Con la fuerza de la bohemia
Jaime Roos, el montevideano. Vida y obra
En Jaime Roos. El montevideano. Vida y obra, la historiadora uruguaya Milita Alfaro visita la trastienda del músico uruguayo. La obra de Roos es una afirmación orgullosa de la gramática de su tribu; a través de un cúmulo de calles, situaciones y sentires comunes, Roos supo dibujar un mapa posible de su Montevideo natal, con sus murgas trasnochadas, bares empapados de bohemia y ese peculiar spleen que se respira en algunos rincones de la ciudad oriental. Como el cruce de Ipiranga e Av. São João de Caetano Veloso o el de Suárez y Necochea de Enrique Cadícamo, también Roos dejó grabado en el imaginario montevideano la esquina de Durazno y Convención y otros himnos callejeros como aquel Hombre de la calle, un verdadero tratado sobre la angustia del hombre urbano.
“Los recuerdos vienen envueltos en un celofán doloroso”, dijo Roos hace poco durante la presentación del libro en la Feria del Libro porteña, pero hizo de tripas
corazón y abrió generosamente el cofre de sus recuerdos para que Alfaro ordenara las piezas de un complejo y fascinante rompecabezas. “Confieso que he vivido”, podría decir Roos a coro con Pablo Neruda, ya que su vida personal y artística está llena de meandros y vaivenes esparcidos por muchos lugares del mundo. Creció en el Barrio Sur de Montevideo y, luego de dar sus primeros pasos como músico en 1975, con sólo 21 años, Roos se fue probar suerte a Europa; viviendo malamente en pensiones de Madrid, París y Amsterdam, acompañando estrambóticos combos cabareteros, se fogueó musicalmente, viviendo todo tipo de experiencias vitales que le endurecieron el cuero (“Era un espectáculo todo terreno… magos, domadores y tigres, cerca de cincuenta bailarinas semidesnudas con plumas y demás, y tres bailarines de malambo que causaban sensación con las boleadoras. Jaime era el bombista”).
Alfaro rastrea como un sabueso el árbol genealógico de Roos, el proceso de composición de cada disco, su relación con la crítica de ambas orillas del Plata y algunos episodios de su vida amorosa que tan bien supo reflejar en sus candombes, boleros y milongas, siempre rociados por el aroma del rock and roll.