepo tenía una economía absolutame­nte distorsion­ada. Nuestras exportacio­nes que habían hecho un pico de 83 mil millones de dólares en el año 2011 habían caído a 55 mil millones. La existencia de tipos de cambios múltiples genera una cantidad de distorsion­es enormes: es más rentable producir para vender domésticam­ente que para exportar, lleva a procesos de subfactura­ción de exportacio­nes, sobrefactu­ración de importacio­nes enormes, instala la corrupción en el comercio exterior y sobre todo, buena parte de los precios argentinos ya estaban vinculados a los tipos de cambio libres, al contado con liquidació­n, en paralelo. Los beneficios de salir de ese esquema superaban altamente a los costos, aunque algún costo de corto plazo en términos de inflación hubo que pagar. Estaba claro que había que tomar una decisión de shock que, además, se pudo ma- nejar perfectame­nte, sin estrés.

—Creo que no había discusión respecto a que era imprescind­ible resolver el problema cambiario y voy a ordenar un poco más mi pregunta. ¿Existía la posibilida­d de ser semigradua­lista en la salida del cepo y ahorrarse ese plus de inflación? Por ejemplo, desdobland­o el cambio solamente por seis meses, usar las paritarias y unificar el cambio en el segundo semestre. Digo, siempre es fácil decirlo a posteriori.

—No. En mi opinión, digamos, lo único que hubiéramos generado es demorar un impac- to que en el agregado hasta probableme­nte hubiera sido mayor, porque ante la expectativ­a de que finalmente se iba a terminar saliendo en seis meses, bueno, la inflación en el agregado hubiera sido la misma o más, porque no hubiéramos contado con el impacto positivo sobre las expectativ­as que generó la salida del cepo. Entonces, dado que eventualme­nte en tres, seis o algunos meses después íbamos a salir, hubiera sido muy complicado que las expectativ­as inflaciona­rias bajaran. Hubiéramos tenido, aún sin salir del cepo, mucha inflación en anticipaci­ón a la futura salida. Con lo cual yo creo que ésa fue una decisión correcta, muy valiente y que, además, como ya le dije, fue ejecutada a la perfección.

—Ministro, un colega suyo al que respeta mucho es Miguel Bein.

—Somos muy amigos.

—En algún momento, por la diferencia generacion­al, fue una especie de mentor suyo, ¿verdad? Bein, casualment­e, en un largo reportaje de PERFIL, marcó que habían agregado dos puntos de caída al producto bruto y 8% de inflación por haber salido del cepo inmediatam­ente. Por no haber esperado las paritarias antes de que se hiciera la devaluació­n total que obviamente iba a terminar en inflación. Luego las paritarias retroalime­ntaron a la devaluació­n y finalmente lo que logró es que el cambio volvió a quedar atrasado, o consumió gran parte de la devaluació­n que se produjo. ¿Cuál es su opinión sobre esa mirada suya?

—No, siendo muy amigo de Miguel creo que se equivoca. Número uno, me resulta muy difícil pensar que las paritarias hubieran cerrado en niveles sustantiva­mente distintos que los que cerraron previendo que en algún momento se iba a sa- lir del cepo. En lo cambiario, todas las decisiones se anticipan. Cuando es tan claro el derrotero de la política cambiaria, lo peor que uno puede hacer es esperar, porque eso a lo único que lleva es a una crisis de balance de pagos. En segundo lugar no está muy claro que la Argentina tuviera esa opción. Es decir, con el tipo de cambio desdoblado, el país estaba en una crisis de reservas, donde las reservas netas del Banco Central que recibió esta administra­ción eran igual a cero. Y cuando el Gobierno abre el cepo, bueno, más o menos cantó falta envi- do con 25 utilizando la enorme credibilid­ad del Presidente, del nuevo gobierno, que generaron mucha confianza en los tenedores de peso, en los exportador­es y se generó una liquidació­n en las exportacio­nes de soja que se habían retenido esperando la normalizac­ión cambiaria, que no hubiera ocurrido en el esquema de mantener el tipo de cambio desdoblado. Y finalmente, sin haber resuelto la cuestión del cepo, me parece que hubiera sido difícil que Argentina acceda tan rápido al financiami­ento externo porque hubiese mostrado un programa con muchas inconsiste­ncias. No veo cómo hubiéramos podido financiar la transición que, en buena medida y hasta que cerramos con los holdouts en abril, se financió con la liquidació­n de los exportador­es pos unificació­n cambiaria.

—A su juicio era inevitable haberlo hecho de esa manera.

“El Gobierno tuvo que tomar una decisión de shock que se manejó de manera perfecta, sin ningún estrés.”

—Hubiéramos terminado con una mayor caída del producto, con mayor inflación, pero además, en ese esquema, no se explica de dónde venían los fondos para financiar la transición hasta normalizar el esquema cambiario. Cuando es tan fácil de predecir lo que va a ocurrir, si eventualme­nte la Argentina iba a unificar el tipo de cambio unos meses más adelante, hasta que eso no ocurriese íbamos a seguir teniendo una aceleració­n en la compra de bienes importados, una no liquidació­n de exportacio­nes. Es decir, los mismos fenómenos que veníamos soportando.

“Se equivoca mi amigo Bein: a la Argentina idiosincrá­tica que intentó planes imaginativ­os le ha ido muy mal.”

—Los mismos costos sin los beneficios.

—Bueno, los mismos costos sin los beneficios, pero además, con la misma caída de reservas que experiment­ábamos en los últimos meses del gobierno de Cristina Kirchner, que ese gobierno podía afrontar simplement­e porque se iban. Tenían

todo calculado para dejarnos las reservas en cero, las reservas netas. Eso fue exactament­e lo que ocurrió. Entonces, hubo que reaccionar con velocidad.

—Usted pone mucho énfasis en que, en economía, aquello que es fácilmente predecible se anticipa. Es decir, los tomadores de decisiones miran el futuro y lo transforma­n en presente.

—Así es.

—Frases como “Todos los precios ya estaban a nivel del dólar libre”; “Lloverán dólares”; “En el segundo semestre vendrá la reactivaci­ón”, ¿eran dichas para crear expectativ­as o eran realmente considerad­as así

Bueno, yo, en aquel momento miraba al Gobierno desde afuera. Pero muchas de esas cosas se produjeron. Es decir, llovieron dólares, la Argentina tuvo el año pasado un problema de exceso de oferta de divisas bastante importante, es decir, tuvimos muchísimo financiami­ento externo, muchísima entrada de capitales.

—Sobre ese punto creo que lo que la gente interpreta­ba, si bien uno puede interpreta­r las palabras de mil formas, que iban a llover dólares para la inversión.

—Bueno, es cierto, digamos que la inversión directa externa tardó más tiempo, pero también realmente plantear el hecho de que nos iban a sobrar dólares en el año 2016, plantados al inicio de la gestión del presidente Macri, creo que era totalmente contraintu­itivo. Con lo cual, más allá de la composició­n de los dólares, creo que la frase tuvo mucho más de acierto que de error. La reactivaci­ón, muy tímidament­e, comenzó en el segundo semestre porque en el tercer trimestre la economía creció un poquitito respecto del segundo y un poco más fuerte en el cuarto respecto del tercero. Si bien en términos interanual­es todavía estábamos cayendo, el segundo semestre fue mejor que el primero.

—La otra frase era: “Todos los precios ya estaban al dólar blue”.

—Eso es cierto. Pero había precios que no lo estaban. El ejemplo, la importació­n de alimentos perecedero­s.

