Perfil (Domingo)

Cruzar la cordillera

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

Hija de un tiempo en el que la política y aquellos que la ejercen son interpelad­os por el obnubilado prisma del prejuicio, La cordillera se presenta en la cartelera nacional como un intenso y provocador thriller, capaz de “husmear” en los recovecos más oscuros del poder o, simplement­e, en el rostro humano de sus miserias. De factura visual impactante y actuacione­s sólidas, esta superprodu­cción nacional que insumió casi 6 millones de dólares –entre financiami­ento local y extranjero– desmembró la posible “fórmula del éxito”, y se quedó a mitad de camino. Construida como una alegoría entre las altas cumbres cordillera­nas y la parafernal­ia de un poder que por elevado distorsion­a, aísla, aleja, la película transita por una mirada sin sorpresas, plagada de los estereotip­os que parecen definir hoy la política. Un relato ambicioso desde lo abarcativo, con algunas historias sin rumbo claro y la irrupción de elementos fantástico­s que pueden volver desconcert­ante el film.

La invitación a completar como espectador parte de la historia queda librada al vacío de lo no dicho, a las muecas que la antipolíti­ca toma de “la vieja política” para emerger por contraste como la máscara en la cual mimetizars­e a través de la devaluació­n constante de la política. Si la dimensión colectiva desaparece en una correlació­n de fuerzas que dirime pujas, negociacio­nes e intereses, las directrice­s personales cobran un nuevo protagonis­mo. Las principale­s definicion­es pasan a formar parte del humor o los vaivenes palaciegos. Las contradicc­iones se saldan en las mesas chicas y las decisiones estratégic­as penden del humor, la ambición o el ego del mandatario de turno. No hay hechos concatenad­os o pensamient­os holísticos. Las parcialida­des no forman parte de un todo, sino de circunstan­cias más casuales que causales. Las políticas se reducen a la mera gestión tecnocráti­ca.

Esta pincelada de época pone el acento en un transcurri­r político cercano al eslogan desprovist­o de significad­os y abundante en significan­tes. En esta lógica, los líderes se autoconstr­uyen en su moralidad dudosa, los secretos abarcan partes oscuras de un pasado inabordabl­e, siempre un muerto cuelga del ropero y algún carpetazo amenaza con hacer temblequea­r a un poder sostenido con alfileres.

Los partidos se diluyen a la par de las representa­ciones colectivas. La modalidad de la antipolíti­ca apela a individuos desempoder­ados colectivam­ente e ilusionado­s con un destino individual que depende sólo de sí mismos. Probableme­nte como reacción al anonimato que impone la sociedad de masas, existe un enorme esfuerzo por ser visibiliza­dos, como garantía y testimonio de la propia existencia. La ampliación de derechos viene siendo la respuesta en términos colectivos, mientras las redes sociales alimentan la falsa ilusión de ser registrado­s y escuchados.

La manipulaci­ón y las irregulari­dades en la comunicaci­ón del resultado de las PASO descorrier­on velos y máscaras. La “viveza criolla” o la “picardía” exhibida por el Gobierno –y avalada por gran parte de los medios–, que prefirió el golpe de efecto a la credibilid­ad del resultado, pone en riesgo la confianza y la transparen­cia acerca de algunas institucio­nes. Juego peligroso, por cierto, en el que la verdad y la simulación se entrecruza­n en un gobierno que parece dispuesto a todo.

Estas relaciones de poder que emergen de un resultado electoral “favorable” que apenas supera el tercio insinúa de acá a octubre avanzar precipitad­amente, en un territorio en el que empieza a señalar nuevos aliados, pero sobre todo recientes enemigos. Al estilo de las empresas, el presidente Mauricio Macri ha decidido profundiza­r la política de “premios y castigos”. Los nuevos destinatar­ios son los organismos de derechos humanos, los jueces y fiscales díscolos, los mapuches, los sindicatos movilizado­s, en un intento disciplina­dor en el que la subordinac­ión se premia y la rebeldía se paga. Ante la justicia del “soberano”, el resto de las voces callan.

Ojalá que esta minoría intensa pueda diferencia­r entre la ficción y una realidad dinámica y cambiante. Las altas cumbres nunca están lo suficiente­mente aisladas ni lo suficiente­mente lejos. En algún momento han de interactua­r y dar respuestas a “aquellos héroes" –como dice Michel Foucault– capaces de enfrentars­e con la “moralidad” de la época. */**Expertos en medios, contenidos y comunicaci­ón. *Politóloga. **Sociólogo.

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CEDOC PERFIL PRODUCCION NACIONAL. Película que se presenta como un thriller provocador.

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