La vocación disidente
Instalada en el antiguo Hotel de Migrantes, hoy sede del Museo de la Universidad de Tres de Febrero, se presenta la muestra “Sublevaciones”, curada por el teórico francés del momento: Georges DidiHuberman, quien estuvo en Buenos Aires para la inauguración
Como toda la estructura de pensamiento warburgiana, la constelación de imágenes en forma de fotografías, videos, documentos, pinturas y collages que atestiguan diferentes sublevaciones en la exposición colectiva planteada por George Didi-Huberman, se piensa en espirales de sentido. Desde el 1800 hasta los años 2000, desde la fotografía “clásica” hasta los carteles arrancados de la calle, ya sea en la crónica social o en las bellas artes, desde Francia hasta Argentina, pasando por Asia, todas las categorías historiográficas aletean y se mezclan para confirmar una hipótesis: la imagen es eco que resuena en el tiempo. Ese eco se convierte en movimiento tectónico capaz de tumbar las estructuras de poder de la lineal y cronológica historia del arte. En El renacimiento del paganismo, Aby Warburg relativiza una verdad: el arte es el reflejo de las actitudes dominantes de un período, una nación o un grupo social en un momento histórico concreto. En el Centro de Arte Contemporáneo del Muntref se conjugan las imágenes como aleteos de mariposas y cenizas calientes de diferentes braseros. Las imágenes todavía arden: por la cercanía que articulan, esa del presente con el pasado y ambos destiempos con el espectador; por el resplandor que ilumina; por el movimiento que genera, como la llama de una vela en la oscuridad; por la destrucción que evidencia, al tiempo que da cuenta de su supervivencia; por el deseo que la anima, como se anima al amor y, sobre todo, por la persistencia en su ardor.
El ardor de las cenizas, el revisionismo histórico y el aleteo de las mariposas son las formas que guían las imágenes de las sublevaciones dispuestas en sala. El objetivo final, la razón por la cual se vuelve necesario retomar los reclamos, las peregrinaciones, las manifestaciones y el lugar del cuerpo en estos contextos, es porque siempre fue, es y será vital para el hombre repensar el poder de la representación, política, estética, ontológica. Cada imagen se involucra en un juego de temporalidades que no se circunscribe a la cronología lineal. El desplazamiento es esencial a ellas y su dinamismo es la ruptura del límite temporal o espacial con el que estamos acostumbrados a medir lo que se ve. En palabras de Didi-Huberman: “Las imágenes no son ni pura ilusión ni toda la verdad, sino ese aleteo dialéctico que agita siempre el velo con su desgarro”.
Siguiendo a Warburg, las imágenes perviven en su condición de Pathosformel y Nachleben. Términos que aluden a la vitalidad y a la repetición de la diferencia, que regresa en el tiempo manteniendo su forma y variando su contenido, para enriquecer y complejizar la Historia, renaciendo incansablemente más allá de su singularidad, aunque permaneciendo singular. Las imágenes son huellas, marcas, restos de un tiempo concreto pero inclasificable, ajeno al tridente pasado-presente-futuro y en permanente actualización. Ahí radica su sublevación, su potencia disruptiva.
Como no podía ser de otra manera, la itinerancia es condición esencial de esta muestra; y a medida que cambia de tiempo y de lugar, como sedimentos nostálgicos de un presente continuo, se van incorporando los trabajos de artistas oriundos de cada destino. Hugo Aveta, Marcelo Brodsky, Adriana Lestido, Juan Carlos Romero, Horacio Zabala y Graciela Sacco son algunos de los representantes nacionales que integran la proliferación de más de 250 trabajos. En las salas del tercer piso del Hotel de los Inmigrantes las obras repiquetean en cinco grandes grupos: como desencadenamientos, como intensidades, como exclamaciones, como conflictos y como deseos.
Todas las categorías historiográficas aletean y se mezclan