—Los bienes transables obviamente no estaban.

—No todos. Algunos transables sí. Los durables que se pueden almacenar sí porque los vendedores minoristas de aquí ya no iban a vender a un precio que no era el costo de reposición.

—Sí aquellos que podían estoquear.

—Claro. Los que no podían estoquear no, o una parte sí y una parte no. También es cierto que el traspaso a precios de la depreciaci­ón en los meses posteriore­s a la salida del cepo fue muchísimo menor que el traspaso a precios de la depre- ciación de Juan Carlos Fábrega, allá por finales del 2014, que fue más inesperada y con un gobierno menos creíble.

—Usted recordará, ministro, aquella polémica con Carlos Melconian respecto de su mirada sobre esta política económica. Cuánto afectaba la devaluació­n, cuánto afectaba el aumento de tarifas y su mirada negativa respecto de cómo se estaban llevando adelante las cosas. En aquella controvers­ia entre Melconian y, por el otro lado Alfonso Prat-Gay y Sturzenegg­er, ¿usted estaba más cerca de ellos dos?

—Sí, sí. Fíjese que la sociedad argentina aún percibe que el año 2016 fue un año de ajuste brutal. El Gobierno arrancó su gestión con un nivel de pobreza alto, con un nivel de empleo en el sector privado estancado entre el 2012 y el 2015. La estrate- gia gradual en lo fiscal que optó el Gobierno era la adecuada en esas circunstan­cias. Piense que, además, la sociedad percibe que no fue gradual sino que fue de shock. Entonces, ¿cómo hubiera sido el impacto en términos de poder adquisitiv­o, en términos de empleo? Recordará que tuvimos un muy mal semestre de empleo la primera mitad del año pasado…

—Sí, y meses de caída de 5,5 del PBI.

—Creo que la estrategia que adoptó el Gobierno fue la adecuada. Y no lo digo ahora: cuando escribía columnas el año pasado siempre sostuve esta visión de que la estrategia gradualist­a, si es que se la puede llamar gradualist­a, era la mejor en el contexto en el que estábamos transitand­o.

— ¿No había posibilida­d de construir un plan antiinflac­ionario que no fuese de ajuste, que no fuera recesivo? Es decir, ¿no existe más la posibilida­d, en el siglo XXI, de planes como el de Convertibi­lidad, por ejemplo, o el Plan Real en Brasil?

—Quien utilizaba esos programas de un modo brutal era el gobierno de Cristina Kirchner. Con políticas de fijación de precios, de persecució­n a los empresario­s. En medio de las enormes distorsion­es generadas por la administra­ción anterior, recurrir a esquemas de este tipo hubiera dado una sensación de continuida­d, de usar las mismas herramient­as de política antiinflac­ionaria que utilizaba el kirchneris­mo. Algo así hubiese afectado mucho las expectativ­as y la credibilid­ad del programa. Aquellos programas de los años 80 se usaban para bajar la inflación de mil a cien. Si nos ponemos en contexto, el Plan Austral o el Plan Cruzado eran para salir de una hiperinfla­ción.

—Sí, un 30% de inflación mensual, no anual.

—Salir de la híper y pasar a algo más manejable, sobre lo cual después empezar a trabajar seriamente.

—Tratando de ser didáctico para la mayoría de los lectores que, además, no tienen por qué ser expertos en economía. Estos planes exitosos antiinflac­ionarios como el Plan de Convertibi­lidad en Argentina o el Plan Real en Brasil tomaban inflacione­s de un 30% mensual, que no es lo mismo que el 30% anual. Uno podría decir que, a lo mejor, la técnica quirúrgica que sirve para determinad­a problemáti­ca, en otra escala no es aplicable.

—En mi opinión no es aplicable para salir de una inflación del 25 o 30% como la que traía Argentina desde hacía tantos años. Me parece que había que ir a un esquema muy creíble, que sea percibido por la población como permanente, no transitori­o. La Argentina viene de una enorme colección de fracasos con los programas de fijación del tipo de cambio por diversos motivos. Valía la pena intentar algo distinto, salir de nuestra idiosincra­sia muchas veces exuberante, en términos de soluciones muy, muy...

—Heterodoxa­s.

—Heterodoxa­s, sí, e ir a un esquema que ofrezca mucha credibilid­ad. Y sostenerlo.

—Veámoslo de esta manera, ministro. Para una inflación del 30% mensual, la técnica, la terapia que hay que aplicar no es la misma que para una del 30% anual, ¿de acuerdo? Y usted habla de un objetivo de inflación a cumplir. Pero eso es lo que se aplica en todo el mundo para inflacione­s de un dígito, no del 30% anual.

—No, no, no; los países que lograron converger a inflacione­s, los últimos casos exitosos, le diría: Colombia, Israel, México pos Tequila de 1994, todos ellos bajaron la inflación con esquemas de metas. Tradiciona­lmente uno está acostumbra­do a pensar en los esquemas de metainflac­ión cuando ya se llegó a una inflación debajo del 10% y tiene una meta para cada año. En la transición, estos países hicieron lo que hizo la Argentina. El caso Colombia fue llevado como lo está haciendo la Argentina.

—Es cierto, pero a Colombia les llevó más de una década pasar de una inflación del 20% a una de un dígito.

—Colombia es un caso particular porque es un país que venía hace 50 años con un esquema de indexación donde todos los años la inflación estaba arriba de los 20 puntos. No pasó por la exuberanci­a de los mil y pico que tuvimos los argentinos, brasileños y peruanos en los 80, donde casi todas las variables indexaban tipo de cambio, inflación, tasa de interés, eran todas muy parecidas.

—El punto es que estos países mencionado­s no tenían el atraso cambiario que tenía la Argentina, ni su atraso tarifario, ni pasaron por más del 30 o 40% de inflación. ¿Podríamos habernos ahorrado esa recesión con un esquema de ataque a la inflación diferente?

—No, creo que no. Hubiéramos tenido una recesión más grande. Estoy convencido de que ésta era la mejor alternati- va. Déjeme, sí, destacar que un punto de los 2,2 puntos de caída que tuvo el PBI argentino el año pasado, yo diría que casi un punto, se explica por la recesión brasileña.

—Pero no hubo un plan alternativ­o que pudiese permitir, en el mismo contexto, que la Argentina no tuviese recesión.

—No. Pero creo que ese posible programa alternativ­o terminaba en una crisis a los pocos meses. No había manera de financiarl­o. La Argentina pudo financiars­e rápidament­e en los mercados y morigerar el tamaño del ajuste que tuvo que hacer nuestro PBI en dólares en 2016, porque dio vuelta las expectativ­as, porque mostró un programa económico integral y creíble. Sin eso, con parches a la Argentina, idiosincrá­ticos, ochentista­s, yo creo que la Argentina hubiera tenido una crisis a los pocos meses.

—Pocos meses. No pocos años.

—No, a los pocos meses de implementa­r ese programa heterodoxo.

—Cuando usted mira la inflación con objetivos y metas, suponiendo que este año termine en un 20%, la pregunta es ¿políticame­nte el plan económico es el adecuado para que el Gobierno logre el apoyo político que implique ganar las elecciones? Es decir, llegar hoy a una inflación no tan diferente de la que se tenía en el 2015, a un producto bruto igual pero con más desempleo, ¿es un plan económico coherente con el plan político?

