GRABOIS
Más allá de los lugares comunes y los clichés que Juan Grabois verbaliza (ver edición del domingo 20, páginas 44 a 49 -en definitiva, los pensamientos de todos los jóvenes de clase alta llenos de buenas intenciones en Latinoamérica (o sea, toda la izquierda)- lo que sorprende es la tenacidad y la jactancia con la que los formula, teniendo en cuenta, claro está, la posición de poder que detenta. Al rampante miserabilismo con el que se refiere a las clases populares (“Y esa pelea individual es agarrar un fierro y sacarle al otro lo que la sociedad no te da… una obviedad tan absoluta”) le suma una especie de abolicionismo avant-garde de la corrupción (“… desde la perspectiva de sus consecuencias es peor que un corrupto. Es un acto criminal”). Y finaliza con el