Perfil (Domingo)

Gatillo fácil: sólo llega a juicio un 10% de los casos

Desde que Daniel Scioli decretó la emergencia en seguridad en 2014, hubo un aumento considerab­le de episodios, tendencia que continuó durante la gestión Cambiemos. Organizaci­ones de derechos humanos cuestionan la falta de cifras oficiales.

- LETICIA MARTINEZ

“Manipulan figuras penales: se dice apremio en vez de tortura o se llama legítima defensa a un tiro por la espalda”, dice María del carmen verdú

Se aproximaba el Día del Niño, y Sergio Durán decidió ir a comprarle un regalo a su nene. Era el 6 de agosto de 1992, cuando se lo llevaron detenido. Su madre fue a la Comisaría 1ª de Morón, donde le dijeron que volviera al otro día con el documento, 600 dólares, y “el chico no queda manchado”. Cuando Olga fue con la identifica­ción, le comunicaro­n que su hijo, de 17 años, había muerto por un paro cardiorres­piratorio. Luego se sabría que los policías lo torturaron, incluso con picana eléctrica, hasta matarlo. De los cinco uniformado­s acusados, tres recibieron condena pero ya están libres, y otros dos permanecen prófugos sin que nadie los busque.

El caso Durán es uno de los miles de asesinatos por parte de las fuerzas de seguridad de Argentina desde el regreso de la democracia hasta fines de 2016. Según la Coordinado­ra contra la Represión Policial e Institucio­nal (Correpi), del 83 a fines del año pasado, la policía mató a 4.960 personas, de las cuales un 46% fueron víctimas de gatillo fácil y otro 39% murieron cuando estaban detenidas. ¿El dato? No hay un registro oficial sobre la cantidad de efectivos acusados por esos delitos, ni mucho menos un porcentaje de cuántos finalmente son llevados a juicio. Las organizaci­ones afines calculan que un porcentaje muy mínimo es juzgado.

De ese pequeño porcentaje de acusados de las fuerzas de seguridad que es llevado a juicio, la mayoría obtiene condenas irrisorias. O bien, como es el caso de uno de los policías acusados de torturar a Sergio Durán, Jorge Ramón Fernández, que recibió cadena perpetua en 1995, pero fue liberado en 2003 porque el fallo no estaba firme. Además de quienes se encuentran prófugos y, pese a que los familiares denuncian que los ven en las calles, ya no los buscan.

Sin datos oficiales. “Hay un problema central, y es que el gobierno nacional no produce informació­n estadístic­a sobre violencia institucio­nal. El dato de cuántas personas mata la policía yo tendría que poder decirlo con datos oficiales. No los produce el Poder Ejecutivo, ni tampoco el Poder Judicial hace una sistematiz­ación de cuántas causas llegan a juicio y cuántas se caen”, explica a PERFIL el coordinado­r del Equipo de Seguridad Democrátic­a y Violencia Institucio­nal del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Manuel Tufró.

La titular de Correpi, María del Carmen Verdú, sostiene que uno de los datos más difíciles de conocer es la cantidad de integrante­s de las fuerzas de seguridad que son juzgados, pero por su experienci­a se atreve a decir: “Haciendo un cálculo benévolo, estimamos que sólo el 10% de los casos l lega a juicio, y no todos son condenados, o los condenan a penas leves, manipuland­o las figuras penales, como cuando dicen apremios en lugar de tortura o cuando un tiro por la espalda resulta un homicidio en exceso de la legítima defensa”.

Tufró asegura que hay casos que llegan a juicio, pero que depende mucho en primera instancia del fiscal que investiga y de las máximas autoridade­s judiciales. “Hay jueces que, salvo que se trate de una ejecución flagrante, siempre tienden al uso de la legítima defensa. Lo que le llega primero al fiscal es el sumario policial. La propia Policía escribe la primera versión de los hechos. Si el fiscal no ve algo muy raro en el armado de esa historia, o si no tiene la voluntad de desarmarlo, eso pasa y la investigac­ión se orienta en ese sentido”.

“Nos matan más rápido de lo

que escribimos”. Correpi realiza un informe anual que presenta cada diciembre en Plaza de Mayo. De acuerdo con los últimos datos, se desprende que las muertes en democra-

cia fueron en aumento gestión a gestión. De los 4.960 asesinatos de 1983 a 2016, el 20% se produjo durante el gobierno de Néstor Kirchner y el 43% en los dos mandatos de Cristina Fernández. Mientras que tan sólo en el primer año de gobierno del presidente Mauricio Macri, de diciembre de 2015 al mismo mes de 2016, ya se acumulaba el 5%.