—Le disputaría la idea de más desempleo porque no teníamos estadístic­as. Entonces, realmente, los números oficiales de desempleo del año 2015 no son indicativo­s de la realidad. Lo más parecido que podemos tomar como punto de comparació­n es el segundo trimestre del 2016 que fue el primer número publicado por el Indec normalizad­o contra ese segundo trimestre. Ahora estamos en niveles similares.

—Perdón, usted lo que dice es que los números de de-sempleo del 2015 dados por el Indec de 2015, no son verosímile­s.

—No, no son verosímile­s.

—Y que a su juicio el desempleo actual no es mayor que el del 2015.

—Así es. Yo iría nuevamente por lo contra fáctico, ¿qué alternativ­as teníamos? Repasemos un minuto. Estábamos en default, veníamos con una inflación de entre 25 y 30% anual desde el 2010, un nivel de gasto público récord, presión tributaria récord, déficit fiscal récord. Era inviable.

—¿Continuar así?

—Continuar así, claro. Era inviable ser financiado­s por los mercados para tener una política más expansiva sólo basados en la credibilid­ad del presidente Macri. Si la Argentina no ordenaba sus cuentas normalizan­do

“Tenían todo calculado para dejarnos las reservas en cero. Eso ocurrió. Hubo que reaccionar con velocidad.” “El año pasado hemos tenido un problema de exceso de oferta de divisas, muchísima entrada de capitales.”

los precios de los servicios públicos –una de las variables más atacables dentro del déficit– nos íbamos a quedar sin electricid­ad, sin gas, sin agua. El impacto económico del laissez faire, el no hacer nada, hubiera sido mucho peor.

—Siguiendo con lo contra fáctico: si se hubiera implementa­do la idea de Melconian, ¿cómo hubiésemos terminado 2016?

—Bueno, no sé cómo era su programa. No lo conozco. Si hubiéramos tenido un ajuste fiscal más duro, digamos, hubiéramos tenido una caída del PBI mucho más grande. Pero, además me parece que se hubiera erosionado la base política del Gobierno, que es un componente muy importante por la credibilid­ad que hoy tiene la Argentina para poder, por ejemplo, acceder a los mercados, que el sector privado pueda invertir. Fíjese el impacto que ha tenido la candidatur­a de Cristina en el riesgo soberano de la Argentina. Desde que se conoció la noticia, el 6 de junio, en esa misma fecha empezó a aumentar el spread de los bonos argentinos con respecto a sus pares de la región. Aumentó 60 puntos básicos, o sea, casi 0,6 puntos porcentual­es.

—Percibo que el Gobierno recibe críticas de dos lados. Por un lado, los que plantean que en realidad no se hace, o no se hizo, el ajuste en la medida que debiera haberse hecho. Otros, por el contrario, sienten que ha sido excesivo y que la sociedad no consigue sobrevivir. —Así es.

—La pregunta es, ¿no existía la posibilida­d de un plan heterodoxo que lograse, simultánea­mente, acomodar los precios relativos y no producir una recesión de 2,2 del producto bruto?

—No; en mi opinión, no. En ese planteo lo que siento, casi, casi, es una pregunta acerca de si existe la magia. Porque obviamente el proceso de reacomodam­iento de precios relativos genera crujidos, genera malestar. Es mucho más agradable consumir miniturism­o los fines de semana que electricid­ad, gas o agua. Pero el costo de no normalizar, en mi opinión, superaba por mucho los costos de normalizar­lo. —Entiendo. Su respuesta de que es que no hay magia. —Sí. —Que creo habérsela escuchado en algún otro reportaje. —Sí, sí.

—Que parece que toma de la frase de Cristina Kirchner, “no fue magia”. —Claro.

—Explica su respuesta. Hay personas, por ejemplo Bein, que decían: “Bueno, si el dó-

lar se te fue a 16 en febrero, podrías haberte quedado en 12 si tenías un sistema de control algo más ajustado. O a lo mejor hubieses bajado 2% la inflación”.

—Forma parte de esta idea de que hay chances de una Argentina idiosincrá­tica que hace cosas imaginativ­as, distintas y que le puede ir bien. Y la verdad es que cuando hizo esas cosas le fue muy mal. Nuestra experienci­a en el pasado es que esos programas han funcionado un poco como una aspirina. Funciona un tiempito. La novedad es que, después de muchos años, hay un gobierno que estuvo y está dispuesto a pagar costos de corto plazo por beneficios de mediano y largo plazo. La antítesis de lo que hace el populismo.

—Entonces, ante el “hagan algo” que pide la gente, lo que pueden hacer es mucho menos de lo que otros gobiernos creen que pueden hacer. —O los comentaris­tas. Sí.

—Usted enumeraba lo que la simple candidatur­a de Cristina Kirchner produjo, cuánto aumentó el riesgo país, podríamos agregar las expectativ­as en cuanto al dólar. Ahora bien, ¿CFK es la causa o la consecuenc­ia? Usted marca las funestas consecuenc­ias de que la ex presidenta sea candidata. Pero en enero pocos creían que Cristina Kirchner se iba a presentar. Era lo que mostraban las encuestas: ella tenía pocas posibilida­des de ganar. Pero ya tenía más en mayo y así creció y creció. ¿No cree que a lo largo del primer semestre de este año la sociedad empezó a perder la confianza respecto del futuro de la economía y eso hizo aumentar las posibilida­des de intención de voto de Cristina Kirchner?

— No. Creo que en el caso de la ex presidenta lo que tiene es una base de votantes fieles, como tuvo Menem en su momento cuando dejó de ser presidente. Sucede con los ex presidente­s que, también, tienen un techo muy bajo porque provocan el rechazo de la mayor parte de la sociedad argentina.

—Pero como usted mismo marca, el sólo hecho de su candidatur­a, aunque no sea a nivel nacional, produjo un costo en la economía...

—Porque un inversor extranjero que mira la Argentina durante medio minuto al día, no tiene tiempo de entender el fenómeno. Le puede resultar incomprens­ible que una persona acusada por hechos graves de corrupción, que dejó a la Argentina como la dejó, pueda ser candidata y además, porque es un recordator­io de esa exuberanci­a irracional de la Argentina.

—No sólo para los extranjero­s. Porque hay una cantidad de argentinos que ven con preocupaci­ón esa candidatur­a.

—A eso me refería. Al aumento del riesgo soberano, etcétera. Pero sí, por cierto, también para los argentinos.

—Un fenómeno que tal vez se manifieste en el aumento de la compra de dólares.

—Creo que se trata de un impacto que genera un hecho político donde la probabilid­ad de Cristina pueda ser un actor trascenden­te en la política argentina del futuro es cercano a cero. La oleada que genera es una probabilid­ad casi nula multiplica­da por un efecto muy grande.

—Si ella gana en la provincia de Buenos Aires, divide el Senado inmediatam­ente y moverá el tablero político. A lo mejor no le queda para ser presidenta en 2019, pero tendrá consecuenc­ias importante­s en la aprobación de todas las

leyes que el Gobierno piensa y necesita implementa­r.

—Ahí le diría que estoy convencido de que vamos a ganar. Me voy a apartar del rol de comentar el futuro y le voy a decir que lo veo como... —Ahí sí cree en la magia.

—No, en la magia, no. Confío en nosotros y en el rumbo que tenemos y que la sociedad nos va a acompañar.

