Sabiduría garantizada
Las recomendaciones de Oscar Wilde son precisas: “Examine usted un cuadro de Hokusai, o de Kokkei, o de algún otro pintor de ese país, y después haga lo propio con una dama o un caballero japoneses reales, y verá usted cómo no hay el menor parecido entre ellos. Las gentes que viven en el Japón no se diferencian de los ingleses tampoco. Es decir, que son también asombrosamente vulgares y no tienen nada curioso o extraordinario. Por lo demás, todo el Japón es una pura invención”. No sé si se cumple con Kokkei pero en Londres hay una muestra de Hokusai y muchos japoneses en el museo que la exhibe. En el British Museum se puede ver La gran ola de Kanagawa, del pintor que llevó a cabo esa fantasía de la que habla el autor de El fantasma de Canterville. Los grabados se van reemplazando a medida que pasa el tiempo de la exposición para que estos papeles rea- lizados en 1834 y que pertenecen a la serie Cien vistas del Monte Fuji no se estropeen. Katsushika Hokusai, también conocido como Shunro, Sori, Kako, Taito, Gakyonjin, Iitsu y Manji, o simplemente Hokusai, fue el autor de “pinturas de un mundo flotante”. Que refiere al período Edo, por el que atravesaron las ciudades de Tokio, Osaka y Kioto, y representó una época rica culturalmente. Se centró en las letras, el grabado, la danza, las geishas y el sumo; todo lo que sostiene la cultura japonesa. En este sentido, Wilde es terminante: “De manera que si usted quiere ver un efecto japonés, no vaya a Tokio. Todo lo contrario, quédese usted en casa y entréguese de lleno a la obra de ciertos artistas japoneses”. Cuando haya asimilado “el alma de su estilo y captado su visión imaginativa, vaya por la tarde a pasearse por el Parque o por Piccadilly”. Los lugares para ver estos efectos. O en el museo. O en ningún otro sitio.