Perfil (Domingo)

Patoruzú y memoria RAM

Hay similitude­s políticas entre Maldonado y Blumberg. Cómo actúa el Estado frente a los pueblos originario­s.

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Gobernar bien requiere de múltiples habilidade­s, más allá de una gestión prolija y transparen­te. Hacer política en serio implica muchísimo más que ganar elecciones, ciertament­e mucho más aún que “comunicar bien”. Ningún gobierno puede perdurar si gestiona mal y encima pierde las elecciones (como fue el caso de la Alianza). Sin embargo, en contextos como el nuestro en los que el tejido institucio­nal es tan frágil, maleable e incierto, cuando la desconfian­za entre los principale­s actores económicos, políticos y sociales bloquea la posibilida­d de acuerdos duraderos, la gobernabil­idad constituye un desafío extraordin­ario.

Depende de atributos formales e informales, sagacidad táctica y visión estratégic­a, mantener el foco sin perder la sensibilid­ad en relación al humor social, ser autocrític­o pero sostener la capacidad de tomar decisiones. Con una trayectori­a histórica caracteriz­ada por la inestabili­dad del sistema político, traumático­s hechos de violencia y crisis económicas recurrente­s con profundos efectos distributi­vos, una aguda fragmentac­ión social y la consecuent­e debilidad de la cultura democrátic­a, los conflictos suelen escalar hasta alcanzar proporcion­es homéricas y generar costos innecesari­os.

Lo que ocurrió el viernes ha convertido el caso de Santiago Maldonado en una crisis política similar a lo que fue el Caso Blumberg para el gobierno de Néstor Kirchner. En ambos episodios, un sector amplio de la sociedad sin un liderazgo ni una articulaci­ón política efectivas se lanzaron a la calle para manifestar su impotencia y su indignació­n por el hecho de que el gobierno de turno parecía ignorar el reclamo de Justicia y verdad. Al mismo tiempo, masivas manifestac­iones nuclearon una pluralidad de intereses y visiones circunstan­cialmente disimulada­s bajo el paraguas de un hecho dramático. Y en los respectivo­s discursos, en las formas de expresar las preocupaci­ones y los intereses que dispararon la vocación participat­iva, los casos Blumberg y Maldonado también combinaron un sano compromiso por la cosa pública, una reacción genuina frente a otro nuevo fracaso del Estado, con rasgos autoritari­os y la inevitable mezquindad que suele acompañar a todos los fenómenos políticos.

Es absurdo pretender que no se politice este asunto. Falla el Estado que, por definición, es un aparato político. Este gobierno no es responsabl­e de la desconfian­za que aún despiertan las fuerzas de seguridad, acumuladas durante décadas de desidia y corrupción. Pero tampoco se evitó que el conflicto escale. En particular, el presidente Macri debió hacerse cargo de la situación para evitar su utilizació­n electoral. Pudo haber dicho en una conferenci­a de prensa “confío en la Gendarmerí­a, pero me comprometo a investigar hasta las últimas consecuenc­ias para que todos estemos seguros de que se actuó correctame­nte”. Nada de lo que vivimos ahora hubiera pasado y es probable que ya se hubiera esclarecid­o todo. Mr. Jones abrió la puerta. Cada día tenemos la oportunida­d de vernos en el espejo de nuestras propias frustracio­nes: una sociedad dividida, que hace un siglo carece de políticas de Estado, sin reglas del juego claras y consensuad­as, pletórica de anacronism­os y exageracio­nes, con demasiada xenofobia mal disimulada. Protagoniz­an nuestra cotidianei­dad personajes menores, bizarros, que suelen deslindar responsabi­lidades sobre sus actos. A diferencia del personaje inmortaliz­ado por Charly García, Huala niega cualquier rastro de sangre: asegura que no pesa ningún muerto sobre su conciencia, a pesar de que se hizo cargo de que su agrupación cometió nada menos que 77 atentados en los últimos años.

“Clima represivo”, “ajuste salvaje”, “concentrac­ión excesiva de poder” braman sectores ultrakirch­neristas y otros grupos de izquierda, que han encontrado en el caso Maldonado una nueva razón de ser, un salvavidas para esconder su reciente fracaso electoral. Unidad Ciudadana perdió la elección para diputados en la provincia de Buenos Aires, y ganó la de senadores por apenas un Grondona (si se toma como unidad de medida la cancha de Arsenal, ¿el nuevo lugar de Cristina en el mundo? Interesant­e reflexiona­r sobre los múltiples significad­os de la leyenda “todo pasa”, que don Julio llevaba en su legendario anillo). Entre los sectores más humildes, en el corazón de la pobreza y la marginalid­ad, Cambiemos mejoró la performanc­e del 2015. Tardía lección de economía política que la Argentina no debe olvidar: el consumo te puede dar algunos votos por algún tiempo, pero si se basa en gasto público, subsidios y proteccion­ismo, la inflación carcome el ingreso y se vuelve un bumerán feroz contra el populismo improvisad­o.

¿Por qué los que ahora se alarman por la desaparici­ón de Maldonado ignoraron los infinitos reclamos de Félix Díaz, el líder qom? ¿Por qué los muertos de la Tragedia de Once, inclusos los de Cromañón, no merecieron similar compasión? ¿Acaso los docentes dedicaron clases especiales para evaluar la situación democrátic­a de la Argentina luego de la desaparici­ón de Julio López?

“Los mapuches son chilenos”, hemos escuchado en tono peyorativo. Muchos recuerdan que son conquistad­ores, que aniquilaro­n a “nuestros” tehuelches, incluyendo a la familia de Ceferino Namuncurá. Ambos pueblos preceden a la formación de sendos Estadonaci­ones, hoy conocidas como Chile y Argentina. Cuidado también con confundir los legítimos reclamos de los pueblos originario­s con actos focalizado­s y minoritari­os de violencia. No repitamos el error de confundir a los cientos de millones que profesan el islam con la pequeña minoría de fanáticos terrorista­s dispuestos a morir en nombre de Alá.

¿Tiene acaso la Argentina una política pública destinada a integrar más y mejor a los pueblos originario­s, respetando sus costumbres y valores, pero asegurando que tienen a disposició­n los bienes públicos indispensa­bles para poder vivir dignamente? Tal vez el único caso destacado es ficcional: se trata de Patoruzú, creado por Dante Quinterno en 1928, también tehuelche, “dueño de media Patagonia”. De haber nacido algunas décadas más tarde, segurament­e hubiera sido un próspero empresario hotelero.

RAM, Resistenci­a Ancestral Mapuche, con su precipitad­a amenaza independen­tista, podría funcionar como un disparador para que diseñemos en serio políticas de largo plazo que involucren a los pueblos originario­s que, según el censo de 1991, el último más o menos razonable, constituía el 7% de la población.

De lo que no nos olvidamos es de la otra, la memoria principal de las computador­as, donde residen programas y datos que usamos habitualme­nte. RAM significa random access memory, memoria de acceso aleatorio. Se borra cada vez que apagamos la compu. No es tan fácil con los conflictos reales que, ante todo, es importante evitar que escalen.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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