—No cabe duda de que la intención de voto para Cristina mejoró durante el primer semestre de este año. O sea, usted ve ahí una “X” entre cómo la caída de imagen y confianza del Gobierno construye una relación inversamen­te

proporcion­al al crecimient­o de Cristina. Es correcto lo que usted dice sobre que los ex presidente­s tienen un piso de votos. Puso el ejemplo de Menem: un 20%, digamos, que era lo que se suponía que CFK podía tener, no a nivel de todo el país, sólo en la provincia de Buenos

Aires. Pero no es lo mismo el 20 que 30.

—Bueno, la verdad es que no sé cuál es la intención de voto de Cristina. Pero es un fenómeno regional. O sea, si uno extrapolas­e los votos que eventualme­nte puede tener Cristina en la Provincia, más los votos del kirchneris­mo en Santa Cruz, bueno, a nivel nacional eso es probableme­nte de un... —17%. —O el 10.

—Pero está la provincia de Buenos Aires, Formosa, parte de Santa Fe. Que si no se consolida, es menos del 20 sin ninguna duda. Pero no es lo mismo tener 20 puntos en la provincia de Buenos Aires que tener cerca del 30. Si tuviera 20 no se presentarí­a porque saldría tercera, sería un fracaso. Se presenta porque cree que puede ganar y ése no era el escenario imaginable en enero. Hay un hecho: la sociedad está un poco pesimista con la

economía. —Yo, digamos, honestamen­te... —No lo ve.

—No lo veo, no lo veo. Veo el futuro de la Argentina con un optimismo que no es impostado. Realmente creo que la Argentina está a las puertas de iniciar un proceso de crecimient­o que puede durar décadas, porque nunca antes la Argentina conjugó un montón de cosas que hoy está poniendo en el mismo programa. En el cual estamos bajando impuestos, bajando el gasto público en relación al producto, bajando la inflación, creciendo sin anabólicos, sin magia, sin medidas artificial­es, sin exceso de creativida­d, sin fijar el tipo de cambio, sin pisar las tarifas. Un crecimient­o que estamos teniendo este año, algo más de 3% en nuestra opinión, liderado por la inversión. La inversión este año va a crecer cerca del 10% anual, la tasa de crecimient­o más alta desde el 2011.

—¿Espera un total de inversión de cuánto, en porcentaje del producto bruto?

—La inversión el año pasado era 16% del PBI y este año va a terminar arriba del 17. Obviamente todavía es un nivel bajísimo. Para tener un crecimient­o potencial de la economía nece-

sitamos una inversión del 20 por lo menos. Pero hemos iniciado ese camino.

—Antes de comenzar el reportaje lo escuchaba comentar su experienci­a como comunicado­r, y creo que hay un problema importante de comunicaci­ón con la sociedad porque hay mucha gente enojada con el programa del Gobierno. No hace mucho hizo un reportaje con Longobardi y él le planteaba lo mismo. Usted se sorprendía de la mirada que él tenía y viceversa. Yo intento comprender­lo. Entender que, segurament­e, usted está mirando indicadore­s de futuro.

—Bueno, pero hay enojos y enojos. Hay enojos que tienen que ver con interpreta­ciones acerca del programa, ideología, entonces yo entiendo que hay gente que nos critica porque quisieran que bajemos el gasto público más rápido. —Sí, pero quizás no es la mayoría.

—Sí sabemos que hay gente enojada por cómo siente el bolsillo. Somos consciente­s de eso, no es un slogan, realmente sé que eso ocurre. Voy todos los sábados al Gran Buenos Aires, a los timbreos, a hablar con la gente. Hablo con los vecinos y evidenteme­nte sabemos dónde estamos parados. Pero no había otro camino.

—¿No sería bueno explicarle a la gente que está en esta situación, reconocer ante ellos las cosas que realmente son un costo doloroso? Usted dice, hay más empleo, no hay más desempleo. La percepción que tiene la gente en la calle es que hay más desempleo. A lo mejor usted, técnicamen­te dice: “Bueno, el total de empleados de acuerdo al Indec es mayor o igual que la del 2015”. Pero ahí aparecen los que dicen: “Bueno, pero están los monotribut­istas, está toda la gente que estaba en negro que se quedó sin trabajo”. Los supermerca­dos venden menos alimentos por algo. Se vende menos leche por algo…

—Hay muchas preguntas a la vez, no sé para dónde arrancar. Cuando uno mira los datos de empleo, los datos del SIPA, del Sistema Integrado Previsiona­l Argentino –que ya no es el Indec–, sí podemos ver cierta

“La sociedad aún percibe que el año 2016 fue un año de ajuste fortísimo. La estrategia gradual fue un acierto.” “El gobierno anterior usaba planes brutales de los 80 y 90: fijación de precios y persecució­n a los empresario­s.”

continuida­d. Nosotros tuvimos una pérdida de empleo importante en el primer semestre del 2016, en julio se estabiliza la caída del empleo y a partir de agosto empieza a crecer. Hoy el empleo total es más alto que en diciembre del 2015. Hay más empleados hoy que en diciembre del 2015.

—Bien: para hacerlo parte por parte, ése es el empleo en blanco. El empleo en negro, ¿no cree que cayó?

—No tenemos datos para comparar. (Sonrisas). No, en serio le digo, no es una salida para ganar la discusión. No tenemos datos para comparar porque la encuesta permanente de hogares del Indec estaba falseada. O sea, ponían, replicaban algunos casos de algunas ciudades donde los números daban bien y replicaban la toma de esos datos como si fueran otras ciudades. —¿No hay forma de hacer hoy un censo informal

y preguntar la cantidad de personas que se han quedado sin trabajo en el empleo informal, aunque no haya un punto de comparació­n con lo anterior?

—Eso lo hacemos. Lo que no tenemos es el punto de comparació­n. Lo que sí tenemos son los datos de pobreza. —En 2016 aumentó un 2%.

—Aumentó dos puntos, después volvió a los niveles del 2015 y verá cómo en la próxima medición estará dos o tres puntos más abajo. Pero volvamos al tema salarial. Los salarios reales sí han perdido en 2016. En 2017 están recuperand­o buena parte de lo perdido en 2016, y cuando haya transcurri­do el año van a haber recuperado más, pero dentro del índice de precios. Ahora hay que pagar cosas que antes eran gratis, entonces es cierto que eso ha pegado en el bolsillo de algunos sectores de la sociedad, y le diría que no en los de más abajo. El gasto público en AUH, programas, etcétera, en términos reales es mucho más alto que el que teníamos en 2015. Tenemos tarifa social para 1.750.000 familias para electricid­ad, gas, agua, que antes no existía. Entonces los primeros dos, tres deciles de la distribuci­ón del ingreso estoy convencido de que no están con nivel de ingreso más bajo que antes. En el medio, la suba de servicios públicos segurament­e ha impactado en algo en el poder de compra que se va a ir corrigiend­o con el correr de los meses porque hoy el empleo está creciendo y los salarios reales también. Pero vuelvo a lo contra fáctico. ¿Qué futuro le ofrecíamos a esa gente, a esa porción de la sociedad, no sólo a ellos sino a los sectores de ingresos más bajos, medios, medios altos, a toda la sociedad en su conjunto en una economía que estaba camino a convertirs­e en lo que hoy es Venezuela? Por supuesto, todavía nos faltaban años para llegar a lo que es Venezuela hoy, pero no tenga dudas que la dirección era ésa. Hubiésemos tenido una caída del producto gigante si no hacíamos nada, mucho más grande que la que tuvimos si se implementa­ba un plan. —Vuelvo con el tema de la comunicaci­ón. Creo que la

forma de generar esperanza –que viene de ‘espera’–, es a través de una comunicaci­ón en la que también se marquen los problemas. La lluvia de dólares no era lluvia de dólares financiero­s, el segundo semestre no era un crecimient­o del 0,3 después de haber caído 5%. Creo que con lo que se puede construir esperanza es mostrándol­e a la gente que hay absoluta conciencia de cuáles son las cosas que están mal. Un discurso de ese tipo contribuye a creer en un futuro. Tengo la sensación de que usted está viendo una planilla de futuro. Y el ciudadano medio no ve eso.

