Perfil (Domingo)

Un sociólogo y una rapera se enfrentan y defienden el uso de malas palabras

Convocados por el escritor Pablo marchetti, dialogaron sobre las diferencia­s entre putear e insultar. Dicen que son “una necesidad”. el uso de ‘gato’, un retrato de época.

- CLARA FERNANDEZ ESCUDERO

Aunque incorporad­as al habla popular y con cada vez menos barreras de resistenci­a, las malas palabras –y su uso– siempre son motivo de debate. ¿Cuál es la diferencia entre una mala palabra y un insulto? Y más aún, ¿por qué insultamos? Para intentar responder esas preguntas, y a instancias del periodista y escritor Pablo Marchetti –que acaba de editar un diccionari­o de “insultos, injurias e improperio­s” (ver aparte)– se sentaron a reflexiona­r el sociólogo y ensayista Horacio González y la cantante Paz Ferreyra, más conocida como Miss Bolivia. Aquí, resultados de ese picante diálogo.

“Insultamos para definir una posición, y la nuestra ante el mundo. El insulto revela algo que queremos desajustar en el otro, y nos ayuda a poner un lazo que difícilmen­te se pueda borra con una disculpa. ¿De qué nos vamos a discul- par, de interesarn­os tanto por alguien que lo insultamos? Es una forma de integrarno­s con otra persona. ‘Pelotudo’ o ‘boludo’ viraron fácilmente a una prueba de amistad. Cuando yo era chico ofendía; ahora es un símbolo de comunidad”, abre el fuego González.

La cantante, que se hizo conocida por la potencia de sus letras, agrega: “Insultamos por una necesidad: tiene que ver con registrar al otro, de comunicars­e de un modo especial. Una puteada es el documento

“Por una cuestión de impacto, prefiero decir ‘hijo de yuta’ a ‘hijo de puta’”, dice Miss Bolivia

de una época, porque está atravesada por el espacio, el tiempo, la edad, las costumbres”, dice. “Son un gesto político”.

“Todas las palabras, según el diccionari­o, valen igual. Después, el usuario elige cómo las usa”, argumenta González. “A mí me cuesta decir ‘la concha de tu madre’, porque creo que nos tiene que costar por una razón: preservar el idioma, impedir que se quiebren todos los tabiques, algo que la TV ya hizo”, por ejemplo. Nuevos significad­os. Para la artista, en tanto, “palabras como ‘gilada’, ‘gato’ quizá no tienen tanta fuerza incisiva para putear en vivo y en directo, pero cuando las pongo en una canción, empiezo a disfrutar la métrica, la rima, y allí cambian de significad­o”. “Hace unos años –apunta Marchetti– ‘gato’ era un insulto que sólo tenía que ver con ‘prostituta’. Ahora tiene otro significad­o: en el lenguaje carcelario, el gato es el que le hace los mandados al que manda”. Y, aunque con otra connotació­n, Miss Bolivia lo hizo trascender en su hit Tomate el palo. “Cuando la puse, es porque se refería a alguien más sigiloso, tramposo, mentiroso. Ahora, si se dice gato, el presidente es en lo primero que se piensa, no importa la inclinació­n partidaria”, reflexiona. Para González, los animales están vinculados a los presidente­s. “Hubo un pingüino, foca, peludo, zorro. El insulto se basa en la apelación antagónica, en lo que no se puede decir, por eso los nombres de animales son tan importante­s para definir lo humano”.

Miss Bolivia toma el acto de insultar también como una cuestión de género: “Desde las connotacio­nes, para ejemplific­ar con los animales: un potro es un semental, un ganador; pero una yegua, una pérfida”. Y asegura que cuida mucho qué y cómo dice: “A mí me gusta más decirle a alguien ‘hijo de yuta’ que ‘hijo de puta’. Es mucho peor”, asegura. “¿Y el superlativ­o –interviene Marchetti– sería decirle a alguien hijo de una comisaría?”, ríen. “Todavía falta también una palabra que haga tan contundent­e el acto sexual practicado a una mujer que a un hombre”, apunta ella. Actos catárticos. “Existe el fútbol porque existen las puteadas”, asegura González. “El fútbol, el acto masivo de descarga, un lugar donde putear sea casi un ritual”, dice. Lo mismo cuando se maneja –aunque ninguno de los dos lo hacen, ambos confiesan que el auto es un buen lugar para darle rienda suelta a la catarsis– y ante las pantallas.

“El insulto existe para demorar la violencia. Es una forma argumental que la violencia”, dice el sociólogo, que también reivindica a Fontanarro­sa en el uso de los puntos suspensivo­s, por eso de cuidar el lenguaje (ver aparte) y la territoria­lidad: “Todos sabemos el uso antagónico de ‘coger’ y ‘agarrar’ en España y aquí”, ejemplific­a.

Y más allá de las que ellos mismos sueltan, destacan “la peor puteada” que recibieron: a Miss Bolivia le dijeron “sobrina de sojero”. Y a González, “barroco”.

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NESTOR GRASSI DESAFIO. Como parte de un ciclo para reflexiona­r sobre las puteadas, Horacio González y Paz Ferreyra (más conocida como Miss Bolivia) confesaron cómo y cuándo las dicen.
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