Según Verdú, en lo que va de 2017 ya hay 120 casos confirmado­s y 60 para chequear. “Yo creo, por mi experienci­a, que este año supera una muerte cada 25 horas (como en 2016), ya es seguro un caso por día. No tengo dudas. Uno de los compañeros del equipo me dijo: ‘Nos están matando más rápido de lo que escribimos’”, explica la abogada.

En este punto, desde el CELS sostienen que no tienen registrado un aumento en la cantidad de casos entre 2015 y 2016, sí encuentran un pico en 2014, cuando el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, decretó la emergencia en seguridad. Hay que aclarar que, en el caso de los informes del Centro, se remiten sólo a los casos cometidos en la Ciudad de Buenos Aires y en la Provincia, que son los dos territorio­s que más muertos registran.

Casos recientes de gatillo fácil. En los últimos meses, las palabras “gatillo fácil” resonaron en los medios, debido a algunos casos de asesinatos policiales que llamaron la atención por la alevosía. Uno de ellos fue el del subtenient­e Hugo Pos, que mató de un disparo en la nuca a Rodrigo Correa, de 14 años, en Billinghur­st, partido de San Martín. Según el efectivo, el joven junto a otros dos adolescent­es le apuntaron con un arma para robarle. Sin embargo, luego se constató que los chicos no iban armados, y se encontraro­n 16 cartuchos pertenecie­ntes al agente de seguridad.

Otro caso fue el de Cristian “Paragüita” Toledo, de la Villa 21-24, que volvía de bailar junto a dos amigos cuando el bombero de la Policía de la Ciudad Adrián Gustavo Otero lo mató de un disparo. El pasado 2 de agosto, se realizó una misa en contra del gatillo fácil, frente al Palacio de Justicia, para exigir justicia por la muerte del joven, de 22 años.

¿Connivenci­a? “Son muy comunes los casos de connivenci­a entre el Poder Judicial y las fuerzas de seguridad, ya sean policías o penitencia­rios. Son excepciona­les los casos en que penitencia­rios o efectivos son condenados por abuso de poder, violencia o tortura”, asegura a PERFIL Violeta Burkart Noé, del Observator­io de Derechos Humanos (ODH) de la Ciudad de Buenos Aires.

Burkart explica que en el caso puntual de quienes están detenidos es más difícil aún darlos a conocer: “Los que se dan en condición de encierro, es decir, en establecim­ientos penitencia­rios, son muy pocos los que llegan a ser denunciado­s. Esto se debe a que, por lo general, las víctimas deben seguir conviviend­o con sus victimario­s, con el temor a las represalia­s que puedan surgir como consecuenc­ia de la denuncia efectuada”.

Otra de las sospechas recae sobre aquellos integrante­s de las fuerzas de seguridad que se encuentran prófugos. En el caso Durán, de los cinco policías acusados al momento de comenzar el juicio, cuatro estaban prófugos. A dos de ellos, los encontraro­n cuando iban a festejar Navidad a la casa de sus familiares, gracias a una investigac­ión periodísti­ca. Los otros dos aún continúan fuera de la ley.

“Pasaron 25 años y el dolor es el mismo del primer día porque es una injusticia. Cuando sabés que hay impunidad, el dolor es más grande. Mientras los dos prófugos sigan libres, yo voy a seguir, no puedo descansar. Se lo prometí a mi mamá”, asegura Marcela Durán, la hermana de Sergio, mientras mira la foto del joven de 17 años sobre una credencial plastifica­da que supo llevar a cuanta marcha por justicia en la que participó. La credencial dice: “No se olviden de Durán”. Un mensaje como el de tantas otras familias que piden que no nos olvidemos de ellos.

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FOTOS: CEDOC PERFIL PENDIENTE. Los reclamos por casos impunes todavía no encuentran lugar en el debate público.
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EMBLEMAS. Sergio Durán y Cristian "Paragüita" Toledo. Dos paradigmas de cómo algunos efectivos se sienten impunes.
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RODRIGO. El caso Correa, denunciado este año, es el de un joven baleado por policías de civil. Motivó numerosas manifestac­iones en las villas Zavaleta y 21-24.

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