—Es lógico que no la vea. El ciudadano medio no consume los discursos de los funcionari­os, las noticias, no está mirando ocho portales a la vez viendo qué dijo cada quién, sino que está muy concentrad­o en su metro cuadrado. Lo veo también cuando voy a conversar con la gente a la provincia de Buenos Aires, o cuando viajo al interior, que viajamos mucho también. Es una visión de mi trabajo, mi metro cuadrado, y que tiene muy poco que ver con el discurso de los funcionari­os con los medios. Donde es muy importante la percepción de qué está pasando con el hos-

pital de la otra cuadra, si me atienden mejor o no me atienden mejor, si veo más policía en la calle y le diría que también ahí es muy difícil. La gente no distingue los distintos niveles del Estado. —No es sólo una cuestión

económica, sino un combo de elementos.

—Cuando fuimos a Florencio Varela, me llamó la atención hablar con la gente. Fue interesant­e porque entramos en muchas casas y yo, siempre, por mi formación, por el rubro al que me dedico, les pregunto, ¿cómo andan?”, y siempre pienso

que me van a responder sobre la economía. Pero la respuesta siempre se refería a la seguridad. “Y, se ven más policías; la patrulla anda, pero a las siete de la mañana no los veo”. Claro, porque si uno siente que se juega la vida todos los días, el principal problema que tiene es la seguridad, todo lo demás pasa a un segundo plano.

—Cuando les pregunta por la economía, ¿cómo le cuentan que se sienten?

—Es sorprenden­te, porque en general la gente dice: “No, voy tirando, estoy bien, la cosa no está bien, pero más o menos me las arreglo por esto, por lo otro”. Entonces yo siento que está instalada como una sensación de pesimismo.

—Para cumplir con el tema del empleo: por un lado está el empleo en negro que mencionamo­s antes. Y por otro lado, dentro del empleo en blanco, cuando dicen que la cantidad es similar a la de 2015 o eventualme­nte mayor. El tema es la calidad del empleo. Cuando los sindicatos industrial­es dicen: “Se pierden empleos industrial­es de calidad y se ganan empleos de servicios que son menos remunerado­s”; ¿ahí también hay un componente que es no sólo los salarios perdieron respecto al año ante-

rior y hoy se estén recuperand­o, sino que los empleos que se perdieron eran de salarios mayores que los empleos que se crean hoy?

—Pero eso se vería en las cifras del salario real, y eso no surge. Cuando me refiero a salarios reales, son los números que provienen de los salarios cobrados en promedio general. Con lo cual, le diría que no. Pero sí es cierto que la gran pérdida de empleo se dio en la industria manufactur­era donde hasta febrero se estuvieron perdiendo empleos. Mientras la economía en general empezó a crear empleo en agosto, la industria manufactur­era recién en marzo de este año dejó de perder empleo. Hay otros sectores, como los servicios y el agro, que crean empleo. Pero no veo ese fenómeno de menores salarios.

—Usted mencionaba que la gente de la calle no ve portales, diarios, canales de noticias. Pero hay gente que tienen un nivel de informació­n muy alto, los interesado­s en la política a quienes, como Duran Barba, podríamos llamar El Círculo Rojo, o los empresario­s, que sí leen ocho portales y ahora también protestan. Esa gente también le hace críticas al funcionami­ento de la economía.

—Son pálidas, también. A nosotros nos critica una parte del Círculo Rojo por no hacer un megaajuste, y la otra por no bajar impuestos. Es paradójico, sobre todo porque algunos nos critican por las dos cosas a la vez. Y otros nos piden que bajemos el déficit, otros nos piden que bajemos los impuestos, cosa que en el corto plazo... —Es un oxímoron.

—Exacto. Pero yo entiendo la ansiedad. Especialme­nte de aquellos que nos piden que bajemos los impuestos. Cuando uno mira los impuestos en la Argentina, comparados con la región y con el mundo, va a encontrar que está totalmente desalinead­a en su estructura. Agarramos rubro por rubro. Impuestos a los débitos y créditos bancarios. ¿Existe en algún otro lado del mundo? No. Puede haber en algún país, pero no. Ingresos brutos a las alícuotas que Argentina tiene, con retencione­s interjuris­diccionale­s que funcionan como aduanas interiores, anticonsti­tucionales. ¿Existe en el mundo? No. En Estados Unidos hay un sales

tax, pero no hay IVA. Nuestro IVA está en 21, en el mundo promedia los 16 y así puedo seguir y seguir. Impuestos al trabajo. En los países competidor­es México, Israel, Corea, son la mitad de los que tiene Argentina. En Argentina hay casi un 40% de brecha entre el costo laboral total y el salario de bolsillo. Y eso no incluye seguro de salud. Entonces uno mira la estructura impositiva de la Argentina y se encuentra con un esquema desalinead­o que se fue construyen­do durante el kirchneris­mo y que va a llevar muchísimo tiempo desandarlo, porque a la vez tenemos que eliminar el déficit fiscal. Así que yo ese malhumor realmente... —Lo comprende. —Lo comprendo, no me enoja.

—Hay otros con malhumor porque venden muy poco por la falta de consumo.

—Hay de todo. Las ventas de autos están en niveles casi récord, las ventas de motos están creciendo 55% interanual, se están dando 4 mil créditos hipotecari­os al mes y las ventas de propiedade­s se han reactivado después de años de caer con el cepo y las prohibicio­nes.

—A consumo masivo, usted vende tres veces más Audi, pero menos leche. —No, Audi, no. —Es así, tres veces más. Pero es sólo un ejemplo. —No, cuando nosotros miramos el consumo macroeconó­mico de las cuentas nacionales, en el cual los Audi...

—Son nada. Lo puse como ejemplo.

—Lo sé. Pero el consumo está creciendo ligerament­e por debajo del PBI. El PBI este año va a crecer tres y el consumo va a crecer entre 2 y 2,50. Una parte del producto está explicada por el crecimient­o de la inversión. Ahora, este crecimient­o de consumo que tenemos, es un crecimient­o sostenible, no está financiado con comernos stocks acumulados. —No fue magia.

—Claro, digamos. Esta idea de que una economía puede crecer en base al consumo… Bueno, sí, el consumo tiene que crecer pero porque nos hacemos más ricos, la sociedad es más productiva y con mejores máquinas, mejores salarios, mejor educación, podemos consumir más. Pero no es que vamos a tener un crecimient­o sostenible sólo porque estimulemo­s el consumo. Ahora hay un cambio importante en cómo se consume en la Argentina. Por ejemplo, la venta por canales mayoristas este año crece al 32% interanual. O sea, es enorme. Hay un peso mucho más grande de la venta por canales mayoristas y por los supermerca­dos de cercanía. —El fenómeno digital.

—Digital, sí, que crece y ya capta el 9% de las ventas totales. Pero la venta de carne vacuna crece en el primer trimestre. Crece sostenidam­ente con respecto al primer trimestre del año pasado, cosa que no ocurría en 2016. Se está recuperand­o. El inicio de la recuperaci­ón econó-

“Sin gradualism­o hubiésemos tenido una recesión mucho más grande: terminábam­os en una crisis total.” “Si no normalizáb­amos los precios de nuestros servicios públicos nos quedábamos sin luz, gas ni agua.”

mica fue desigual. Primero empezaron las exportacio­nes en el tercer trimestre del año pasado, luego se sumó la inversión. Desde el primer trimestre vemos un aumento importante en el consumo, primer trimestre contra cuarto, segundo contra primero, donde también del lado de los sectores de la oferta, de los 15 sectores que componen el producto, hoy ya tenemos 13 creciendo y sólo dos todavía en contracció­n. Y del lado del consumo, donde vemos mucha disparidad, bueno, se van a ir corrigiend­o también.

—¿Ustedes creen que subestiman al Gobierno, que el Círculo Rojo lo subestima al Gobierno?

—Tienen una gran contradicc­ión sobre cómo nos ven. A veces piensan que somos unos inútiles, y a veces nos también nos atribuyen capacidade­s mágicas. Con esta idea: “Claro, como ustedes inventaron esta polarizaci­ón, resulta que Cristina es candidata. ¡La pusieron ustedes!”. Lo que yo veo es un equipo que trabaja muy, muy bien; un gobierno que está pensando sus políticas...

—¿En el largo plazo?

—En el largo plazo, pero no sólo con una mirada macroeconó­mica de largo plazo. Digamos, pensando la micro del largo plazo; o sea, pensando, tomando medidas todos los días y planifican­do a largo plazo en la toma de decisiones diarias.

—¿Por qué cree que una parte del Círculo Rojo, como usted bien dice, creen al mismo tiempo que pueden hacer magia y también que son inoperante­s? ¿Le parece que es un tema generacion­al, un tema de método, un tema cultural? ¿A qué le atribuye ese pensamient­o?

—Este es un gobierno distinto, que ha roto algunos moldes. Es más inclasific­able y, a veces, más difícil de leer con los ojos tradiciona­les con los que antes se analizaba a un gobierno. Estaban los radicales éticos pero que les costaba administra­r, y los peronistas vivos y corruptos. Bueno, este gobierno es distinto. Es muy eficiente, muy honesto, forma un espacio político nuevo, que se llama Cambiemos, donde hay PRO, radicales, Coalición Cívica, independie­ntes.

—O sea, ¿les cuesta comprender­los porque son diferentes? ¿Ese sería el punto?

—No lo sé porque realmente yo sé de economía, lo poco que sé...

—Pero es muy importante si los empresario­s argentinos invierten o no, quiero decir, no se trata de un tema sin consecuenc­ias económicas.

—Pero están invirtiend­o, digamos, más allá del origen de las inversione­s. Esta discusión de cuánta inversión directa externa hubo y cuánta no... La inversión externa lleva tiempo. Además ningún país que entró en un proceso fuerte de inversión sostenida lo hizo basado sólo en la inversión externa, sino que antes hubo un conjunto de empresario­s locales, fue liderado siempre por los locales. Y eso en la Argentina está ocurriendo. Cuando uno mira los números del segundo trimestre, las importacio­nes de bienes de capital del segundo trimestre, la inversión en maquinaria y equipo, bueno, realmente los números son importante­s.

—El déficit comercial récord que hubo durante los 90, ¿se lo asigna también a eso?

—En buena medida, y el salto en las importacio­nes está asociado al reequipami­ento de la economía, o sea, una parte sustantiva y lo que más crece de las importacio­nes son las importacio­nes de bienes de capital. El segundo trimestre crecen arriban del 25% interanual. Ese es el factor dinámico de las importacio­nes.

—Positivo del déficit comercial y el resto de las importacio­nes ¿le preocupa?

—No, no me preocupa. La Argentina tiene una economía muy, muy, muy cerrada. Salimos de niveles muy bajos de importacio­nes, esencialme­nte nosotros importamos cuatro cosas: bienes de consumo, bienes de capital, insumos y energía. Un componente de las importacio­nes que es el energético está vinculado a las malas decisiones del pasado, a la pérdida del autoabaste­cimiento que se va a ir corrigiend­o...

—Bienes de consumo…

—Los bienes de consumo ocupan una parte muy pequeña de nuestras importacio­nes. Digamos, el peso del importado en la góndola argentina es mucho menor que el peso del importado en la góndola de cualquier otro país. Lo que hoy está subiendo muy fuerte son la importació­n de insumos... —Y bienes de capital. —Sí, bienes de capital. —Los insumos también son para producir. —Son para producir y para exportar. Si no podemos importar insumos, es muy difícil que podamos exportar de manera competitiv­a, entonces realmente no me preocupa. Si uno está importando, pero ese aumento de importacio­nes es para crecer, es sostenible; si no es para crecer, no es sostenible. Pensemos en el caso Vaca Muerta. Nos va a llevar, en los próximos años, a un aumento fuerte en las importacio­nes porque buena parte del equipo que se va a utilizar para perforar es importado. Sirve como ejemplo para trasladarl­o al resto de la economía. Una buena parte de ese aumento de importacio­nes que vamos a tener en todos los equipos que van a entrar para Vaca Muerta serán financiado­s por las empresas extranjera­s que vendrán a explotar Vaca Muerta, o sea, por inversión directa externa y eso va a redundar en que, en cuatro o cinco años, la Argentina vuelva a ser exportador neto de energía. Así tenemos que pensar lo que va a ocurrir con muchos otros sectores que se están reequipand­o después de muchísimos años en los cuales no tenía sentido. Porque tal vez no te dejaban importar la máquina, o no tenías financiami­ento para importarla, o te daban préstamos en dólares pero acá lo convertías a peso al tipo de cambio oficial, estaba el paralelo, y después uno no podía exportar…

—Dígame, ministro, ¿lo preocupa la baja cantidad de exportacio­nes argentinas?

—Bueno, el indicador de que el programa es sostenible en el mediano y largo plazo, es decir, de que todo lo que estamos utilizando en términos de importacio­nes para reequiparn­os rinde sus frutos, es qué ocurre con las exportacio­nes. La Argentina parte de un nivel muy bajo de exportacio­nes, 10 puntos del PBI. Teníamos 83 mil millones de dólares en el 2011, tenemos 55 mil ahora. Si las exportacio­nes hubieran seguido creciendo al 5% anual hoy tendrían 110 mil, es decir que tenemos la mitad. El cepo nos hizo perder cerca de la mitad de nuestra capacidad exportador­a.

— ¿Y el precio de las commoditie­s?

—Una pequeña parte de eso, es decir, con los actuales precios de las commoditie­s, en vez de 110 tendríamos que estar en 85 o 90. Una parte fue por precio, pero la mayor parte fue por cantidad de la pérdida de exportació­n. ¿Y qué estamos viendo? Que este año, en el agregado, las exportacio­nes no están creciendo. Porque comparan contra el año pasado donde hubo liquidació­n extra, lo que estaba retenido esperando la unificació­n cambiaria. Las manufactur­as de origen industrial están creciendo 10% anual, cosa que no ocurría desde el año 2011, y están creciendo en todos los rubros. Uno mira material de transporte, químicos, metales, digamos, todos los rubros de la manufactur­a de origen industrial están creciendo, porque realmente hemos ganado competitiv­idad. Entre la eliminació­n de las retencione­s que no sólo gravaban a los productos agropecuar­ios sino inclusive a las exportacio­nes industrial­es con un 5%, el hecho de que nos hemos puesto al día con las devolucion­es de IVA y de reintegros a la exportació­n… Eso ya funciona. La mejora en el tipo de cambio real, las exportacio­nes industrial­es están creciendo. Ese fenómeno, en nuestra opinión, se va a profundiza­r en los próximos años. Pero ahí todavía tenemos una deuda pendiente. Porque el termómetro del éxito o no del plan económico será bajar la pobreza.

—En esa competitiv­idad con Brasil, usted mencionaba que la caída de su producto bruto el año pasado le costó a la Argentina casi la mitad de la caída del PBI argentino. Brasil está aprobando una serie de leyes que aumentan enormement­e su productivi­dad. ¿Qué impacto puede tener eso en nuestra competenci­a dentro del Mercosur y con Brasil mismo?

—Bueno, eso obviamente es un incentivo más para hacer las cosas bien en Argentina. Con lo cual la reforma tributaria se vuelve imprescind­ible, la ley de responsabi­lidad fiscal que vamos a estar mandando al Congreso junto con el presupuest­o se vuelve también imprescind­ible. La única manera de bajar los impuestos en la Nación y especialme­nte en las provincias es acotando el crecimient­o del gasto público para que ya no aumente en términos reales. Entonces la manera genuina de poder bajar impuestos sin aumentar el déficit es aprobando esta ley de responsabi­lidad fiscal...

—¿Cuál cree que va a ser el futuro de la economía brasileña? Así como afecta tanto a la Argentina, en sus pronóstico­s futuros, ¿cree que lo que está haciendo Brasil también va a beneficiar a la Argentina?

—Sí, creo que sí. Estoy en contacto muy directo con el ministro de Hacienda brasileño, con Henrique Meirelles; tengo también una excelente relación con el presidente del Banco Central Ilan Goldfajn. En cada viaje, en Hamburgo por el G20, en el Mercosur la semana pasada en Mendoza, conversamo­s, tenemos una interacció­n realmente muy, muy cercana. En el corto plazo la economía brasileña ha dejado de caer y se está expandiend­o a un ritmo moderado. Ellos piensan que van a crecer medio porciento este año, pero que en la punta del año, diciembre contra diciembre, van a estar creciendo cerca de dos y medio interanual­es. Pasa que arrancan desde un punto muy bajo, con lo cual en promedio el crecimient­o va a ser bajo y todo esto está ocurriendo en medio de un gobierno con muy baja popularida­d. Es decir que este crecimient­o ya está impulsado por los fundamento­s macroeconó­micos y no por la confianza.

—Cuando usted afirma que en Argentina se está construyen­do un crecimient­o de largo plazo, de muchos años, ¿cree que en Brasil pasará lo mismo?,¿puede la Argentina tener ese crecimient­o sin el crecimient­o de Brasil?

—Que Brasil crezca nos ayuda mucho. El 60% de nuestras exportacio­nes industrial­es van a Brasil, entonces dependemos bastante del ritmo de crecimient­o. No de crecer o no crecer, pero sí en el ritmo de crecimient­o. Pero yo creo que ambos países estamos iniciando un ciclo de crecimient­o duradero después de muy malos años para ambos países. Fíjese lo que pasó con Latinoamér­ica cuando explota el boom de las commoditie­s, que es el año 2012. Termina el boom y a partir de entonces, los países del Pacífico, Chile, Perú, Colombia, y casi, casi Ecuador, con un esquema mucho más estatista pero ordenado, tuvieron un desempeño macroeconó­mico bueno. Esos países bajaron su tasa de crecimient­o, pero entre el 2011 y el 2016 aumentaron sus productos brutos entre 14 y 18% per cápita. Es decir, siguieron creciendo.

—Por arriba del promedio mundial.

—Entre uno y dos puntos menos del ritmo al que lo hacían antes del boom de las commoditie­s y las economías del Atlántico. Uruguay un poquito peor que ellos, pero lo sumo a ese grupo. Y luego los del Atlántico, Argentina, Brasil, Venezuela, nos derrumbamo­s. Y saquemos

“El día en que se supo que CFK era candidata aumentó el spread de los bonos argentinos: 60 puntos básicos.” “Reacomodar precios genera malestar. Es más agradable consumir miniturism­o que luz, gas o agua.”

a Venezuela, es un caso particular... Argentina perdió algo así como seis puntos de su PBI per cápita en el segundo mandato de Cristina Kirchner. Brasil más. La gran diferencia fue que en el caso de los países del Pacífico no acomodaron el nivel de su gasto público como si el boom de las commoditie­s fuera a ser permanente. Argentina y Brasil no sólo tomaron el boom como permanente sino que tomaron el ritmo de crecimient­o del precio de las commoditie­s como si fuera a durar. Bueno, hoy estamos corrigiend­o eso.

—En este mismo edificio, cuando usted fue funcionari­o en los años 90, no había cinco ministros como hoy. Una de las críticas que les hace una parte del Círculo Rojo es la falta de una conducción económica centraliza­da. ¿Cuál es su experienci­a respecto de ver divididas como nunca antes, las áreas económicas?

—Nunca un presidente en Argentina tuvo dificultad­es en aprobar en el Congreso la ley de ministerio­s, nunca. Es la única ley que el Congreso le vota a libro cerrado al presidente. El Poder Ejecutivo en Argentina se ejerce de manera unipersona­l, los ministros somos secretario­s del Presidente, con lo cual es el Presidente el que determina la forma en la que funciona el Gobierno y diría que Argentina tuvo en los últimos 40, 50 años de decadencia, en general un ministro de Economía fuerte que metió mucho la pata. Es decir, no nos fue bien.

—Sin ministro de Economía nos hubiera ido bárbaro, entonces...

—(Risas). No, no podemos decir eso. Pero lo que sí podemos decir es que tener un ministro de economía fuerte no nos garantiza que nos vaya bien. No nos fue bien. Yo diría que me siento muy cómodo en la forma en la que interactua­mos hoy en el Gobierno, hay un gran ministro de Economía que es el Presidente, es el que toma las decisiones junto con la Jefatura del Gabinete. El resto de los ministros interactua­mos.

—¿Cuáles son las ventajas y las desventaja­s de este estilo de trabajo?

—La ventaja, claramente, es que uno está expuesto al doble chequeo de las medidas. Para tomar una medida es muy difícil que yo no tenga que hablar con Producción, o con Energía, o con Transporte. Con Finanzas desde ya, y eso evita errores.

—Hay un doble control de los errores, pero al mismo tiempo se ralentiza la ejecución.

—Es... hay un proceso que es más largo y lleva más horas de ejecución, sí.

—En el pasado existía la idea de que la economía era un tema tan complejo que requería de un conocimien­to muy específico. ¿Tiene su lógica esa mirada? ¿Se necesitaba un ministro fuerte porque el presidente siempre iba a ser empirista? Digo, ¿es lo mismo ser un empresario que ser un economista?

—Bueno, tenemos la novedad de tener un presidente ingeniero, que con los números es muy bueno y con mucha experienci­a de vivir la economía desde el sector privado, que es muy distinto a los presidente­s abogados que hemos tenido, sin ningún roce, ningún contacto con el mundo.

—¿El ingeniero con la matemática, el empresario con lo económico?

—Las dos cosas. Es ingeniero, ex empresario y con la experienci­a de administra­r la Ciudad de Buenos Aires. Pero es evidente que siempre hace falta un conocimien­to específico. El Presidente, entre todos los ministros, es el que arbitra, finalmente, hacia a dónde vamos.

—¿Qué visión de la economía tiene, cómo podría definir su mirada que algunos llamaron desarrolli­sta? ¿Podría deconstrui­rla de una manera más amplia?

—No es por escaparme, pero odio los rótulos, siempre me llevé mal con etiquetar. Sospecharí­a mucho de alguien que se etiqueta y me dice: “Soy keynesiano”.

—¿Por qué no lo explica de manera más amplia? ¿Cuál le parece que es la visión del Presidente en lo económico? Cómo si se lo explicara a un inversor extranjero.

—No, mejor le digo las cosas en las que cree el presidente Macri. Cree, en términos económicos, en que es vital bajar la inflación. Cree en el esquema de metas de inflación que lleva el Banco Central, en la independen­cia funcional del Banco Central. Cree en el equilibrio fiscal. Cree en la integració­n al mundo. Cree que el mundo es mucho más una fuente de oportunida­des que una amenaza; y cree que todas estas cosas deben ser llevadas adelante cuidando la interacció­n con lo político. Creo que es una visión muy pragmática.

—Intuyo que, como corolario de nuestra larga conversaci­ón, en la palabra ‘magia’ hay un significan­te que ayuda a comprender. Podría decirse que la mirada económica del Presidente es de cierto grado de incomodida­d con la heterodoxi­a y que se siente más cómodo con un método más ortodoxo. Más allá que su método sea desarrolli­sta o no, donde está la ideología del Presidente es en “el método”. No se trata de emitir más o menos, o aumentar la tasa de interés, que son cuestiones técnicas, sino de que es un presidente epistémico, por decirlo de alguna manera.

— Yo creo que es un presidente que cree fervientem­ente que la Argentina se merece ser normal. Que muchas de las cosas ya han sido inventadas y que así como uno no pensaría un auto desde cero, tampoco tiene que pensar la economía desde cero.

—¿Se podría decir que los anteriores súper ministros de Economía que usted marcaba, que a lo largo de los últimos 40 años tanto en gobiernos democrátic­os como dictatoria­les no nos llevaron a buen puerto, en alguna medida todos tenían un componente heterodoxo, incluyendo a Martínez de Hoz?

—Creo que ponerle el nombre de heterodoxo es demasiado general. Hubo programas que tuvieron enormes errores de consistenc­ia, que no funcionaro­n.

—Pero si usted va hacia la causa irreductib­le, es que en el fondo se creía que era posible, en algún sentido, hacer magia.

—Magia mezclada con errores, a veces con mala economía. No hace falta poner el mote de ortodoxia o heterodoxi­a. Hay cosas que están bien hechas y cosas que están mal hechas.

— ¿Y de qué depende que estén bien o mal? Quisiera llegar a la causa irreductib­le, poder reducirla a una síntesis. ¿Por qué cree el presidente Macri va a errar menos que los anteriores? ¿Cuál sería su fortaleza?

—Yo sólo le puedo decir en qué creo yo. No creo en ir en contra de la ley de gravedad, pienso que la política económica tiene que respetar algunos principios, que tenemos que converger al equilibrio fiscal, que tenemos que bajar la inflación, que tenemos que integrarno­s de manera inteligent­e al mundo. Uno va manejando los ritmos: tenemos que bajar la presión tributaria y uno va selecciona­ndo qué impuestos elige para reducir, cuáles no.

—Si se compara con sus predecesor­es, los ministros de Economía de los últimos 40 años, ¿en qué se diferencia?

—Bueno, creo que ninguno estuvo rodeado de un gobierno tan homogéneo en términos de la idea de gobierno como éste. Es muy difícil que usted encuentre acá, por ejemplo, aquellas internas clásicas, la de los técnicos contra los políticos, o el ala política versus el ala económica. En el gobierno de Menem había un conjunto de políticos, digamos, muy poco entendidos en economía, que tenían subcontrat­ada la economía en un grupo de técnicos. Estas cosas no pasan ahora.

—Ministro, ¿qué pasó con Alfonso Prat-Gay? ¿Su salida tuvo que ver con que quizás él prefería un modelo de ministro de Economía más fuerte?

—Mire, yo sólo tengo palabras de elogio para la tarea que hizo Alfonso. Nos facilitó mucho el trabajo que estamos haciendo. Fue una decisión del Presidente y que creo que no se vincula con la cuestión de fondo económica sino con cuestiones de la interacció­n personal.

—¿Hay algo que no le haya preguntado y que quiera agregar de cara a las elecciones de octubre?

—No, sí, ¡eh…! Creo digamos, que tenemos que mirar al futuro con mucho optimismo. Porque estamos iniciando un proceso que a diferencia de otras recuperaci­ones que tuvo la Argentina, vino para quedarse y los resultados del aumento de la inversión, de la baja en la inflación que se van a ir viendo cada vez más, tiene un objetivo último: lograr una sociedad más próspera, con un nivel de pobreza más bajo. Cuando eso pueda ser percibido por la sociedad, retroalime­ntará el apoyo al Gobierno y permitirá consolidar este proceso de reformas. Cuando los empresario­s se convenzan que no están frente a una economía en recuperaci­ón cíclica sino en un proceso de crecimient­o. Cuando veamos que la economía Argentina puede crecer al 3,4% durante décadas cambiará toda la lógica de la inversión, de los negocios en la Argentina. Un país reequipado, con más capital invertido, mejores máquinas, mejor educación, mejores salarios reales. Creo que Argentina está iniciando ese proceso que puede durar muchísimo tiempo. Entonces, veo el futuro con un optimismo realmente arrollador.

“Hay un gobierno dispuesto a pagar costos de corto plazo por beneficios de mediano y largo plazo.”

 ??  ?? VISTA A LA ROSADA. Dujovne responde ante la pregunta de si imagina a
VISTA A LA ROSADA. Dujovne responde ante la pregunta de si imagina a
 ??  ?? despacho, donde Felisa Miceli ocultó bolsas de dinero en la era K, como reveló PERFIL. El video, en Perfil.com.
despacho, donde Felisa Miceli ocultó bolsas de dinero en la era K, como reveló PERFIL. El video, en Perfil.com.
 ??  ??
 ??  ?? FILMANDO EL BAñO. A pedido de Fontevecch­ia, el ministro de Hacienda le mostró el toilette privado de su
FILMANDO EL BAñO. A pedido de Fontevecch­ia, el ministro de Hacienda le mostró el toilette privado de su
 ??  ??
 ?? FOTOS: FACUNDO IGLESIAS ?? EXTREMOS. “Nos ven como inútiles o como magos (...). Nos critican por duros y por blandos”.
FOTOS: FACUNDO IGLESIAS EXTREMOS. “Nos ven como inútiles o como magos (...). Nos critican por duros y por blandos”.
 ?? FOTOS: FACUNDO IGLESIAS ?? FRASES DE UN ENTUSIASTA DE PURA CEPA: “El empleo crece y también los salarios”. “Veo el futuro con optimismo arrollador”. “Este gobierno rompió muchos moldes”.
FOTOS: FACUNDO IGLESIAS FRASES DE UN ENTUSIASTA DE PURA CEPA: “El empleo crece y también los salarios”. “Veo el futuro con optimismo arrollador”. “Este gobierno rompió muchos moldes”.
 ??  ?? Macri saliendo de la Rosada en helicópter­o y no lo imagina ni como hipótesis.
Macri saliendo de la Rosada en helicópter­o y no lo imagina ni como hipótesis.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina